Revista dominical


Jiovanna Osorio Jácome: Maravillosa realidad del tal vez

EL UNIVERSAL

03 de julio de 2011 12:01 AM

I

Érase una vez una princesita que toma un pincel en la mano a los tres años. Está en la guardería “La Pulguita” de Manga. Huele a témpera. Sus papás la llevaron allí por necia.  En la guardería la ponen a jugar al Príncipe y a la Princesa. “De ahí viene el trauma”, dice ella ahora, entre carcajadas. Ella nunca fue la Princesa, pero le gustaba el niño que hacía de Príncipe. Se llamaba Benjamín.

II

Lo del Príncipe y la Princesa ha estado desde siempre en su vida. Desde que comenzó a escribir, también. De niña le gustaban los cuentos y películas, porque sus papás tenían una tienda de alquiler de video. Especialmente las de Pedrito Fernández y los musicales. A los seis años su mamá, Merly Jácome, la llevó a cine. “Salsa” fue la escogida. Allí, en medio de las butacas y la oscuridad, se dio cuenta que sería bailarina.

III

“Muñequita linda, de cabellos de oro, de dientes de perla, y labios de rubí. Yo te quiero a ti”, le cantaba su abuelito Abel en la hamaca, para dormirla cuando llegaba de la escuela. “Siempre iba disfrazada donde mi abuelo, le pedía plata para comprar Barbie´s. Tenía muchas. Incluso una vez hice un matrimonio de la Barbie con Kent e invité a todas mis amigas del salón. Todo el mundo llegó con su regalo”, narra con picardía infantil.

IV

Ingresó a la academia de Betty Taylor. Hacían presentaciones todos los años en el Centro de Convenciones. Casi todo era baile flamenco. “Todavía uso esa música cuando estoy pintando. Taconeo y todo”. Siempre fue inquieta: pintaba, bailaba, jugaba básquetbol. Le encantó ver “Flash Dance”. La vio muchas veces. Se ponía a bailar frente a la tele. Poco tiempo después comenzó a escribir obras de teatro y musicales, mientras estudiaba el bachillerato en el Colegio Eucarístico.

V

A los once años una vecina diseñadora de modas la convenció de participar en un desfile en la zona social del edificio en el que vivía. Le pagó ochenta mil pesos. “Era flaca y alta, por eso me escogieron. Mido 1.70 desde esa edad”, cuenta con un poco de nostalgia porque los chicos de su edad no la sacaban a bailar. Incluso se medían con ella, para confirmar lo evidente.

VI

Fue modelo durante todo el bachillerato. Faltaba a clases, sin que eso representara un problema para su familia. Padre y Madre la entendían, la patrocinaban, la complacían. En ese período también hizo gimnasia olímpica, danza con cintas y patinaje. La pintura siempre fue un goce para ella, al igual que escribir. Ella y su amiga Mónica Ropaín se sentaban a hacerles las cartas de amor a sus amigas enamoradas. Muchos de los destinatarios nunca lo supieron. Hasta hoy.

VII

Al terminar el bachillerato tenía muchas posibilidades para escoger. Eso la mantuvo indecisa algún tiempo, pero seguía trabajando. Dos días antes de cumplir los 20 años conoció el amor, en forma de hombre. Con él se reunían a pintar. Jugando hacían cuadros “para adornar la casa”. La gente a su alrededor se comenzó a antojar y a pedirle cuadros. Ingresó a estudiar Comunicación Social en la Universidad Jorge Tadeo Lozano. Seguía de Modelo y comenzó a hacer Fotografía y Dirección de Arte. Trabajó con Antonio Flores, Roberto Granger y otros fotógrafos de la ciudad. Se compró una cámara y comenzó haciendo books para otras modelos. En sus fotos se encargaba del vestuario, maquillaje y locaciones. Pero sentía que, para seguir avanzando, debía irse a Bogotá. Dejó la universidad. Y dio el salto.

VIII

Llegó a la capital siendo modelo de pasarela. Alcanzó a modelar con Hernán Zajar, pero no le gustó el ambiente. Estaba acostumbrada a una vida muy sana y provinciana en su ciudad natal. Y en Bogotá descubrió que no todo el mundo tenía buenas intenciones con las modelos. El novio la vino a buscar y la trajo de vuelta a Cartagena. Volvió a los estudios, pero sobre todo aprendió con él. Se volvió casi arquitecta. Era feliz, pero volvió a sentir ganas de abandonar la ciudad. Y se fue a Bogotá, de nuevo.

IX

Nunca ha mandado una hoja de vida, pero siempre ha tenido trabajos como freelance. Tiene su propio portafolio como fotógrafa, maquilladora y directora de arte. Abandonó el modelaje por hacer su proyecto personal de artista. Sus obras las ha trabajado en el tiempo real en el que le suceden sus propias historias. “La idea de esto es hacer tangible lo intangible”, afirma. Hace tres años comenzó a investigar sobre los videos, música y telenovelas de los años ochenta y noventa. A buscar su estética personal en esos años. Y descubrió que Robi Draco Rosa es uno de sus amores platónicos desde pequeña. Desde que lo vio bailando en aquella remota película de la infancia: “Salsa”.

XI

Pinta para hacer realidad el sueño. Su más reciente exposición se titula “La Maravillosa Realidad del Tal Vez” y se puede ver en la Galería Minimal de Bogotá (Calle 57 Cra 4 Esquina) hasta el 22 de julio. “Yo quise comprobarme mi propio sueño. Saber que se puede. Trato de llevar mis pasiones a los pulmones. Que sean mi propia respiración. Por eso escribo, también. Esta es mi película”.

XII

Su obra más reciente está inspirada en sus historias de amor. “No te estoy hablando de un tipo. En casa me enseñaron el amor por las personas, pero también por las plantas y los animales. Por la vida. Todos los hombres que he conocido, para mí han sido Príncipes…;”, dice, tomando una bocanada de humo. “…; aunque ellos no lo sepan”, concluye. Se ve dentro de diez años escribiendo un libro, en Cartagena, frente a la playa. “Me estoy viendo ahora como me vi hace algún tiempo. Los sueños se hacen realidad”

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