En el Estadio de Sóftbol de Chiquinquirá llegan por las tardes unos bandidos de un solo brazo.
Pero tranquilos, no se trata de unos rufianes. De hecho, es gente excesivamente buena que hace parte de One Arm Bandits (Bandidos de un solo brazo). Es el único equipo de béisbol de esa organización mundial que existe en Colombia para personas con este tipo de limitaciones físicas.
Casi todos sus 35 integrantes perdieron el brazo en accidentes de diferentes tipos. Pero por su actitud, parece que jamás hubieran vivido un episodio tan amargo. Sorprende ver rostros tan optimistas y amistosos.
Uno a uno van llegando tipo 4:00 de la tarde a practicar. Tienen por rutina reunirse tres veces por semana. Hacen un intenso calentamiento para evitar que cualquier músculo se atrofie: dan, como mínimo, dos vueltas al campo y batean desde diferentes posiciones.
Se llaman entre ellos “mochos”. Lo hacen según por cariño. Es muy raro de verdad escuchar que un mocho le grite a otro de ese mismo modo. Resulta comiquísimo. Igual, es gente que aprendió, quizá no en un aula de clases, pero sí en la universidad de la vida, que los paradigmas y esquemas de las personas en condición de discapacidad van mucho más allá del lenguaje ordinario.
Quien trajo One Arm Bandit a Colombia fue Álvaro Enrique Medrano Romero. Se conoce la historia de esa organización al pie de la letra. Cuando me la cuenta, es como si se apropiara de una investidura que lo hace ver como un ser superior dentro del equipo.
Me dice que hace algunos años en Estados Unidos un hombre, a quien le faltaba un brazo, jugaba béisbol profesional. No llegó a ser grandes ligas, por miedo a que su discapacidad le ganara a su talento. De modo que abandonó su carrera como deportista y se dedicó a trabajar en una empresa en la que se hizo muy amigo de alguien con sus mismas limitaciones. Los dos resultaron aficionados del béisbol y todos los días se llevaban las manillas para la empresa y echaban un partidito de vez en cuando. Se les ocurrió crear un equipo de béisbol con personas que estuvieran en su misma situación; y tal fue la sorpresa que en muy poco tiempo lograron conformarlo.
En una ocasión, después de practicar, el equipo fue hasta una cafetería para hidratarse. Cuando estaban en el sitio, uno de los integrantes metió un dólar en la máquina de refrescos (aquellas que sólo tenían brazo que hacía las veces de palanca). Por desgracia, el aparato se tragó el billete y el hombre furibundo comenzó a patearlo y expresó: 'You are a one arm bandit' (eres una bandida de un brazo). Al grupo le pareció que sonaba bien y así bautizaron al equipo.
Álvaro no tiene inconvenientes en hablar de su historia personal. Cuenta ese drama como si se tratara de una anécdota más. Es cartagenero, pero vivía en Venezuela. Un día, como ya era costumbre, tomó el autobús para el trabajo. Mientras esperaba el cambio de semáforo, una tractomula que iba sin frenos se llevó al vehículo en el que viajaba Álvaro. El impacto fue tan fuerte que el bus arrastró a otros 10 carros que estaban en la vía.
De las 30 personas que iban en el bus, 20 de ellas fallecieron de forma instantánea.
Álvaro estuvo en coma y se fracturó 8 costillas. Antes del accidente, practicaba béisbol y era buenísimo. Después de lo ocurrido, no quiso volver a saber del juego. Hasta que fue a visitarlo el representante legal en Venezuela de Los bandidos de un solo brazo. La organización tiene, además, equipos en República Dominicana, Puerto Rico, Nicaragua y Colombia. Aquel hombre lo llevó a ver un partido y Álvaro salió llorando de la emoción. Fue selección Venezuela y uno de los mejores jugadores de ese equipo. Viajó a Miami, se conoció con Víctor Rosales (creador de One Arm Bandit) y le pidió la aprobación para crear un equipo en su natal Cartagena.
