Revista dominical


Sofronín Martínez: El juglar de pasacaballos

LUIS ENRIQUE MUÑOZ VÉLEZ

23 de diciembre de 2012 01:50 AM

En su pueblo natal Sofronín Martínez  con diez y siete años (1942) participa con la Banda de Pasacaballos y toca los platillos y en veces, el redoblante; la función rítmica en los metales de choques y en el redoblante lo preparan a línea percutiva a través de la tumbadora. En él se cumplió el proceso formativo de nuestros músicos que desarrollan sus primeras destrezas instrumentales en las bandas de música, y luego, en las orquestas.

A la edad de veinte años (1945) llega a Turbaco y se pone en contacto  con el músico José Adán Arnedo Lara, miembro de un tronco dinástico en la música de Colombia, quien lo recibe y lo vincula a su grupo: Los Hermanos Arnedo  haciendo parte de la función rítmica en la tumbadora .

Las prácticas de las músicas bailables le abrieron espacios regionales y su nombre ya era tenido en cuenta por otros orquestadores, así, paulatinamente, el nombre de Sofronín Martínez se aprestigiaba en el gremio de músicos. Con La Banda de Los Hermanos Arnedo vive el tránsito de éste formato a orquesta. La Orquesta Nuevo Oriente se llamará entonces la antigua banda de José Adán Arnedo al utilizar cuerdas, congas y bongó. Entre 1946 y 1947 Sofronín se incorpora con músicos cartageneros y alterna la guitarra con la percusión, las herramientas necesarias para labrarse su destino musical.

Orquesta Emisora Fuentes

Lo más probable que sea el año de 1948  y no 1950 el año en que hace parte de la Orquesta de Emisora Fuentes, dirigida para la época por el Cubano Armando Cartaya (pianista y arreglista). Ya Sofronín, desde entonces, sentía la música como una fiesta interior – así me lo hizo saber en varias conversaciones y entrevistas -. Existen fotografías con la Orquesta de Emisora Fuentes donde está con la tumbadora y otras tocando la guitarra.

En el plano conversacional con Sofronín, en veces, con guitarra en mano entonaba viejas melodías del repertorio folclórico, casi siempre, del compositor y trompetista José Joaquín Marrugo Muñoz (El Quincho).

     Mira cómo son las cosas
     Como puede suceder
     Una linda mariposa
     Con carita de mujer
     Mira como son las cosas
     Como puede suceder
      Esa mariposa qué me va a decir
      El hombre con dos mujeres
      Pasa la vida tranquila
      La una le da pa’ la ropa
      Y la otra la comida.    

La Mariposa un porro que Sofronín entonaba con la acompañante guitarra y que era la música que había escuchado muy niño en su natal Pasacaballos.


No hay duda alguna, la guitarra le permitió armonizarse con su voz interna, y desde ella, comienza a cantar para sí mismo hasta llegar a identificarse con la canción romántica a partir del bolero. Guitarra y voz es el hombre; el hombre mismo que su arte lo matricula con el oficio de músico que empuñando la guitarra concita su voz para que sea oída en otros escenarios, que al paso del tiempo lo encumbrarían a la fama.

Con la guitarra encuentra la satisfacción íntima del goce supremo que al cantar la expone a los demás, es decir, la hace pública socializando la música de compositores a fines a su estilo y a la concepción del bolero feeling.

Maestro de sí mismo

Él, autodidacto, se fue forjando su propio temperamento musical, unas veces viendo a músicos como Adolfo Mejía, al “Niño” Julio, Ricardo García y a Antonio Fuentes López (Toño Fuentes) entre otros, en otras, entreviendo posibilidades en el toque,  experimentando en cada toque la búsqueda insaciable de caminos sonoros. Algunas lecturas musicales con la grafía musical, - como él mismo decía -, no soy un lector consumado en la grafía musical, ¡ah! Pero cancaneo, lo demás, - lo imagino, lo invento atendiendo mi oído y cierta voz interior que me habla bajito, me hace un guiño y expresa soy puro corazón, ese es mi toque esencial -. Saca el pañuelo blanco impregnado de Agua Farina y lo agita para precipitar las fragancias que lo acompañan persistentemente; el pañuelo impregnado de fragancia lo caracteriza como un gesto pícaro y sello de amistad.

En cierta ocasión Sofronín solicitó ayuda formativa del maestro Adolfo Mejía, el mediador el poeta Gustavo Ibarra  Merlano -. Mejía le comunica a Sofronín - que   siga con lo que hace,  – que siga su camino – ya era muy tarde para desandar caminos en torno a estilo, ya que su técnica la había depurado en el oficio de músico profesional. Los mejores recursos técnicos y los elementos teóricos suficientes para una mejor formación musical, era lo que buscaba Ibarra Merlano con Mejía. El maestro Mejía reafirmándose en lo dicho – sostuvo - , que él mismo lo había logrado persistiendo con el instrumento y en virtud a su talento.

