Revista dominical


Martín Murillo: El hombre de la Carreta Literaria

GUSTAVO TATIS GUERRA

28 de agosto de 2011 12:01 AM

Es la única carreta de Cartagena que transporta libros. No vende libros, los presta a los lectores que encuentra en las plazas, en los parques, en las universidades. La carreta se estaciona en el Parque Bolívar y cumple un horario de préstamos de libros, durante más de diez horas al día.
La primera vez que lo vi, me impresionó descubrir que leía ante un grupo de niños, un libro de pasta dura, cuyas páginas estaban en blanco. Me acerqué a ver el libro y él me dijo sonriente que era un libro de mil páginas y mil cuentos que él mismo ha ido inventando e improvisando, hasta atrapar a nuevos lectores en las historias escritas.
Es Martín Murillo Gómez, de Quibdó, de 42 años, quien desde hace cuatro años y tres meses, empuja en Cartagena, esta singular carreta llena de libros. Es el gestor de una de las aventuras culturales  únicas de la Cartagena de los últimos años. Sin proponérselo, se ha convertido en un guardián de los lectores de Cartagena de Indias. Él se denomina un PPL: Un prestador  y promotor de libros. Y sus números que forman parte de su identificación es 7/24/365: Un prestador de libros los 7 días de la semana, las 24 horas al día y los 365 días del año. Tiene que ser un verdadero quijote, abstemio, sano, sensible y soñador, que vive solo con sus libros en una habitación de hotel en la Medialuna.

—Empecemos por el principio. Háblenos de su infancia.
   —Nací el 20 de abril de 1968 en Quibdó.  Mi papá Salomón  Murillo, un militar, y  mi madre Lucía Gómez, una costurera. De mi papá heredo el físico y mi atracción por la música. De mi madre, una criatura fina, heredo la paciencia.
—Cuéntenos el nacimiento de la aventura de la Carreta literaria?
—Empecé hace cuatro años y tres meses empujando esta carreta llena de libros. Pero hace seis o siete años yo vendía agua por las calles de Cartagena,  era lavador de carros, vendía arepa rellena, gaseosas. Los directivos de la Fundación Nuevo Periodismo Iberoamericano, vieron mi interés por la lectura y me apoyaron para que yo tuviera más tiempo para leer. Eso fue decisivo para gestar la idea de la Carreta Literaria ¡Leamos! Como vehículo de promoción de lectura.
—¿En qué momento se le ocurrió llenar la carreta de libros?
—Arrancó un 22 de mayo de 2007. Desde niño me han atraído los libros. Para mí leer es un placer fisiológico. Mis cinco hermanos todos son profesionales: Salomón es geólogo. Juan Guillermo es profesor de matemáticas en la Universidad de Medellín. Ana Lucía es enfermera en Medellín. Carmelina está vinculada al sector bancario en Berrío. Rosa trabaja en preescolar en San Buenaventura. Empecé a idear una forma de promover la lectura a través de una carreta que no transportara verduras ni frutas, sino libros. Pensé en la experiencia del bibliobús y en la bibliobicicleta y en la biblioteca que se creó en una estación de policía. Muchas personas del sector cultural de Cartagena empezaron a regalarme libros: Jaime Abello, de la Fundación  Nuevo Periodismo Iberoamericano, Óscar Collazos, Jaime García Márquez,  Ana Arnedo, Jorge Casalin,   Luz Adriana Martínez, entre otros, con lo poco que ganaba como vendedor de agua logré comprar algunos libros por las calles de Cartagena, reuní 120 libros (ninguno es pirata) y le conté al señor Raimundo Angulo, del Concurso Nacional de Belleza, mi propósito de crear una forma de promoción de lectura en las plazas y escuela de Cartagena. A él le pareció maravilloso y me invitó a pasar por su oficina. Gracias  a su apoyo como el de otras personas que se unieron  a esta aventura, inició su labor la Carreta Literaria.