Cuando regresó a esta ciudad, logró reclutar a varios. Uno de ellos, Dairo Coneo, un joven que en sus ratos libres se la pasaba jugando billar y tocando guitarra, perdió casi todo el brazo mientras trabajaba operando una máquina de plástico en Mamonal. Se distrajo unos segundos y el plástico se le enredó en la mano. La máquina lo haló y el tornillo sin fin le amputó el brazo. Como fue una amputación directa, en el momento no sintió dolor. Hasta que comenzó a desangrarse y se dio cuenta de lo sucedido. Estaba solo en la bodega y salió a pedir ayuda. Una compañera de trabajo, quien había estudiado enfermería, le prestó los primeros auxilios. Caminó a buscar un taxi y sólo hasta que llegó al hospital comenzó a sentir un dolor insoportable.
Cree que la mejor terapia para recuperarse tan rápido fue su familia y el deporte.
“Yo no jugaba nada, aquí fue donde aprendí todo. No hubo psiquiatra o psicólogo que me hiciera un tratamiento tan bueno como este. Practicar béisbol me sanó interiormente”, dice.
Los bandidos de un solo brazo tienen la capacidad de sacarle chiste a todo. Desde que llegué, no han parado de hacer comentarios subidos de tono. En especial, Gustavo Saavedra, jugador de tercera base. Está en el equipo desde hace 12 años. Sin duda, es uno de los mejores. Siempre que falta alguno de sus compañeros, él asume su posición en el juego.
De todo el equipo es a quien más se le nota la limitación física. Perdió prácticamente todo el brazo en un accidente de tránsito. Iba en su bicicleta desde el barrio Bocagrande hacia el barrio de Escallón Villa. Un bus ejecutivo, que viajaba en competencia con otro, frenó inesperadamente y golpeó la bicicleta de Gustavo. La llanta delantera del vehículo le destrozó el brazo.
Por las condiciones en que quedó el miembro, supo inmediatamente que lo había perdido. Sin embargo, en la clínica lo sometieron a dos operaciones para salvarlo. Los esfuerzos fueron vanos: tuvieron que amputarlo.
“En el fondo, lo que quería era que me lo cercenaran para descansar del dolor y el ardor. Mira tú, qué combinación perfecta esa”, expresa riéndose.
Es técnico en Construcción Civil. Después del accidente, ha seguido desempeñando su trabajo como si nada. Al ver mi cara de sorpresa, Gustavo sospecha que no entiendo cómo hace para ejecutar un trabajo tan físico, a lo que me dice: “¿Y cómo trabajo?, con un un solo brazo”.
Gustavo causa la impresión de ser un tipo muy tosco y de mal carácter. Pero una vez hablas con él, sabes que es un mamador de gallo absoluto. Así fue como enfrentó la desgracia de perder uno de sus brazos a los 40 años: con humor.
“Mis compañeros se admiran, porque nunca estoy de mal genio. Pero te imaginas un mocho amargado, nombe”, expresa y suelta una carcajada.
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Los bandidos de un solo brazo no cuentan con el apoyo de ninguna entidad local. Álvaro Medrano, creador y representante legal en Cartagena, todos los años pasaba sus proyectos a la Alcaldía Mayor de Cartagena y a la Gobernación de Bolívar, y éstos ignoraban sus peticiones, aludiendo que no habían recursos.
Los invitaban a torneos en otros países en donde la organización, sin ánimo de lucro, hace presencia y tampoco conseguían ni para los pasajes. Es así como poco a poco han ido desertando varios de los jugadores.
“Nos han invitado a Puerto Rico, Estados Unidos y Nicaragua. De cosa pudimos ir dos veces a Venezuela y con los pasajes nada más. Creo que por lástima finalmente nos los dieron, pero allá nos tocó ver cómo hacíamos para comer y lo demás. Aquí no hay apoyo. Siempre dicen que no hay presupuesto para uno”, cuenta Medrano.
Hablar con ellos resulta verdaderamente motivante. Es gente que aunque les ha tocado guerrear fuerte en la vida, siempre tienen una sonrisa incompresible en el rostro. Ellos están de acuerdo con que el deporte genera felicidad. Por eso, después de 12 años, siguen echándole ganas, aún cuando parezcan un equipo invisible en la sociedad.
“El único logro que hemos conseguido –dice Medrano– es la satisfacción y la alegría que nos da cada vez que venimos a practicar. Aquí nos sentimos útiles. De ahí en adelante, ningún otro triunfo”.
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