Revista dominical


La salsa hoy en Cartagena

CARLOS DÍAZ REDONDO

18 de mayo de 2014 12:02 AM

Es imposible encontrar un criterio uniforme sobre el momento que vive la música Salsa en Cartagena.

Las opiniones  sobre el fenómeno cultural que tuvo su embrión en Nueva York en los años 60s y se extendió como una fiebre hacia los países del Caribe y norte de Suramérica por más de dos décadas, se reparten entre quienes piensan que se ha agotado, hasta los que dicen que está más viva que nunca,  pasando por posiciones más moderadas que reconocen que perdió mucha fuerza, pero creen  que aun despierta interés e invita a gozar a miembros de todas las  generaciones y clases sociales.

Son muchos los nostálgicos salseros que vivieron intensamente en plena adolescencia y juventud aquel momento envolvente que penetró en ellos más allá de su epidermis. Y hoy, ya con más de sesenta abriles bien disfrutados, expresan a voz en cuello que aquellos momentos son inigualables e imposible de superar. 

Y tienen toda la razón; aquello fue música interpretada con vigor, creatividad y pasión.

Fueron sentimientos expresados musicalmente, una forma de vivir, de bailar, de vestir, de hablar, de caminar; un movimiento cultural, más allá de unas agrupaciones orquestales y unas canciones radiodifundidas.  Por eso, es difícil desarmar sus argumentos cuando se cuestionan que la Salsa de hoy, la “Romántica”, la “Clarita”, la “Llorona”, no alcanza la altura de los tobillos de la Salsa de los 60s y 70s.

Los Salseros jóvenes de Cartagena que se han integrado en varios grupos en las redes sociales, por el contrario, aunque admiran y respetan al salsero veterano, piensan que como todo, la música evoluciona y que la expresión salsera de las nuevas generaciones ha servido para mantener la pasión por este fenómeno en tiempos en que se pusieron de moda  en la radio local, géneros como el merengue, el reggaetón, el vallenato y la champeta criolla.

La verdad es que  aquella Salsa, con la que crecieron nuestros padres y familiares mayores, no podrá repetirse; porque ella fue el resultado de la mezcla de condimentos hecha sin fórmula predeterminada, en un momento histórico irrepetible, con un propósito final: poner a la gente a bailar.

El reconocimiento y la fama en aquellos tiempos para orquestas y cantantes, era directamente proporcional al número de personas que con sus canciones, hacían levantar de sus sillas para ubicarse en el centro de la pista a “azotar baldosas”.  Pero lo más importante de ese movimiento cultural de los años 60s y 70s, es que su huella ha sido imborrable y su influencia sobre nuevos géneros y movimientos musicales sigue siendo muy fuerte.

Sin embargo hubo días difíciles y de amargura para los salseros veteranos de Cartagena.

Los años  80s y 90s marcaron un evidente retroceso de la Salsa para los bailadores frente a otros ritmos como el merengue y el vallenato. Solo los  salseros románticos como Jerry Rivera, Eddie Santiago, Frankie Ruiz y un puñado de cantantes de voz de tonos agudos, canciones recicladas de baladas y algunos boleros, se  escuchaban muy ocasionalmente en nuestras emisoras, con la resistencia de los salseros “ortodoxos”, que vieron pasar los días, años y décadas esperando más ritmo, mas cadencia y menos melodía; más sabor y menos melancolía. Sin embargo agrupaciones como Niche y Guayacán lograron con su mensaje, ritmo y melodías acercar a la Salsa a un público femenino que antes se interesaba poco por ese genero musical.                      

