Revista dominical


Un rey musical llamado Fruko

GUSTAVO TATIS GUERRA

21 de agosto de 2011 12:01 AM

Fue Lisandro Meza quien lo bautizó como Fruko, porque se parecía a una niña de seis años que en la década del sesenta, aparecía  sonriente en una etiqueta de una salsa de tomate, y le faltaba un diente. A aquella niña la llamaban Fruquita, y a Luis Ernesto Estrada le faltaba también el diente frontal superior izquierdo. Al conocerlo, Lisandro Meza se rió y le dijo que él tenía un enorme parecido con la niña Fruquita. Los Corraleros de Majagual se rieron de la ocurrencia de Lisandro, y desde entonces todos empezaron a llamarlo Fruko. Así se quedó para siempre. Tal como lo ha contado Javier A. Simmonds.

Pero este bautizo es algo más que una anécdota, es el encuentro definitivo con la música del Caribe colombiano, que en aquel entonces se mal llamaba Música costeña.
Todo empezó a sus cinco años cuando su tío le compró una flauta que vendía por las calles  de Medellín un hombre flaco, descalzo y taciturno. El hombre hacía sus flautas, tocaba unas canciones que nadie había oído y vendía sus flautas para comer. Ese personaje era nadie menos que Crescencio Salcedo, el autor de La múcura y Mi cafetal.  En esa flauta el niño Luis Ernesto aprendió a tocar La pollera colorá.
La vocación musical de este hijo de Basudilio Estrada, un mecánico y Alicia Rincón, ama de casa y modista (ambos fallecidos), proviene del bisabuelo cubano Luis Felipe Rincón, uno de los ingenieros que trabajó con el cubano Francisco José Cisneros en la construcción del ferrocarril, quien se quedó a vivir en Medellín. Su abuelo, Luis Emilio Rincón, fue director de del Liceo Antioqueño y de La Voz Katía y fue profesor de música. Sus hijos Mario, Jaime y Jairo se convirtieron en productores musicales e ingenieros de sonido.  Antes de vincularse sus tres tíos a Discos Fuentes, trabajaron en Discos Ondina.
Huérfano a sus 13 años y se vio obligado a trabajar para ayudar en su casa. A esa edad, su tío Mario Rincón le consiguió un trabajo de utilero y mensajero en Discos Fuentes, fundado por el cartagenero Antonio Fuentes.  Por  la casa disquera Fuentes pasaban artistas de todo el país y del mundo. Y en las treguas de su trabajo como mensajero y cargador de cables, el futuro Fruko empezó a tocar a escondidas los instrumentos que guardaban los  músicos. Así aprendió a tocar el piano, la batería, los timbales, la guitarra, etc. Pero Antonio Fuentes lo regañó por tocar los instrumentos sin permiso y terminó despidiéndolo por su reincidencia. Allí conoció el niño a los músicos del Caribe colombiano: a Calixto Ochoa, a Lisandro Meza, Alfredo Gutiérrez, Eliseo Herrera, Julio Herazo, Chico Cervantes, César Castro de la Rosa. Muy pronto, a falta de un baterista, el mismo Fuentes volvió a llamar a su empleado, y le propuso que tocara la batería en Los Corraleros de Majagual.
Nada es gratuito en la vida de un artista:  Detrás de la ventana de su cuarto en el barrio Naranjal en Medellín, el viento arrastraba los sones antillanos y el bolero de América Latina que venía del bar Cumaná: Benny Moré, Rolando Laserie, Daniel Santos, Nelson Pinedo, entre otros. Este es el comienzo de un hombre que ha consagrado su vida a la música y ha sabido cosechar una  siembra múltiple en todo el país. Un buen día vio llegar a Discos Fuentes a todos aquellos seres que había soñado conocer: el primero fue Daniel Santos.
Fruko vino a Cartagena acompañado de su esposa Rosita Garzón, al III Festival de la Hamaca Grande que este año rindió homenaje a Joe Arroyo. En Medellín acaban de entregarle la Medalla al Mérito Paisa. “Usted se merece la Medalla al Mérito Colombiano”, le dijimos.  Estaba emocionado de regresar a Cartagena y reencontrarse con su amigo Eliseo Herrera. Sobre la serie televisiva sobre la vida de Joe, dijo a El Universal que “El 90 por ciento de Joe, la leyenda, es ficción y el 10 por ciento es realidad, pero ha motivado a la teleudiencia colombiana en descubrir la música que se hacía en aquellos años”.
Sobre la interpretación que hacen de su vida, dice que se siente bien representado en el sentido de la disciplina y la mística que infunde el personaje a sus músicos. Por supuesto, que en la vida real fue más intenso y contundente. Y Fruko se ríe que el personaje que lo interpreta no toca ningún instrumento.

