Alto, estilizado y lejano, César Guerra Valdés llegó a nuestra redacción. Parece increíble que este hombre suave, de tranquilas maneras mundanas, sea uno de los más grandes revolucionarios estéticos de que hoy pueda ufanarse la inmensa familia americana. Ya habíamos sufrido, en época no lejana, la ardiente temperatura de sus libros. Ya habíamos sido conducidos, por una mano iluminada, a través del laberinto sibilino de sus poemas en que el hombre de América respira, con un pulso nuevo, y mira, con pupila estremecida, el auténtico panorama de su destino.
Pero teníamos, tal vez por una engañosa coquetería imaginativa, otra idea de este hombre. Nos lo imaginábamos potente y arbóreo. Lo creíamos dueño de una voz recia y administrando ademanes opulentos y definitivos. Pero, por un admirable contrasentido, éste, con su presencia física, es una viva lección de la fuerza y perennidad de las ideas. Y de lo innecesario, por temporales, de las cosas formales. Toda América, con la herencia de sus grandes líricos, con la profética desesperación de sus sociólogos, con el pródigo gesto de su mano, cargada de ríos, de razas, de costumbres, se enciende –con la fuerza de una tea hecha con todas las claridades detenidas– apenas se deja hipotecar, en la conversación avasallante, por el tema de nuestro hemisferio.
Guerra Valdés es un gran poeta y un gran sociólogo, que es la más noble manera de ser el legislador de un continente. Trae, en su maleta de viajero, cinco libros fundamentales. Y en su voz el metal con que fundir armas dialécticas para la nueva lucha. Cree en nuestro hombre autóctono pero le niega toda la bisutería con que falsos apóstoles han querido rematarlo en el baratillo folklórico. Cree en los grandes muertos de nuestra democracia. Pero no entendidos como un monótono cambalache de héroes. Y cree, por último, que hemos llegado a un límite sagrado en que es preciso crear nuevas formas de lucha para ser acreedores a nuevas formas de victoria.
En un ambiente como el nuestro, donde su figura ha pasado inadvertida, nosotros nos empinamos para saludar, en él, a esa nueva arcilla del barro hemisferial que tan profundos y definitivos cauces empieza a trazarle, en los hitos definitivos, a la especie humana.
Revista dominical
Punto y aparte - Junio de 1948
Se ha producido un error al procesar la plantilla.
Invocation of method 'get' in class [Ljava.lang.String; threw exception java.lang.ArrayIndexOutOfBoundsException at VM_global_iter.vm[line 2204, column 56]
1##----TEMPLATE-EU-01-V-LDJSON----
2
3#printArticleJsonLd()
NOTICIAS RECOMENDADAS
Comentarios ()