Revista dominical


Para todos nosotros

RICARDO CHICA GELIS

01 de mayo de 2011 12:01 AM

El sistema socioracial que habitamos es tan efectivo que uno no se da cuenta que es negro hasta cuando lo negrean.  Verdad de Perogrullo de poder tácito. Sentí el racismo siendo joven estudiante en Bogotá. Cuando una muchacha en una fiesta me dijo que no bailaba con negritos. Cuando un hombre montado en bicicleta  pasando frente a mí, me dijo sin más: “negro hijueputa”. Cuando, mientras estaba en un teléfono público, un grupo de estudiantes universitarios vaciaron a mis pies varios tinacos de basura. Antes de mi estadía en Bogotá, no lo notaba porque no salía de mi ambiente escolar, ni de mi ambiente barrial. Pero me preguntaba porqué no salían negros en las telenovelas nacionales. También notaba que en los periódicos locales, los negros salían en la sección de judiciales y los blancos en la sección de sociales. En la vida cotidiana también había referencias muy serias al respecto.
Mi abuela advertía de vez en cuando que había que mejorar la raza, aunque sus hijas terminaron casándose con negros. Yo creía que las cosas así estaban bien y así debían ser.
Siendo niño aún, notaba, que los negros no aparecíamos en los manuales escolares. Hasta que un día apareció en la televisión nacional de los años setenta, la serie “Raíces”. No me perdía un capítulo. Se trata de un dramatizado gringo que cuenta la historia de la saga de una familia de negra en los Estados Unidos comenzando por el esclavo Kunta – Kinte. Hasta llegar al escritor que relata todo el trasegar de una lucha por la igualdad racial y la igualdad a secas. En el colegio comentábamos los aspectos de “Raíces”, pero, nunca nos interrogamos por nuestros ancestros, pues, era claro que eran negros gringos. Nunca nos fijamos si en Cartagena había racismo o no. Supongo que pensábamos que no había racismo porque no existe el Ku Klux Klan o el apartheid. O porque los matrimonios interraciaciales, hasta cierto punto, son tolerados.
El sistema socioracial en Cartagena es efectivo porque pasa por “natural”, se mimetiza en la vida cotidiana y actúa en lo tácito, en lo subyacente, en “lo no dicho”. Dependiendo del color de piel estás destinado a un rol social, pero, hay formas de blanquearse; lo cual, es importante si quieres “superarte” racial y materialmente. Cualquiera puede decir con tranquilidad que aquí no hay racismo; pero es cuestión de ver un poco la geografía ¿Dónde viven los negros, dónde viven los blancos y en qué condiciones? Bien, vale aclarar que no se trata simplemente del color de piel, pues, no hay que perder de vista la multidimensionalidad.
Yo, perfectamente, puedo pasar como blanco. Si me mudo a cierto barrio, si matriculo a mis hijos en ciertas escuelas, si cambio mi manera de vestir y mis relaciones sociales, si evito hablar de ciertos temas, si cambio de carro, si sólo asisto a ciertos lugares públicos y de distinción social y simbólica ahí seré un blanco en Cartagena. No importa mi color de piel, es cuestión de negar el racismo. Quizás hasta me nombren gerente en Mamonal.
Fui invitado a cierto programa radial. Antes de mí, entrevistaron a un importante constructor que hizo un espléndido proyecto urbanístico al norte de la ciudad. Después de decir los atributos tan maravillosos, el periodista –mulato él- interpeló al empresario diciéndole: “Mejor dicho, Doctor, lo único que hace falta en esta nueva urbanización es una palenquera gritando platanito, aguacate, alegría con coco y anís”.
¿Se fijan, se dan cuenta del poder tácito del mito socio racial y al lugar a donde nos condena? Les pregunto ¿Por qué la palenquera, su familia y su gente no pueden vivir en un lugar como la urbanización nueva al norte de Cartagena?  Si ella y nosotros así lo deseamos ¿Quién nos va a financiar los quinientos millones de pesos que cuesta la casa? ¿Dónde está el empleo, la empresa que será fuente económica para asumir la deuda de la casa? Ahí es evidente la estrategia del sistema socio racial porque no creo que nos presten plata con el aval de los platanitos que vende la palenquera.  Eso no alcanza ni para irse a vivir al Bicentenario.
El sentimiento humano más profundo es la humillación. Otro sentimiento profundo es cuando uno está dispuesto a sobreponerse. Cuando mis hermanos se den cuenta,  ruego a Dios con todas las fuerzas de mi alma, que se repongan por las buenas. Y que Cartagena sea para todos nosotros.
ricardo_chica@hotmail.com

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