Revista dominical


Martín, el hombre que se volvió una carreta literaria

GUSTAVO TATIS GUERRA

22 de junio de 2014 12:02 AM

Para entrar a la habitación de Martín Murillo hay que pasar por encima de cinco mil libros apilonados y solo le queda una sola baldosa libre para llegar a la cama. Martín vive desde hace doce años en una habitación pequeña de las residencias La Muralla, en la Calle de la Medialuna en Cartagena de Indias. En la habitación 21 donde hace veinte años vivió el poeta Raúl Gómez Jattin. Me dice que no ha soñado jamás con el poeta, aunque algunos de los inquilinos creen escuchar a veces su carcajada al mediodía cuando al poeta se le aparecía la voz del diablo susurrándole una metáfora cruel e inesperada.

“Ese loco si sabía”, le dice una inquilina que parece alucinada al ver la habitación tomada por los libros. La carreta de Martín Murillo es la única carreta del Centro Amurallado de Cartagena de Indias que no vende nada, sino que presta libros desde hace siete años. En esta carreta lleva doscientos diez libros cada día, número que aumenta a doscientos veinte si los libros no son voluminosos. La Carreta Literaria de Martín Murillo es el más novedoso de los proyectos de promoción de lectura en Colombia, que ha recorrido cinco países en las ferias internacionales del libro de Buenos Aires, Guadalajara, España, Venezuela y Colombia.

En esa carreta Martín lleva  a los transeúntes de plazas y parques de Cartagena de Indias, escuelas y universidades y pueblos de Bolívar, la lectura gratuita de los tesoros de la literatura colombiana y del mundo, algunos de ellos,  nada menos que Cien años de soledad, firmado por el Premio Nobel de Literatura Gabriel García Márquez, que lo mandó a llamar a su casa del barrio San Diego en su última visita a la ciudad en 2013 y le dijo que le tenía una sorpresa: el libro dedicado. La sola llamada de Mercedes Barcha, la esposa del escritor, fue un regalo para Martín Murillo, que considera a García Márquez uno de los genios de la literatura de todos los tiempos. Al igual que Gabo, Martín tiene autografiados libros del Premio Nobel José Saramago, Mario Vargas Llosa, su amigo John Lee Anderson; Miguel Ángel Bastenier, William Ospina, Carlos Fuentes, Óscar Collazos, entre otros.  Dentro de estos cinco mil libros que tiene Martín hay uno empastado en dorado con mil páginas en blanco que el simula leer con devoción a los niños.

Cuando el abre estas páginas empieza a contar una historia que inventa a medida que recuerda todo lo que ha leído de los escritores del mundo. Y deja en vilo a quienes escuchan su cuento porque es una historia de las mil y unas noches sin comienzo y sin final, y desliza sus ojos en la página en blanco para sugerir entre su público cual podría ser el remate de una historia que volverá a empezar cuando alguien se deje atrapar por  el libro.  La historia de Martín es un asunto novelesco, porque es un ser solitario que mueve multitudes. Vino del Chocó huyendo de la pobreza y empezó a vender agua por las calles del Centro amurallado de Cartagena de Indias. No vende agua ahora pero su carreta legítima es animar la sed de leer.

“Todo el día vendía agua y bonais, y por las noches iba a los eventos culturales de la ciudad. Un día se me ocurrió presentar a los niños mi Carreta Literaria con los libros que me iban regalando. Los primeros 120 libros me los dio la Fundación para un Nuevo Periodismo Iberoamericano, la fundación creada por García Márquez, gracias al apoyo incondicional de Jaime Abello Banfi.

Fui al Colegio La Magdalena en Getsemaní y me sorprendió cuando uno de los niños me pregunto si eso daba plata. A ese niño que ahora es un muchacho le he dicho que el día en que yo venda un libro ese día muere la carreta literaria. No me interesa eso, sino prestarlo para leer. Un día un tipo me hizo la propuesta indecente de quererme comprar por ocho millones de pesos uno de los libros firmados por uno de los Premios Nobeles y mi respuesta fue un no rotundo, aprendí que mi vida es una sola y que soy el mismo en el día y en la noche.

Aprendí que ya no podré vivir sin empujar esta carreta y no podré vivir ni casarme con ninguna mujer a la que no le gusten los libros, porque desde hace siete años supe que esto era lo que quería hacer en el resto de su vida: provocar el vicio feliz de leer”.

Vio en aquel 2007 en el Congreso de la Lengua Española a Gabo bajo una lluvia de mariposas amarillas. La primera vez lo vio en Maicao en plena calle con una camisa de bluyín.   Recorrió hace poco treinta y dos municipios de Bolívar con su carreta llena de libros.

La carreta cruzó el río Magdalena en una canoa grande hasta Montecristo  y Cantagallo, vio la ciénaga inmensa entre dos montañas, la soledad de los pueblos mineros y la perplejidad de quienes estaban descubriendo el agua tibia y ardiente de las palabras. En esas andanzas estaba cuando murió Diomedes Díaz y vio salir de una casa desconsolada de Norosi, a la una de la tarde,  a una muchacha a la que le pagaban por alquilar su cuerpo a los sedientos y la muchacha se puso a llorar sin consuelo porque había muerto su cantante. 

Martín quiere recorrer veinticuatro departamentos de Colombia a los que aún no ha llegado y crear un centro integral de lectura con la certeza de que el libro jamás morirá, solo cambia de formatos, en “algún momento el libro empezó sobre la piedra, la madera, el papiro, el bambú, el rollo, el libro impreso y el digital”. Las dos novelas que relee son El coronel no tiene quien le escriba, de Gabo; y El viejo y el mar, de Hemingway. El coronel es un viejo terco pero el viejo de Hemingway es un viejo persistente. Los dos tienen la dignidad de la pobreza. Martín me dice que lee cuatro y cinco libros semanales. Esa es su carreta.

Se ha producido un error al procesar la plantilla.
Invocation of method 'get' in  class [Ljava.lang.String; threw exception java.lang.ArrayIndexOutOfBoundsException at VM_global_iter.vm[line 2204, column 56]
1##----TEMPLATE-EU-01-V-LDJSON----
 
2   
 
3#printArticleJsonLd()
 

Comentarios ()

 
  NOTICIAS RECOMENDADAS