En la primera década de este siglo el turno en la popularidad le llegó al reggaetón,  y algo, al vallenato de la “nueva ola”. Los programadores musicales en las emisoras locales se dedicaron tercamente a promover solo estas especies, desconociendo las producciones de salseros como Rubén Blades, Andy Montañez, Roberto Roena, La Sonora Ponceña, Los Hermanos Lebrón, Isaac Delgado, Jimmy Bosch y hasta los ganadores de premios Grammy como Israel  López Cachao. La decadencia del disco por efecto de la piratería, dejó sin promotores a los grandes artistas de la Salsa, quedando el medio secuestrado por la “payola”, lo que ayudó a aumentar la ignorancia musical de algunos directores en la radio local  y con ello la consecuente intoxicación del oído de los cartageneros.

Esto hizo que el salsero se arrinconara en su casa a escuchar los domingos en su día de descanso, sus discos de acetatos comprados en sus años mozos o sintonizar el único programa de Salsa que se difundía en Cartagena: Salsa y Playa, de la emisora Olímpica Stereo.

Los sitios para el disfrute de su música amada, para “azotar baldosa”, para tirar pasos y para escuchar lo mejor de la salsa, cada día eran menos y de cuestionada calidad. Solo se mantenían El Coreano, - un kiosco instalado en una zona verde a la entrada del barrio Los Caracoles con un sonido regular,  pero con un arsenal salsero envidiable; “El Safari” , en la Avenida Pedro de Heredia, considerado el templo de la Salsa en Cartagena; “Donde Fidel”, de propiedad de Fidel Leottau, un veterano salsero de mil guerras, en un pequeño lugar en la Plaza de Los Coches, en el Centro histórico, que pudo incorporar parte la plaza a su proyecto, gracias a la construcción del baño público a pocos metros en la Plaza de la Aduana; Areíto, un ejercicio interesante de Eliécer Marimón  que quedó a mitad de camino; Quiebracanto, más enfocado al turista, y unos cuantos más que se podían contar con los dedos de una mano.

Los tiempos de hoy
Hoy la situación es bastante distinta.  La Salsa en Cartagena ha dejado de ser la música de viejos, de  incultos, de la “canalla” como diría Héctor Lavoe. Ya se escucha nuevamente en la radio, ya se disfruta en sitios de buen nivel y se baila por todas las generaciones en un número cada más mayor.

Este resurgir se viene gestando desde hace aproximadamente un lustro cuando una emisora en AM (La Cariñosa, de RCN) decidió apostarle a una programación con un alto porcentaje de  música Salsa, combinada con noticias en un estilo popular. Hoy las emisoras de  FM se atreven a hacer una programación con un buen porcentaje de Salsa;  y Oxígeno, 1360  de Caracol, le ha apostado a la Salsa de todas las épocas, con énfasis en la de los años 70s y 80s, con bastante éxito hasta el momento.

Pero además, han surgido nuevos bares enfocados a satisfacer el gusto salsero de gente de clase media, profesionales de todas las disciplinas, de todas las edades y de gusto variado.

Vueltabajero, un bar que gerencia Dayana Torres, una joven de escasos 30 años, de gran visión y tenacidad, condensa lo que los  salseros cartageneros pedían: Excelente programación musical respaldada por una colección de discos compactos considerada como de las más completas, es un espacio para el encuentro de salseros de todas  las edades y preferencias. Allí se han presentado artistas de la talla de Adalberto Santiago, Wilson Saoko, Henry Fiol, Gabino Pampini, Danny Daniel, Hugo Alandete, el Septeto Nacional de Cuba y Alfredo de la Fe, entre otros.

Ya aparecen nuevos establecimientos como Tribilín Cantore, Salsa, Ritmo y Sabor, El Platanal de Bartolo, Sibanicú, Kikiribú, Huevo Loco y otros más. Todo parece indicar que tiene plena validez el grito de aquel señor sesentón de sombrero con la pluma roja, la guayabera de colores y los zapatos caprichos y un aguaje que solo puede advertirse en el que lleva la Salsa por dentro y que repetía con certeza: “Lo malo de la Salsa, es que uno se muere y ella sigue” .
Al menos en Cartagena hay salsa para rato.

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