—¿Quién es Luis Ernesto Estrada, “Fruko”, como ser humano?
—Mire, yo nací en el barrio Naranjal de Medellín el 7 de julio de 1951, pero me considero un paisa costeño. Aprendí en 47 años de trabajar con Fuentes,  a querer a la gente de la costa que es la gente más feliz que conozco y no me imagino cómo sería Colombia sin esa alegría y creatividad de los costeños. Así como aprendí a querer a la gente y su música, también me enamoré de la comida costeña: el bocachico, el suero. Gracias a Discos Fuentes conocí a Eliseo Herrera y a los Corraleros de Majagual, a Clímaco Sarmiento, cuya Vaca vieja, fue lo primero que se grabó en Discos Fuentes”.
—¿Cómo pudo sobrellevar tantos temperamentos creativos en su orquesta Fruko y sus Tesos?
—Aprendí a quebrar el coco de un puño, para que se dejaran de vaina. La disciplina fue uno de los principios, pero no sólo ese.  A mis músicos le entrego un croquis para que afinen su vida, para que tengan una mente clara y limpia y sepan qué quieren hacer con su música. Un buen músico tiene que saber manejar y administrar su propia vida, debe ser humilde, sencillo, espiritual. En primer lugar, está Dios, luego están los formatos técnicos de la música, el manejo mental y los retos que cada uno se imponga. En eso de la música yo me vuelvo un cienciólogo.  Les enseño siete divisiones administrativas: el conocimiento de la gramática, les digo: si nosotros tenemos un Premio Nobel de Literatura, tenemos que conocer la gramática, la música es algo más que técnica, tenemos que aprender control de calidad, manejo de las finanzas, promoción,  ventas, les inculco preveer y ahorrar.
—¿Cómo fue la experiencia suya al conocer a Álvaro José “Joe” Arroyo?
—Lo conocí a sus 13 años en Montería en una de los Festivales del Sinú, cantando en Los Diamantes, de Rubén Darío Salcedo. Y me fascinó la fuerza de su voz. ¡Qué bella voz tenía el negrito!  Joe hipnotizaba  a su público con su voz, su canción, su sentimiento, su poesía. No fue en ninguna caseta de Puerto Colombia y en ningún carnaval como aparece en la serie televisiva. Joe, mi hermanito del alma, fue un gran artista y un liberador de sentimientos e ideas. Sus canciones ayudaron a combatir la monotonía en Europa y transmitieron a lo largo de más de cuarenta años de composiciones: amor, equilibrio, paz, armonía.  750 millones de latinos en el mundo se sintieron menos solos al escuchar sus canciones. Su música fue disfrutada por igual por colombianos, africanos, holandeses, australianos. Joe se fue en cuerpo pero prima su espíritu y el deleite y el frenesí que produjeron sus canciones. Lo veo como un sonido liberador.
—¿Intentó alguna vez inculcarle esos valores espirituales que ha mencionado?
—Claro que sí. Hicimos el intento pero no fue posible involucrarlo en esta concepción de la que le hablo, porque tampoco lo permitió su última esposa.
—¿ Qué conocía usted musicalmente de Cartagena?
    La música del país empezó en Cartagena. Esta ciudad es hermana de La Habana y  siempre ha sido una potencia musical. Aquí se hizo el Himno de Colombia. Siempre me ha impresionado lo prolífica y versátil que es musicalmente la Costa, con sus porros, cumbias, chandés, vallenatos, paseos, paseítos, etc. Y grandes músicos como Lucho Bermúdez,  Clímaco Sarmiento, el autor de La vaca vieja, el saxofonista Rufo Garrido,  Pedro Laza, Lalo Orozco, Lucho Pérez o Lucho Argaín, Crescencio Camacho,  Ángel Vásquez, Eliseo Herrera, Hugo Alandete (¿No lo dejan salir del Corralito de piedra), para citar algunos de ellos, que conformaban el sonido de Cartagena, dentro de la inmensa diversidad y riqueza musical de las ocho zonas de Colombia: la zona andina, pacífica, Costa Caribe, llanera,  isleña, del sur del país, con todos los ritmos y sonoridades: desde los cantos indígenas y africanos, antillanos e isleños, caribes, etc. Creo que en Colombia estamos surtidos de todo musicalmente hablando. Música regional que se abrió al mundo y aprendió a mezclar sonidos, sin perder su belleza original. Vea usted el fenómeno de Los Corraleros de Majagual.
—Cómo conoció usted a Antonio Fuentes?
—Antonio Fuentes López, pionero de radiodifusión y la música colombiana para el mundo, fue como un padre para mí y uno de mis grandes maestros. Estuve con él desde mis 14 años hasta 1983 en que murió. Fundó su empresa en 1934 en Cartagena y más tarde la trasladó a Medellín. Le afiné sus guitarras poco antes de morir.  Fuentes era un maestro de la fotografía, era ingeniero de sonido, sabía inglés, un potentado de la inteligencia. Cartagena se convirtió gracias él en epicentro de la radiodifusión y en  una empresa discográfica nacional. Pero esa empresa suya proyectó nuestra música al mundo. El grabó más de 25 mil canciones. A él le debemos el impulso y descubrimiento de talentos musicales en la región y el país. Fue él quien me  puso en contacto con la música de Cartagena y de la Costa.

