Hermano a hermano

Según el novelista William Ospina hay una diferencia sustancial entre educación y sistema educativo. Es más, dice, que muchas veces el segundo se vuelve obstáculo de la primera. Y es que el sistema educativo es un aparato concreto que sirve para moldear la sociedad que se quiere. De ahí que sea tan importante para los Estados controlar su orientación ideológica y su dinámica pedagógica. De ahí que sea significativo que Hugo Chávez haya cambiado el marco legal de la educación en Venezuela y haya propuesto un sistema educativo similar al cubano. Aquí, como en casi toda América Latina, el sistema educativo –estatal o privado- es controlado por la iglesia católica. Se trata de un poderoso pegamento social que ha contribuido vigorosamente a la construcción de nuestros modos de ser. Para bien o para mal. La educación, en cambio, ocurre todo el tiempo y mientras respiremos. Según Ospina tiene tres grandes características: el ejemplo, el diálogo y la lectura. El ejemplo puede entenderse como los referentes que uno tiene enfrente durante toda la vida. Es que el asunto de los ejemplos, no sólo acaecen en la familia y en la escuela, hoy por hoy una fuente importante de referentes son los medios de comunicación y todo lo que circula en ellos. Lo que pasa es que el ejemplo legitima comportamientos y pensamientos. Cuando los medios presentan sus contenidos, presentan una oferta de identidades, que, si no se saben ver o escuchar confunde. De manera que para no dejarse confundir hay que escoger bien a qué ejemplos o referentes nos vamos a exponer. O, en otros términos, toca preguntarnos: de todos los referentes y ejemplos que hay en el mundo ¿Cuál queremos aprender? ¿Cuál queremos seguir? Lo del diálogo es clave porque se trata de ser conciente de con quien interactuamos en la construcción de ideas. La conversación, en buena medida, facilita aprender a interrogar la vida junto con el otro. Por último, la lectura, nos unta de mundo y su devenir. La lectura nos ayuda a conectarnos con el resto de la humanidad, con miras a fabricarnos nuestra propia idea de las cosas. Así, pues, la educación va por un lado y el sistema educativo por otro. Es difícil conseguir en la práctica consecuencia o articulación porque el sistema educativo –el nuestro en especial- tapa y esconde al mundo. De manera que es muy fácil decir en clase que el Internet es un obstáculo para aprender o que es un invento apocalíptico y diabólico. Todo lo anterior sugiere que, para articular teoría y práctica en nuestra sociedad, nos toca des – aprender muchas cosas. Pero, ¿Cómo, si en este mundo el mal es más poderoso que el bien? No estoy diciendo que se acabó la esperanza. O que el amor no es real o no existe. Estoy tanteando la magnitud del desafío. Una contundente manifestación del mal, ocurrió cuando la semana pasada un congresista de Carolina del Sur le gritó al presidente Obama: “Mientes, muchacho”. En el sur de los Estados Unidos se tutea a los negros y se les llama “muchachos” como expresión despectiva. Como señalé arriba hay mucho que des – aprender. Un excelente análisis del episodio en mención lo pueden encontrar en la columna “El peso del Imperio” de Antonio Caballero y publicada en Semana del domingo pasado. Caballero nos sugiere, no sólo que Estados Unidos no está preparado para ser gobernado por un hombre negro, sino que todo obedece a un sistema donde el poder habita. A una estructura compleja a la cual respondemos. Eso, por ahora, no importa. Pasarán siglos antes que el respeto entre los hombres sea pleno. Pero, de todas formas, hay detalles que nos dan una guía, una pista. Hay detalles que nos sirven de ejemplo o de referente. Hoy les traigo esta foto llena de orgullo y alegría cómplice: dos hombres que se saludan. Dos hombres que, por casualidad son negros. Uno presidente. Otro policía. El detalle es que se reconocen en el otro, de hermano a hermano. ricardo_chica@hotmail.com