La amigable y colorida fachada del teatro Bataclan se ha transformado en una gris escena de crimen. También en un lugar de homenaje. El Boulevard Richard Lenoir ahora, casi un mes después del atentando yihadista que mató a 89 personas en el lugar, está repleto de cintas de policía que acordonan el perímetro, plásticos que tapan la fachada, y flores y mensajes como tributo a los que cayeron la fatídica noche del 13 de noviembre pasado.
Recorro el Distrito en la noche, ya sus bares y restaurantes parecen haber recobrado la vitalidad usual del lugar. Los vendedores de ostras de la temporada se toman las esquinas sin mayor preocupación y la gente joven sale de los atestados pubs a fumarse un cigarrillo.
Hace un par de días, el ISIS publicó un nuevo video recordándole al presidente François Hollande que ‘la guerra’ no ha terminado: “Estamos llegando. Vamos a aplastar su país. ¡Eh, usted, François, usted declaró una guerra que no se puede ganar, usted no será capaz de ganar, usted promete la victoria para su pueblo, que es la de Occidente”.
Aun así la gente se ve más tranquila, la paranoia desatada por los atentados se ha reducido. Decidí entrar a uno de los bares de la zona, Le Kitch, en la rue Oberkampf.
Me senté en la barra con la intención de conversar con alguien sobre lo ocurrido. Tomaba un horrendo trago de pastis (sabía a aguardiente de banano) y miraba a la gente libre de preocupación. “Ese día nos desalojaron a todos, a los empleados de los bares y a los clientes”, cuenta el bartender de cuyo nombre no me acuerdo por culpa del último coctel. “Los primeros días sí se sentía el temor, no fue fácil, pero ahora se siente que todo vuelve a la normalidad, no tengo miedo de morir. Cuando llegue el día, lo aceptaré”.
Salí desbordado de felicidad de ese bar, para luego toparme, unos metros más adelante, con la escena gris del Bataclan, y de los otros lugares cercanos donde ocurrieron los atentados.
Ahora leo que los integrantes de Eagles of Death Metal, grupo que tocaba la noche del atentado, visitaron la zona y dejaron ofrendas florales, mientras la gente los vitoreaba y aplaudía. A pesar de todo, la vida continúa en este lugar donde conviven el dolor, el luto, el júbilo y la alegría.
Comentarios ()