Revista dominical


Las calles de tierra

EL UNIVERSAL

01 de agosto de 2010 12:01 AM

Con la revolución del concreto del Secretario de Infraestructura, ingeniero Antonio Flórez, Cartagena incrementará sus índices de calles pavimentadas. Hace 20 años, cuando se inició el programa de Participación Comunitaria del alcalde Curi, en su primera administración, escasamente eran del 30% del total de la ciudad. Soy ferviente defensor de estos programas, pues son evidentes los beneficios que traen. En primer lugar mejoran la movilidad facilitando el acceso de vehículos; en segundo, se controla el polvo en verano y los barrizales en invierno. Como consecuencia de lo anterior la comunidad fortalece su sentido de pertenencia, mejoran sus viviendas y se genera un gana – gana que valoriza las propiedades. Con todo lo expuesto, se de personas muy ilustradas que echan de menos las “calles de tierra” que caracterizaron nuestros barrios. Una calle destapada es, para esos nostálgicos, el sumun del urbanismo democrático. Debido a los escasos carros que penetran, se convierten en el reino de los niños para improvisar sus canchas de fútbol, béisbol o lo que se les ocurra. Para las madres, no hay sobresaltos pues saben que sus hijos no están expuestos a las veloces busetas, que tantas víctimas han cobrado. Para los padres la calle es el escenario propicio de socialización vecinal, que incluye: mesa de dominó, picó, cervecita bajo el palo de mango y, si la cosa se pone buena, sancocho dominguero en olla comunal. Culturalmente los costeños del Caribe somos dados a los espacios abiertos al exterior de la casa, es una herencia que tenemos muy arraigada. Hasta hace poco era sagrado, para nuestros padres y abuelos, sentarse a la tardecita en la terraza a coger el fresco y ver pasar a la gente, mientras los pelaos salían a la calle a jugar al “bate” con una bola de medias y sus manillas de lona, y las niñas a brincar velillo, a hacer sus rondas de cantos y juegos tradicionales. Debido al crónico déficit de espacios de recreación que ha sufrido Cartagena, la “calle de tierra” fue la extensión natural de la casa, en la ciudad no había parques de diversión y los pocos existentes tenían más sentido de escenario para actividades pasivas de adultos que para juegos infantiles. En el urbanismo contemporáneo se favorece poco la creación de terrarios y espacios de encuentro con la naturaleza, más allá de los jardines del tamaño de una estampilla. Noten ustedes como nuestros niños de hoy cada vez pasan mayor tiempo pegados al televisor que jugando al loco, la penca escondida, la lleva o a la libertad. ¿Si sabrán las niñas el significado de: ¿a Marcelino que le dan…;la cebolla con el pan, o que pase el rey y quien quiera pasar que el hijo del conde se queda atrás? ¿Sabrá alguno de ellos que en bolita de uñita: repechá es cabe, que si no has cogido hoyo no me puedes matar?¿Habrán bailado un trompo a pita volá? Con tanto pavimento lo dudo. Razón tienen Julio Sánchez y sus amigos nostálgicos.

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