Revista dominical


Un retrato para Maribel Segovia

JOHANA CORRALES

25 de mayo de 2014 12:46 AM

3:00 de la tarde. Es muy temprano. Estoy segura que no encontraré a ningún dibujante por las plazas del Centro.


Comienzo en Santo Domingo y efectivamente no hay. Sigo a la Plaza de San Pedro y me encuentro con el mismo panorama. Me quedo conversando con varios vendedores, quienes amablemente me sugieren que vaya a la Plaza de Bolívar, que allá seguro encuentro el personaje que ando buscando. Me despido y obedezco. Vuelvo a fallar.


Desanimada por mi mala suerte, me quedo mirando lejos y me parece ver que detrás de la estatua de Simón Bolívar hay un caballete gigante en el que se levanta la imagen del jugador brasilero Ronaldinho.


¿Cómo no lo vi?, pienso. Mientras me voy acercando, caigo en cuenta de que el artista es muy bueno. Tiene cantidades de cuadros exhibidos en el piso: Lionel Messi, Cristiano Ronaldo, el presidente Barack Obama y hasta la bellísima Angelina Jolie, entre muchas otras personalidades.


Al lado de estas obras, hay un señor de esos que uno llama hippies. Infiero que son sus trabajos, lo felicito y le digo que me encantaría hacerle una entrevista.


Me mira confundido y escuetamente me dice que él no hizo eso. ¿De quién, entonces, son esas obras? ¿Por qué no está el vendedor cerca? ¿Y si le roban o alguien le interesa comprar?

Miro a todos lados y no hay nadie, sólo un número de teléfono pegado en el cuadro de Angelina. Llamo tímidamente y me contesta una mujer.


-Buenas tardes-saludo.
-Ya voy para allá- responde.


Al poco tiempo aparece una mujer de tez morena, lleva un short largo y una blusa bastante fresca. Adicional a eso, luce un sombrerito que le da toque especial a su pinta.


Maribel Segovia llegó a la Plaza de Bolívar hace 13 años. Ese tiempo es el que le permite dejar sus cuadros solos, mientras hace sus vueltas personales.


Me cuenta que estaba ahí mismito, en el Palacio de la Inquisición, escuchando la conferencia de La ruta del esclavo, a cargo de María Elisa Velásquez, quien llegó a la ciudad con motivo del Mes de la afrocolombianidad.


“Qué mujer tesa esa. Cómo sabe. Eso está llenísimo allá. Ya perdí el puesto”, me dice como desanimada.


Le ofrezco disculpas y le explico que no estoy interesada en ningún cuadro (por ahora), que me importa ella y que me gustaría hacerle una nota para este diario.


“¿Una entrevista a mí?”, abre los ojos visiblemente emocionada. Creo que no es consciente de lo buena que es en su oficio.


Estudió Artes plásticas en la Institución Universitaria Bellas Artes y luego Artes escénicas, para vencer su timidez. Maribel es incapaz de ir tras una pareja de turistas a ofrecerles sus trabajos. Por eso se inventó la estrategia de poner su número de teléfono sobre los cuadros; y, así, quien esté interesado en adquirir uno, la puede contactar por ese medio.


“La permanencia en este lugar me ha permitido dejar el caballete solo, con el número de teléfono para buscar otra alternativa de venta. Me pareció que sería novedoso y después de 13 años de estar aquí me he ganado la confianza para hacerlo”, explica.


Tiene un taller en su casa, pero sabe que los extranjeros nunca llegarían al popular barrio Lo Amador a conocerla. Por eso se quedó en la plaza.


Son muchísimas las colecciones de famosos que ha hecho. Realizó una de Shakira, que le gustó mucho. En una ocasión, Maribel estaba en la plaza y vio a la cantante sentada en una de las bancas, se puso tan nerviosa que no podía moverse. Antes de tomar la decisión de abordarla, un policía se dio cuenta y sacó a Shakira del lugar. Otra vez la timidez le jugó una mala pasada.


Pero le han pasado varias situaciones parecidas. A principios de 2000, hizo una colección inspirada en el piloto colombiano Juan Pablo Montoya, cuando éste pasó a correr en la Fórmula 1 y estaba en su mejor momento.


Montoya había llegado a Cartagena y Maribel no se atrevía a mostrarle sus trabajos, así que por medio de un amigo logró el acercamiento. El piloto firmó uno de los cuadros, pero no adquirió las obras. Quizá si la misma Maribel se hubiera acercado, habría logrado vender la colección.