—¿Cuántos libros posee la carreta y cómo funciona?
—La carreta presta libros a los lectores de plazas y parques, de escuelas y universidades, no vende nada a cambio, sólo promueve el placer de leer. Trabajamos siete días a la semana, veinticuatro horas al día, durante trescientos sesenta y cinco días. En todo este tiempo he sido el fundador, gerente y mensajero, y los 120 libros iniciales se han convertido en 3.500 libros. Ya se requiere de un asistente. Del Parque de Bolívar, la Carreta Literaria ha viajado ya a cuatro ferias internacionales del libro: a la Feria del Libro de Buenos Aires (2009), a la Feria del Libro de Guadalajara (2009), a la Feria del Libro de Caracas (2011), a la Feria del Libro de Bogotá.
—¿ Qué libros atesora usted en su carreta?
—Hay de todo, pero especialmente narrativa de ficción: novelas y cuentos, pero también narrativa de no ficción: crónicas y reportajes. En Buenos Aires, una señora conmovida con esta historia me regaló un libro que le había regalado su padre: la edición completa de la poesía de Rubén Darío, editada por Aguilar en 1952.
Un día nuestro Nobel de Literatura Gabriel García Márquez me vio empujando esta carreta de libros y se acercó y vio entre los libros una edición original de El amor en los tiempos del cólera. Me la autografió: “Para Martín Murillo, con todo el cariño del que cometió este libro”. Un coleccionista que vio el libro firmado por García Márquez me ofreció 8 millones de pesos por el libro. Le dije: Por nada del mundo. Yo no puedo traicionar el espíritu de este proyecto cultural. Así han llegado a la carreta personalidades de las letras universales como el actual Premio Nobel de Literatura Mario Vargas Llosa, quien me firmó su novela La fiesta del chivo. También los periodistas y escritores Jon Lee Anderson, Juan Gossaín, Alma Guillermoprieto, William Ospina, Óscar Collazos, entre otros.
—¿Qué lectores curiosos ha tenido la carreta literaria?
—Hemos tenido en la carreta al  ex Presidente de los Estados Unidos, Bill Clinton, quien descubrió un ejemplar de Tras las rutas de Melquíades, de Eligio García Márquez, un libro sobre cómo se escribió Cien años de soledad, escrito por el hermano menor del Nobel de Literatura. Se interesó mucho por el libro y no fue fácil que él lo consiguiera en las librerías porque estaba agotado. El periodista y escritor Juan Gossaín, otra de las personas decisivas que ha apoyado esta iniciativa desde un principio, no podía creer que alguien pudiera hacer esto.  Óigame, me preguntó, si usted no vende los libros de qué vive entonces? Le dije: De la carreta. Esos patrocinios son sagrados: Concurso Nacional de Belleza, Fundación Nuevo Periodismo Iberoamericano, RCN, Instituto de Patrimonio y Cultura de Cartagena, entre otros. A esta carreta llegan los públicos diversos: Los niños, los jóvenes y los adultos. Lo mejor de todo ha sido el reconocimiento del público.
—¿Qué métodos ha utilizado para cautivar la atención de los lectores?
—Varios. Uno de ellos, leer un cuento en un libro en blanco pero bellamente empastado que yo llamé El libro de los mil cuentos, y eran historias que yo mismo improvisaba ante el futuro lector. Ellos se asomaban a las páginas y descubrían que el libro no tenía letras. Una vez un niño de 6 años se quedó llorando porque no había podido terminar el libro  y yo le dije que se lo llevara y me lo devolviera. Hay que tener fe en los lectores.
—¿Qué proyectos tiene y hacia dónde se encamina esta carreta literaria?
—A 5 años pienso en un Centro Regional de Lectura en Cartagena, en donde exista una sala sonde la gente vaya a hablar cháchara.  Ese es uno de nuestros sueños: una biblioteca abierta en un espacio estable en donde no se venda nada, sino que la gente vaya a leer. Incluso, lo hemos pensado dentro de un centro comercial. No desechamos la posibilidad de la biblioteca digital, pero aún no: empezaremos con la experiencia personal.
—¿Cómo ha sido su experiencia al escribir esta historia?
—Muchos escritores y editores me habían propuesto ya escribir esta historia, pero decidí hacerlo yo mismo. Es este el libro: La carreta que no es carreta. Será el comienzo de la experiencia digital que para mí sigue siendo nula. En este libro además de contar mi historia hago recomendaciones básicas para promover la lectura y lo resumo en estos pasos: Mantenimiento, Confianza, Ser lector, Iniciativa, Pedagogía, Alternativas, Los lectores, No importa el sitio, Buen conversador, Tiempos, Herramientas virtuales, Ética y humildad y Empuje su carreta.

— ¿Qué respuesta ha tenido su familia?
—Mi mamá está muy contenta. Y mis hermanos también. Mamá me dijo alguna vez: “Martín, lo único que le puedo dar es el estudio, que es el ahorro para el futuro”. “Lo parí con trabajo para que sea un hombre de trabajo”. Eso he intentado hacer, mamá.

— ¿Quiénes han sido los escritores que se han acercado a la carreta con infinita humildad?
—Han pasado tantos escritores, pero creo que esa humildad se la disputan seres como José Saramago, Miguel Ángel Bastenier, Jon Lee Anderson y un periodista que se acercó a entregarme su libro. Este que ahora me entrevista.

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Ese que soy

Soy Martín Roberto Murillo Gómez, tengo 42 años. Hace ocho años vivo en el hotel La Muralla de Cartagena de Indias, Colombia, lugar desde donde se empezaron a hacer realidad mis sueños. Comencé ya entrado en  años como vendedor de agua y gaseosas en el centro histórico de la ciudad, pero el amor por la lectura y la recomendación de los directivos de la Fundación Nuevo Periodismo Iberoamericano, para que aumentara  mis horas de lectura con el fin de mejorar mi capacidad intelectual, me llevaron a desarrollar la idea de la Carreta Literaria ¡Leamos! Como vehículo viable de promoción de lectura.

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