Al visitar San Jacinto, Bolívar, un pueblo de gran legado artesanal y musical, normalmente suponemos que además de hamacas, mochilas y gaitas, no hay mucho más que esperar. Pero la realidad es otra.
La tierra de la Hamaca Grande también es hogar de una de las culturas más antiguas del mundo, donde se encuentran diversos sitios de interés arqueológico, escondidos en un vasto terreno casi selvático, a pocos minutos del casco urbano del pueblo y donde está además, el Museo Comunitario de San Jacinto, Bolívar, que recoge algunos de los utensilios en cerámica más antiguos de América (que se remontan al 4000 A.C).
Desde ‘Conejitos’
Hay diferentes caminos que pueden tomarse para llegar a estos sitios donde reposan inmóviles, los petroglifos.
Está por ejemplo, el Salto del Jaguar, (siguiendo la vía hacia San Juan Nepomuceno) y están los petroglifos del Arroyo Rastro.
A estos últimos se accede desde el barrio ‘Conejitos’. Desde allí se toma la vía que comunica a San Jacinto con el corregimiento de Paraíso. Esto se hace a pie o en uno de los camperos que frecuentemente viajan a estas zonas. Para quienes les gusta la aventura y no se cansan con facilidad, el trayecto sería de unas dos horas caminando, sin embargo en un vehículo de cuatro ruedas, y dependiendo del estado del clima, puede resultar en unos quince o veinte minutos.
Al acercarse al lugar, acompañando la tranquilidad del ‘monte’ están los letreros. Señalizaciones en metal con imágenes de vasijas y utensilios en cerámica donde se lee ‘Petroglifos. Arroyo Rastro’.
Para ser más exactos (y dado que estamos en la Costa y las direcciones son así) luego de pasar por la finca La Nasa, está una pequeña parcela desde donde se puede entrar y atravesar el arroyo, en busca de las enormes rocas talladas por los antepasados Zenúes.
Al llegar al sitio arqueológico “El Rastro” se ven varios megalitos. Algunos están ocultos y otros, con el paso del tiempo, se han ‘limado’ casi que desvaneciéndose en estos duros lienzos. Tienen dibujos tallados en la superficie, mostrando a los caciques indígenas con enormes tocados en la cabeza y donde se asoma uno que otro rostro humano.
El salto del Jaguar
Por otro lado, a quince minutos de San Jacinto, ya en tierras de San Juan Nepomuceno, está el sitio arqueológico “El salto del Jaguar”, desde donde el invitado se topa en las piedras con marcas semejantes a huellas de jaguar. De allí su nombre.
Este sitio invita a ser visitado. Hay unas enormes piedras lisas que más bien parecen ser muros. Allí, en lo alto, figuras zoomorfas (que presentan formas de animales) saludan a las copas de los árboles y se juntan con otros dibujos zenúes, esparcidos a lo ancho y largo.
Ambos lugares ofrecen una tranquila y agradable salida del mundo convencional. Una salida que invita a sentarse con los indígenas, a admirar sus obras, a tratar de entender su arte y de paso, a disfrutar de un paisaje poco explorado... desconocido incluso para muchos de los habitantes de estos pueblos.
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