Revista dominical


Pobre, mujer y negra

RICARDO CHICA GELIS

03 de enero de 2010 12:01 AM

Nunca imaginé que algún día vería una princesa negra en el universo de películas animadas de Disney. En siete décadas de dibujos animados, desde que se produjo Blanca Nieves, el esquema narrativo y las características del género siempre apuntaron a cierto tipo de mujer. Virgen, abnegada, blanca, buena y doméstica. De manera, pues, que millones de niñas y niños en todo el mundo se expusieron a ciertos referentes de identidad que se vieron forzados a aceptar. De ahí que uno vea en Cartagena a miles de niñas negras y mulatas con muñecas blancas que son sus “hijas”. A larga las niñas terminan siendo las nanas de las muñequitas de piel blanca. Cuando vi el personaje negro de Tiana en el cartel de la película “La Princesa y el Sapo”, me acordé de la canción “La Barbie Negra”, de cuando la champeta en Cartagena era responsable de sus contenidos. En esa canción un padre, vendedor ambulante del mercado de Bazurto, está preocupado por conseguir el aguinaldo de Navidad para su hija y aspira a conseguirle una Barbie negra. Lo interesante aquí, es que, aunque se cambie de color de piel –tanto en la película, como en la canción- el modelo de perfección y belleza femeninos sigue siendo el mismo. En “La Princesa y el Sapo” los productores respetaron mucho el género fílmico del cuento de hadas y de esa forma se asegura que el mensaje no desencaje mucho frente a la expectativa; en otras palabras, se cuenta la misma historia de la desdichada cuyo destino apunta a un final feliz, dentro del marco del melodrama. Si hay una película que desafía el mencionado género es “Shrek”, pues, se trata de una historia contra mítica, que invierte todos los roles y torna complejos los personajes acercándolos mucho a los problemas sociales contemporáneos, como por ejemplo, lo difícil que resulta hoy conseguir pareja y construir una relación. De otra parte, el aspecto formal se ve marcado por el universo de la cultura negra en Nueva Orleans: la gastronomía, la música, el baile, la arquitectura, las cosmogonías. Todo resulta en un tratamiento visual y una banda sonora maravillosos. La película se instala en el código de las grandes producciones musicales de los años cincuenta en Hollywood lo que permite recrear el mundo afroamericano que se formó ahí. Un mundo donde la diferencia de clase social es especialmente importante. Con las princesas anteriores, supongamos La Cenicienta, se narra la superación de una condición de servidumbre, a todas luces injusta en especial porque es blanca. Si La Cenicienta fuera negra no alteraría la tranquilidad de nadie. Aquí vale la pena preguntar ¿en qué consiste el conflicto de la negra Tiana y qué significan las barreras sociales que tiene que superar? El sueño de Tiana es tener un restaurante y no necesariamente un marido. A mí me parece que los guionistas se enredaron y no pudieron justificar bien la aparición, totalmente fortuita, del príncipe Naveem. ¿Un príncipe negro en Nueva Orleans en los años veinte? Ni siquiera en el Mardi Grass donde, muchas veces, su rey es blanco –como en efecto ocurre en la película-. Si quitamos el príncipe Naveem no pasa nada, con todo y maleficio que necesita un beso mágico. La historia de Tiana, por sí sola es admirable, pues, ella es una humilde cocinera ¿y a qué más puede aspirar sino a tener restaurante propio, en medio de una sociedad que la desprecia por pobre, por mujer y por negra? Muy al contrario de las princesas blancas que aspiran a castillos con corte y sirvientes. Naveem sobra, máxime porque es un muñequito blanco pintado de “morenito”, lo que parece una secuela de aquellas películas antiguas donde los actores blancos se pintaban de negro, lo que hemos visto, incluso en telenovelas colombianas: me acuerdo de Ronald Ayazo pintado de negro interpretando un esclavo en Cartagena en “La Pezuña del Diablo”, a fines de los años setenta. ¿Por qué hasta ahora a los productores de Disney hacen una historia como esta? No creo que porque haya princesas negras en La Casa Blanca la sociedad va a cambiar así, como así. Un príncipe Naveem blanco y un matrimonio interracial hubiese sido más interesante con miras a sacudir nuestra habitual hipocresía. ricardo_chica@hotmail.com

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