Tiene que ser un obstinado y convencido para sacar adelante una hazaña editorial como la que ha emprendido al publicar medio centenar de novelas y medio centenar de poemarios de todo el país. Es Pablo Pardo, el editor independiente e impulsador de la colección Caza de Libros, invitado a Cartagena a la agenda Letras desde la otra orilla, que culminó ayer, en homenaje al escritor y periodista Santiago Colorado.
Dominical dialogó con el editor sobre el criterio de selección y la propuesta de esta colección presentada en esta semana en Cartagena.
¿Qué criterio tuvo a la hora de emprender esta doble hazaña de publicar 50 novelas y 50 poemarios?
—Me inicié en la tarea editorial gracias al ejemplo y al trabajo de mis hermanos escritores Carlos Orlando y Jorge Eliécer Pardo quienes están por cumplir cuarenta años con Pijao Editores y ya llevan 400 títulos publicados, encarnando una editorial de provincia ejemplar y sin duda la mejor. Con ellos hice una alianza en el trabajo de las 50 novelas colombianas y una pintada donde mi oficio fue el de impresor, esencialmente, puesto que el trabajo académico y la selección fue de ellos. Ya en el campo de los poetas fui sólo con mi naciente firma Caza de Libros que cada día por fortuna se abre un espacio en el país.
¿Qué matices, rupturas, tendencias y líneas de encuentro hay en el grupo de novelistas?
—Frente a los novelistas se hizo énfasis en publicar algunas obras que partieran de la generación que acompaña a García Márquez como Manuel Zapata Olivella, Eduardo Santa o Pedro Gómez Valderrama, pasando por quienes los siguieron en los casos de Fernando Soto Aparicio y Jaime Mejía Duque, pero el énfasis estuvo en todo aquel grupo de escritores que hicieron su aparición en los años 60, 70 y 80 y cuentan ya con una obra sólida y un reconocido prestigio. Ahí están Oscar Collazos, Ramón Illán Bacca, Álvarez Gardeazábal, Alberto Duque López, Roberto Burgos, Álvaro Medina, José Luis Díaz Granados, José Stevenson, José Luis Garcés o Mora Vélez.
¿Qué unifica y diferencia a los poetas?
—Los poetas son de diversas generaciones y tendencias donde lo tradicional y la renovación juegan su papel protagónico. La poesía en sus diversas formas de expresión está ahí representada.
¿Qué dificultades y desafíos enfrenta un editor independiente como usted a la hora de asumir estos retos editoriales?
—Con el ejemplo de las novelas ofrecida con mis hermanos, advertí que nadie le apostaba masivamente a la poesía y me jugué la carta como un reto al que no le tuve miedo.
¿Cuál ha sido la respuesta de los lectores, de la crítica y de los mismos escritores?
—No fue en vano la aventura porque el entusiasmo de los poetas, las reseñas de los periodistas, los comentarios de los críticos y la compra de los libros, especialmente de la juventud, nos deja la impresión de cómo la poesía despierta entusiasmo.
¿Cómo observa usted la narrativa colombiana contemporánea?
—La narrativa colombiana contemporánea, no necesariamente la escrita y publicada por jóvenes autores, toma cada día más fuerza por su calidad, inclusive por encima de las tendencias de la llamada literatura sicarial, exitosa pero no siempre con categoría. Grato es ver la consolidación de la novela histórica tan de moda otra vez en América Latina, pero más ágil, con aprovechamiento de técnicas y un lenguaje menos almibarado y retórico.
¿Qué propuestas nuevas descubre entre la poesía contemporánea colombiana?
—La poesía de hoy está alejada de la retórica, de las formas tradicionales, inclusive de la famosa rima y mantiene una música, es sugerente, no lo dice todo, juega a la brevedad y no al discurso, campea en un aire de libertad entre lo conversacional y lo aparentemente abstracto.
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