La peste zombi

Con la aparición del cine sonoro en los años treinta, aparece el subgénero de terror centrado en los zombies. El mundo de los muertos vivos, desde entonces, se popularizó y se tornó en un elemento más del repertorio de la diversión. Desde siempre, la fuente del terror en el cine, han sido las tradiciones populares: cuentos, leyendas, personajes propios de las distintas cosmogonías y relatos del mal. Terror de origen bíblico, hindú, hebreo o gitano. Concepciones y manifestaciones del mal que, desde el siglo XIX europeo, adquirieron fama en la prensa de folletín y en la literatura para las masas. Aparecen monstruos, momias, vampiros, locos asesinos y criaturas de laboratorio; es decir, personajes, a través de cuyas historias, podía leerse una aguda crítica a la aparición de una sociedad monstruosa cuya promesa de felicidad para todos, fracasó estrepitosamente.

Jack el Destripador, por ejemplo, es un sicópata asesino de prostitutas en Londres. Frankenstein, aquel experimento de laboratorio, es producto de la ira contra Dios; pues, su creador, perdió trágicamente hijo y esposa, lo que despertó su rebelión. El resultado es una monstruosidad, precisamente, en lo que se ha convertido el mundo entero. Quién sabe cuántos seres humanos clonados deambulan entre nosotros, cual Frankenstein
Por su parte, los zombies son tomados de la tradición haitiana y de la religión del Vudú, el cual, se trató como magia negra y como un tipo implacable de brujería. El centro de las historias fueron las pócimas infalibles y capaces de someter la voluntad de las personas para esclavizarlas. Con el tiempo, el cine de Hollywood abandonó la conexión del zombismo con Haití y se quedó con los monstruos.  En 1988 el director Wes Craven, retoma el asunto en la película “La Serpiente y el Arcoíris”; allí, un científico y antropólogo gringo, financiado por una multinacional farmacéutica, se aproxima a la cosmogonía haitiana para develar los secretos del zombismo. Craven propone una relación entre magia y razón, con miras a sugerir el poder de los saberes tradicionales, los cuales, se pueden descifrar a través de la bioquímica y obtener un poderoso y sofisticado anestésico, que sería un negocio de fábula. El secreto está en los rezos, las fórmulas secretas y el  veneno de un pez del abismo capaz de esclavizar gente. Craven, contextualiza la historia en el régimen dictatorial de Papá y Nene Doc, los Duvalier, en los años setenta. Sugiere que son los militares golpistas, los primeros en aplicar la pócima a los opositores políticos, para aniquilar su conciencia, para acabar con cualquier tipo de crítica. Los zombis se caracterizan por no pensar, no interrogar, no cuestionar, no criticar nada.

En ese sentido, el zombismo es una peste mundial. Perdimos nuestra capacidad de crítica en todos los escenarios de la vida: en especial en las escuelas y en las universidades. El consumo y el miedo social nos convirtió en zombis incapaces de darnos cuenta de las cosas; o, por lo menos, protestar contra lo que está mal, que es casi todo. No es gratuito el abordaje del zombismo en la película “Guerra Mundial Z” protagonizada por Brad Pitt, quien representa un funcionario de la ONU que es capaz de revertir los efectos de la pandemia mundial zombi. El origen del zombismo, en esta película, es la insurrección de la naturaleza que busca aplacar la sobre población extrema de la tierra, que ya pasó de siete mil millones de habitantes. Según la película, en virtud del zombismo, muere el veinte por ciento de la humanidad, el mensaje no puede estar más claro: sobra gente en el mundo y la promesa de la igualdad para todos es un fracaso. La peste Zombi consiste en que se masifica la idiotez.