Revista dominical


Lente de la nostalgia

GERMÁN FONSECA CASTILLO

11 de agosto de 2013 03:28 PM

Siendo Coordinador de Estudios de la Escuela Taller Cartagena de Indias  tuve una experiencia que me viene a la memoria ante hechos que se están dando hoy en Getsemaní, barrio en que dicha escuela tiene su sede. Por política interna de la escuela se asignaban cupos preferenciales a los jóvenes getsemanisenses con el ánimo de promover en ellos la valoración del patrimonio histórico arquitectónico y la aplicación de los conocimientos que adquirieran en los inmuebles de su barrio.

Como mecánica de selección incluimos en el cuestionario del examen de ingreso preguntas sobre personajes  y eventos tradicionales del barrio. Preguntábamos: quién era el profesor Escandón, en que calle vivía Prende la vela, quién era la reina vitalicia del Cabildo, qué era un Carro Charro, cuál era el oficio de Juan Orol, donde trabajaba Pello malo. Las respuestas, por una parte, ponían en evidencia a los “colaos”  y por otra nos permitían captar cómo las nuevas generaciones conocían los elementos  de la trama que nutre la identidad barrial. Caso delicado en nuestra sociedad, especialmente en un conglomerado con los pergaminos históricos de Getsemaní. Un buen número de muchachos se formó en oficios del patrimonio y ejercen sus competencias como artesanos calificados exitosamente. Visto con la perspectiva que nos permite el paso del tiempo estimo que la estrategia funcionó.
En conversaciones con líderes del barrio me he enterado que la asociación de vecinos, respaldada por familias raizales,  adelanta un proyecto de resistencia comunal al proceso, paulatino pero firme, de expulsión de la población nativa, la tercerización y la pérdida de identidad. Fenómeno urbano que en términos contemporáneos los sociólogos llaman “GENTRIFICACIÓN”. Nueva forma de etiquetar lo que han sufrido barrios como el Centro, San Diego y Manga desde la mediados del siglo pasado y al cual nuestro gobierno, local y nacional, no han atendido.
La gentrificación  se manifiesta cuando personas de elevado nivel económico, foráneas al barrio afectado, lo perciben como un buen nicho de negocios, o de residencia con cierto prestigio, y deciden instalarse en  él. En principio adquieren inmuebles ruinosos, pertenecientes a familias con dificultades económicas, los transforman en viviendas de lujo, hoteles, centros comerciales, u oficinas. Al darse esto el barrio comienza a revalorizarse, los propietarios hacen buenos negocios, las familias vendedoras superan sus aprietos. Todos contentos quisiéramos ser los próximos favorecidos por la fortuna para salir de pobres, deshacernos de ese caserón viejo con buenas utilidades. Es venderle el alma al diablo. Sus efectos más nocivos se manifiestan en aquellos residentes más pobres o que no son propietarios. Lentamente ven  como sus vecinos son sustituidos por gente extraña que no conoce sus costumbres tradicionales; se aumenta el nivel socio-económico, con ello el valor de los servicios públicos y los impuestos, hasta llegar a la asfixia. El número de residentes autóctonos se reduce pasando a ser las piezas raras del ajedrez económico en que se convierte el terruño donde tiene enterrado el ombligo y por generaciones  sintieron que les pertenecía. El despojo va tomando fuerza, los nativos se arrinconan, las generaciones jóvenes no entienden el sentido de la lucha, la expulsión se consuma y se termina con un barrio restaurado físicamente al que le arrancan el corazón, sin niños, sin comadres parlanchinas, sin tiendas de esquina, sin juegos en la plaza, en el que hay que pagar a precio de turista rico hasta las miradas. Ahí está la placita de Santo Domingo con sus cervezas a diez mil, sus palenqueras vestidas de guacamayas y sus gorditas de Botero.
Históricamente Getsemaní se ha parado en la raya a reclamar lo propio y no dejarse. Tengo confianza en que ahora también lo hará y preservará en la ciudad el último bastión de nuestra zona histórica. Florencio, Martín, Miguel, Hairo y demás residentes que lideran la resistencia lo tienen claro. En su proyecto Memorias de la Libertad III impulsan en la comunidad la reflexión sobre las consecuencias de la gentrificación y la organización para enfrentarla. Entre sus objetivos se han propuesto recoger y difundir las memorias, representaciones simbólicas y elementos del patrimonio cultural inmaterial del barrio para fortalecer el sentido de pertenencia e identidad.
Han diseñado estrategias para su alcance:
Con Getcinema proyectan películas que ponen en evidencia las realidades de la comunidad, destaquen valores de la gente del barrio y propenden por la apropiación física de su territorio. Mediante Fotomurales intervienen fachadas de viviendas convertidas en lotes de engorde con pinturas  de las familias desalojadas, como una forma de mantener viva la memoria de esos vecinos.
Otra estrategia es Sistematización de la Memoria Simbólica por medio la cual indagan sobre bibliografía histórica del barrio, rescatan tradición oral y realizan conversatorios en universidades y colegios del sector, para finalmente editar un libro que recoja la experiencia. Para dotar el proceso de sólido respaldo científico adelantan la Caracterización socioeconómica de los propietarios residentes y de los establecimientos de comercio del barrio, en la que registrarán las condiciones actuales de las viviendas, sus ocupantes, tipo de tenencia, concepto étnico, características de los negocios, servicios que brindan, vinculación a ellos de los getsemanisenses.
La creación de la Fototeca digital tiene como objeto recopilar fotografías de habitantes del barrio, incluyendo familias que se han mudado pero su recuerdo permanece en el barrio,  para catalogarlas, preservarlas, incorporarlas a un Centro de la Memoria y ponerlas a disposición de investigadores y personas de la misma comunidad.
Hay en Getsemaní un aire positivo que llama al optimismo los pobladores nativos tienen interés en permanecer en su propio medio. Me causó mucha gracia escuchar a una señora que decía con lucidez “Yo de aquí no me voy ni que me den la plata que quieran. No deseo irme para regresar con tristeza a lo que ha sido lo mío”
GERMÁN FONSECA CASTILLO
Cartagena, julio de 2013
 

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