Con Carolina Cruz tampoco se pudo cerrar el negocio. Tuvo la oportunidad de hablar con ella en el hotel Las Américas, pero, al parecer, la presentadora no estaba muy satisfecha con los precios que la artista le ofrecía y no se concluyó el negocio.


Dibujándose ella misma
Está más nerviosa de lo habitual. Hace 20 años que no se hace un autorretrato. Me pide que le tome una fotografía con mi celular. No se siente conforme con ninguna de las fotos, hasta que al fin una tiene la luz que necesita para hacer el dibujo.


Con la mano izquierda agarra el celular y con la otra sostiene un lápiz 8b. En la pierna se acomoda la cartulina. Se ve incomoda con el sofisticado aparato en la mano. Aun así, teniendo la mano alzada todo el tiempo, hace el primer trazo, que parece más bien un disparate.


Aquel trazo amorfo y desproporcionado va adquiriendo la forma de una cara bastante ovalada. Después de terminar el contorno del rostro, sigue con las cejas y las pinta tan bien que da la sensación de que fueran reales.


Continúa en los ojos y parece que es la zona que más le da trabajo. No se trata sólo de pintarlos, es intentar plasmar la expresión de la mirada; y eso sí es difícil.


Me sorprende que no le da vergüenza dibujar las líneas de expresión, ni las paticas de gallina que tiene en el surco de los ojos. También colorea muy bien sus oscuras ojeras. Lo mismo pasa cuando termina la nariz y la boca: Maribel dibuja la enorme línea que demarca el paso de los años entre esas dos zonas.


“Me quería quitar las líneas de expresión, pero no aguanta. Soy muy perfeccionista y hay que ser honesta”, dice.


Mientras va dibujando, me cuenta que le cuesta más trabajo realizar caricaturas que retratos. Para ella es muy fácil capturar la imagen casi exacta del personaje, diferente a tener que exagerar una parte, más aún cuando las que posan son muy atractivas. Tanto, que es muy difícil hallarles defectos.


“Para mí hay más esfuerzo en la caricatura, porque se trata de agudizar más los sentidos. La caricatura puede estar en cualquier parte del rostro. Hay gente que es muy fácil de sacar: tienen un rostro caricaturesco y me resultan papayas. Pero hay mujeres que parecen modelos, casi perfectas. Ahí sí se pone compleja la cosa”, aclara.


En ese momento se acerca uno de sus colegas y me muestra todos sus dibujos. Él sí se ha pintado con frecuencia. Me cuenta que cuando era niño su misma familia le decía que era muy feo y, a partir de ahí, comenzó a tratar de saber cuáles eran esos defectos que tanto llamaban la atención entre sus más cercanos.


El extraño hombre se queda mirando el retrato de Maribel y comienza a cortejarla. Le pregunta qué es lo más le gusta de ella, a lo que la cartagenera le responde: “Mis facciones indígenas y africanas”.


Cuando creo que terminó la obra, que por cierto quedó exacta a la mujer que tengo al frente (lo juro por Dios que es ella), me devuelve el celular y me dice que ya no lo va necesitar más.
“Vamos a dejarlo con trama, para que se vea más expresivo”, comenta.


Por lo que entiendo, la tramas son muchas rayitas que hace por todo el cuadro y le dan una apariencia más real. Es increíble cómo juega con los tonos y la luz creando un contraste que hace que su obra suba de nivel.


¡Tiene una fundación!
Menciona con mucho tacto a Huellas de Africanía, una fundación que tiene entre el barrio Lo Amador y El Espinal. Ahí enseña a los más pequeños a pintar y a conocer más sobre la historia del arte.


La idea es que los niños ocupen sus ratos libres en actividades que los ayuden a desarrollar su imaginación y se mantengan alejados del ocio, las riñas y cualquier conflicto social que se presente en la zona en que viven.


“Comenzamos con una clase que se llama teoría del color, donde aprenden a combinar el color, dar brillo; siguen con composición y aprenden hasta historia del arte. Mi sueño es que se enamoren de esta disciplina”, me dice, mientras abandona por completo la obra y la echa a un lado.


Todos los talleres son gratuitos. Una vez intentó cobrar un valor mínimo, pero las madres de los niños dejaron de mandarlos, por no tener los recursos. De modo que ahora ella asume todos los materiales de la clase. Lo más importante es que ellos aprendan y continúen motivados.


Maribel no es sólo una gran artista, es también un ser humano extraordinario, al no quedarse con ese talento para ella, sino que lo comparte con los seres que más riqueza imaginaria poseen: los niños. 

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