Se supo exigir así mismo, como suele ocurrir en la formación de autodidacto, de tal manera que, poco a poco, se situaba en un lugar de respeto con la música. La experiencia musical en orquestas y a solas, fue su escuela legítima. Leer la música en su complejidad le era imposible, por eso recurre a la intuición, nunca desconoció sus limitaciones, y ante todo, a su oído, en él dejaba la guía, la pauta para lanzarse al vacío y, ejecutar la guitarra desbarazándose de cada encrucijada al tocarla.

Con relación al oído – el suyo – decía, “soy un animal”, el monte de Pasacaballos me dotó de él para defenderme. Aquí deseo resaltar el término animal en la concepción aristotélica, de ánima, lo que anima a la movilidad y pretensión, recordar que el filósofo define al hombre como un animal político, en otras palabras, en un animal en capacidad de construir la ciudad. En ese sentido el artista intuye que él en su plena condición de animal debe construirse así mismo.

Al músico empírico, casi siempre, se le señala como músico de oído, para distinguirlo del académico, del lector de la grafía musical, en ese plano, Sofronín resulta un músico fronterizo, lee y dotado por Dios de un oído musical. Él decide alejarse de la formación con Betsabé Caraballo en la que se ejercitaba con la lectura de ejercicios en el papel pautado, se deja llevar de la voz interna (vocación) y le da prioridad al oído y a la práctica musical.

La guitarra es el instrumento que acompaña a los músicos populares, a los que no leen partitura, ya que la mayoría de los libros para escritura de instrumentos desde el siglo XVIII hasta principio de siglo XX eran dedicados al piano y otros instrumentos, y no a la guitarra.

Para el caso cubano Cristóbal Díaz Ayala, contribuye con su libro: Los Contrapuntos de la Música Cubana , allí establece una diferencia entre el músico empírico y el académico. Para el caso nuestro, Sofronín Martínez es un mediador en la división a qué campo musical se pertenece.

Con él se comprueba una vez más que los límites no están el instrumento, sino en el artista tañedor, cada obstáculo lo asimilaba y buscaba experimentar otras posibilidades. La práctica instrumental, la pasión y cierta disponibilidad natural lo llevan al paso del tiempo gracias a la dedicación a ser un excelente intérprete de la guitarra.

Entre la Orquesta de Emisora Fuentes y las prácticas de guitarra constante, Sofronín iba forjando al músico que llevaba por dentro – para decirlo – en el tono de Alejo Carpentier; dicho en otras palabras, la Orquesta de Emisora Fuentes le sirvió de academia musical al lado de Clímaco Sarmiento (clarinete), Teófilo Tipón (violín y saxofón), Juan Esquivel (clarinete y saxofón), Enemelio Jiménez (saxofón), Pedro Echemendía (bajo) y Armando Cartaya (piano), los tres últimos, músicos cubanos fueron parte de su contribución formativa.

Rafael Fuentes López,  lo apoyó mucho para que entrara en la orquesta; lo más probable, es que Sofronín, haya sido el primer músico en el Caribe colombiano en tocar la primera guitarra eléctrica y, tal vez, en Colombia.  Entonces, con el nuevo instrumento Sofronín y la Orquesta Fuentes ganaban otra sonoridad,  la guitarra en manos del pasacaballero, le permitía explorar una nueva tímbrica, las melodías y armonías se entrelazaban con elementos modernos de la tecnología musical, entre su corazón marcante de sabrosuras y sus dedos, porque en honor a la verdad, él comunicaba con ellos y muchas veces, no con la boca; sus manos portadoras de sensibilidad nacidas para el arte musical nos participaba para alegrarnos la vida, y sentirlo con sus emociones en el trasunto de la vida.

Los músicos cubanos Cartaya, Echemendía y Jiménez llegaron a Barranquilla para actuar en 1948 con la Orquesta Rumba Habana, y así lo registra la prensa de la época tanto en Barranquilla como Cartagena; no obstante, los historiadores de la música cubana señalan la existencia en 1955 de una orquesta con ese nombre. Tanto en los diccionarios de la música cubana de Helio Orovio como en el de Radamés Giro se habla del Conjunto Rumbahavana.

* Luis Enrique Muñoz Vélez es un reconocido investigador musical, autor además de una biografía de Adolfo Mejía. Este es un fragmento de su libro sobre Sofronín Martínez.

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