Revista dominical


La palabra es una fuente de agua

HERNANDO SOCARRAS

12 de mayo de 2013 02:36 PM

Es curiosa la actividad del hombre que teme y se resiste a ser “una estrella solitaria”.
No quiere estar solo. Elude las astillas de un espacio misterioso y no le es suficiente ver su rostro reflejado en el agua.   
Busca a otros. Se reúne. Sube a los ojos y pone en marcha la maquinaria de la voz,  humedecida en los labios, para modular. Para cantar. Para llamar y responder.
Inicia este camino tormentoso, a veces equívoco, porque además de llevar el habla también lleva la memoria y el necesario olvido que a veces ayuda a rectificar.
Intenta manejar el asombro y sus peligrosas variantes.
El asombro íntimo, que lo hace vulnerable a la soledad del lugar.
Ha nombrado las cosas y se nombra. Con un significado eficaz. Seguro. Referido a alguna materia o figura que evoca acciones felices, como la magia, que no supera el extraño ejercicio de vivir.
Una mano es la sombra contraria de la otra y es un escudo protector; es una puerta; es una ventana para compartir los colores del mundo. Una mano que es un hombre hablante y otra que lo escucha actuando sobre la tierra, para proponer el necesitado alcance de su compañía.
Una mano como espada pronunciable para intentar lo que tal vez sea la armonía del estar.
Entonces, el experto en esa herramienta del lenguaje conquista y construye los espacios aptos para la ensoñación y el sosiego.
Puede comunicar la temperatura de sus sentimientos y los rasgos de sus señales interiores.
Puede contar los árboles y las estaciones. Además, puede restar las adversidades cotidianas y los hilos neutros de su diario vivir.
Puede decir: Tengo hambre. Tengo frío. Quiero amar.
Así, van surgiendo afanosamente, la función de orden colectivo y su vital aporte en la participación lo de social.
(...) Tenemos en nuestra lengua bellas palabras para nombrar objetos, acciones. Palabras como:
Ópalo, Níspero, Tamarindo, Leyenda, Clepsidra…;
Tantas más…;
Usemos nuestras propias guías para no salir del camino y encontrar los pasos hacia donde vamos.
Conservemos el idioma como una fuente de agua y como un pan.
Reservémonos el placer “de entender” para que la tierra nos sea leve y para acercarnos a lo que tal vez sean la armonía y la solidaridad.


*  Apartes de  la intervención del poeta H. Socarrás en su homenaje realizado por la Universidad de San Buenaventura, Cartagena.

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