Revista dominical


José Wilfrido Cañarete Un artista rescatado

CARLOS VILLALBA BUSTILLO

07 de agosto de 2011 12:01 AM

Los alumnos de segundo de bachillerato del año 1952, en el Liceo de Bolívar, no mostrábamos el menor interés por la clase de dibujo que daba el profesor José Wilfrido Cañarete, un hombre de dos metros con imaginación de poeta y pulso de cirujano.

l lo notaba, pero persistía en terminar la teoría con que inició el curso para pasar después a la práctica, porque no sabía ganarse el salario sin cumplir de modo estricto su deber de enseñar.
Cañarete nunca se fastidió durante las primeras cuatro semanas de teoría, a pesar de nuestra displicencia faltando diez minutos para la hora siguiente, al sonar la campana. Su responsabilidad y su rigor eran de párroco obstinado, sin regaños ni rabietas desde el púlpito. Un viernes— era el único día a la semana de su materia—hizo un anuncio sentencioso: “El próximo viernes entramos a la mano y a la tiza”.
La atención de los alumnos se centró, aquel próximo viernes, en sus manos largas de dedos flacos que parecían cortadas de un esqueleto. Tomó la tiza como un violinista el arco de su violín, la alzó con elegancia musical, la dirigió en línea recta hacia la pizarra y empezó a dibujar, de pura memoria, cuatro curvas perfectas, dentro de las cuales aparecieron, poco a poco, los huesos, los músculos y las arterias de un muslo y una pierna masculinos. A medida que completaba las figuras, iba diciendo los nombres de los huesos, los músculos y  las arterias, como el más avezado catedrático de Anatomía. Hundidos todavía en el asombro, oímos la voz de Cañarete que nos preguntó: “¿Por qué ustedes están tan callados?”.
Porque usted-le dije yo- habla como un bobo y dibuja como un genio.
Fue la única vez en mi vida que me botaron de clase agradeciéndome un elogio.


BREVE SEMBLANZA

Luis Eduardo Camacho
Arquitecto

Cuando me pidieron que escribiera algo sobre el Maestro Cañarete, comencé a escarbar en los recuerdos de mi niñez para ver nuevamente su figura alta, enjuta y amable, que con paciencia se encorvaba con sabiduría de maestro y trataba de introducirnos en los misterios y laberintos en la representación de las figuras de la geometría Euclidianias.
Con suma paciencia trataba de hacernos comprender desde lo que era un punto, hasta la perspectiva de un cilindro inscrito en un volumen truncado, a los mayores.

Él era un fiel y exquisito seguidor de las normas clásicas contenidas en los diez tomos del tratado de Paladium, que recopilaba hasta el más mínimo detalle de los estilos griegos y romanos de la antigüedad, donde se mostraban además de las plantas, cortes y alzados de los fustes de columnas y capiteles. Así mismo posiciones clásicas del cuerpo humano tanto de varones como de hembras, donde él era un verdadero maestro, tratando de enseñar a niños y jóvenes del barrio El Cabrero, aquella sabiduría de las culturas clásicas.
Todavía recuerdo con emoción, el primer día que él puso en mis manos un pequeño carboncillo para que comenzara a trazar rectas y curvas, tratando de mantener la limpieza sobre la tersa superficie blanca e impoluta de la cartulina, que él había aprisionado con cuatro chinches sobre una pequeña tabla de madera.
De él sólo puedo recordar sus enseñanzas y su bondadosa paciencia con aquellos alumnos; algunos díscolos y otros que tratábamos de imitarlo, sin conseguir la claridad de sus líneas, cuando dibujaba sus jarrones y detalles que luego servían como libro de texto para nosotros.
 

Se ha producido un error al procesar la plantilla.
Invocation of method 'get' in  class [Ljava.lang.String; threw exception java.lang.ArrayIndexOutOfBoundsException at VM_global_iter.vm[line 2204, column 56]
1##----TEMPLATE-EU-01-V-LDJSON----
 
2   
 
3#printArticleJsonLd()
 

Comentarios ()

 
  NOTICIAS RECOMENDADAS