Revista dominical


Laureano Vive

RICARDO CHICA GELIS

18 de marzo de 2011 12:01 AM

"Otros primitivos pobladores de nuestro territorio fueron los africanos, que los españoles trajeron para dominar con ellos la naturaleza áspera y huraña. El espíritu del negro, rudimentario e inconforme, como que permanece en perpetua infantilidad. La bruma de una eterna ilusión lo envuelve y el prodigioso don de mentir es la manifestación de esa falsa imagen de las cosas, de la ofuscación que le producen el espectáculo del mundo, del terror de hallarse abandonado y disminuido en el concierto humano” Esto declaró en cierta ocasión Laureano Eleuterio Gómez Castro (Bogotá 1889 – 1965).
Si uno quiere conocer parte la mentalidad colombiana, tiene que conocer la historia de Laureano Gómez, su vida política, su liderazgo católico y su incidencia en los modos de ser del pueblo. Gómez fue presidente de Colombia de 1950 a 1951 cuando debido a su delicado estado de salud, cedió temporalmente el poder a Roberto Urdaneta Arbeláez. El 13 de junio de 1953 retornó al poder, siendo rápidamente depuesto en un golpe de estado por el General Gustavo Rojas Pinilla. Para mí Laureano Gómez vive en nosotros en virtud de nuestra intolerancia, de la rabia que nos habita, de nuestro fanatismo, de nuestro fundamentalismo, de nuestras manifestaciones de irracionalidad.
Laureano fue un entusiasta promotor de las ideas nazistas, fascistas y racistas a partir de las cuales reforzó su hispanofília como elemento ideológico fundamental del partido conservador y, me atrevería a decir, de nuestra sociedad en general. Todavía en 1938 Gómez sostenía la tesis de los años 20 sobre el determinismo geográfico, es decir, que los seres humanos que viven en climas fríos y templados son superiores a los que vivimos en climas cálidos y a orillas de ríos y mares. Mi apuesta es que Laureano vive porque en sus tiempos fue –sin ser cura-representante ardoroso de la iglesia católica, una institución que cogobernó (¿cogobierna?) largamente en Colombia, pues, desde siempre ha sido un aparato más poderoso que institución alguna, incluido el ejército, el ejecutivo, el legislativo o el judicial. La alianza Gómez e iglesia permitió difundir con eficacia el pensamiento del primero, pues, a la larga, ya la gente colombiana era laureanista antes de que este naciera. Somos así católicos y alcohólicos: un hilo conductor que nos hace oscilar entre la culpa y el arrepentimiento. La liturgia católica fue el más atractivo espectáculo, si no el único de las clases pobres desde la colonia y hasta hace muy poco (al decir de Carlos Uribe Celis) y sobre ello cabalgó Laureano para difundir una visión política y cultural que no es que haya tenido gran resistencia, hasta nuestros días.
Laureano vive en el caso de Yenny Castro la estudiante de derecho que fue agredida el mes pasado por un grupo de jóvenes que portaban armas deportivas del estilo “paintball” (bola de pintura). No creo que este sea un caso aislado de racismo. Para mí, la expresión más sofisticada de esta mentalidad en Cartagena, es cuando se niega su práctica o existencia en nuestra sociedad. Racismo negado por los propios negros y negras. Estamos perdidos, pues, negar la discriminación racial es aceptar que las cosas como están, están bien. De ahí que el caso de Yenny Castro y lo que decidan las autoridades, sea tan importante, pues, ello repercutirá en pensarnos como afrodescendientes en un contexto social y cultural donde la mentalidad laureanista nos caló tan hondo. Los afrodescendientes en Colombia, tenemos dentro un pequeño Laureano que nos hostiga, que nos humilla, que nos mantiene postrados en el lugar que nos han confinado. Ser negro es bueno y sabroso pero también es muy problemático, trágico muchas veces. Y esto último no tiene porqué ser así.
Creo, como muchos, que el re –aprendizaje es la forma colectiva de comenzar a superar el fardo católico laureanista que nos habita. Cada vez menos se oyen chistes racistas, pues, al parecer, se están regulando las prácticas de intolerancia racial. El ímpetu laureanista encontró eco y fuerza en el sistema educativo y en los textos escolares diseñados según directrices de la iglesia de la época, lo que sin duda, ha tenido sus consecuencias hasta hoy. El caso de Jenny Castro y el modo como se plantee el debate nos puede permitir interrogar a ese terrible Laureano mental.

ricardo_chica@hotmail.com
 

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