—¿Tuvo alguna cercanía con el músico Justo Almario?
Fue Justo Almario quien me llevó a conocer a Mongo Santamaría. Usted sabe que Justo Almario siendo estudiante en Berklee fue músico escogido en la banda de Duke Elington.

—¿Cuáles han sido sus maestros musicales?
Es difícil enumerar, pero puedo decirle que uno de mis maestros en el piano han sido Arthur Rubinstein, Vladimir Horowitz. Count Basie, Richie Ray, Chick Corea, Noro Morales, la pianista colombiana Teresita Gómez más grande que tenemos y con quien siempre he querido grabar piezas clásicas. Con ella he tocado a Stravinsky. Ella que siente nostalgia por querer tocar salsa y yo que tengo nostalgia por tocar clásicos.

Conocer el Caribe fue asomarse al mundo

     Sí: conocer el Caribe fue como asomarse al mundo. Luis Ernesto Estrada “Fruko”,  supo desde temprano que un solo formato no era suficiente para abarcar la diversidad musical colombiana para hacerla competitiva ante el mundo. Fue asi como concibió The Latin Brothers, como respuesta a Dimensión Latina de Óscar D’León, con su éxito Llorarás. Fruko sorprende al mundo en 1974 con la aparición del primer álbum de la orquesta The Latin Brothers, con Edulfamit Molina Díaz, «Píper Pimienta» Díaz, como voz líder, y dirección musical de Julio Ernesto Estrada. Se impusieron canciones que hoy son referente emocional de los colombianos: Las caleñas son como las flores, Patrona de los reclusos, Buscándote, Sobre la solas, Dime qué pasó, entre otros. Ya antes, había lanzado la orquesta La Sonora Dinamita, fundada en 1960, que arrancó con dificultades ya que sus músicos trabajaban en orquestas simultáneas. Su director Julio Ernesto Estrada, logró reintegrar a sus miembros en 1975. Uno de sus músicos destacados fue el cartagenero Lucho Pérez, el autor del clásico El getsemanicense, Si la vieran como anda,  Se me perdió la cadenita, etc.
  Fruko lanzó también Afrosound:  con una primera edición musical en 1973 y la voz estelar de Wilson Manyoma Saoco. Otra iniciativa musical de alta competición musical y rítmica fue la agrupación Wganda Kenya, como respuesta a la presencia de la música del Caribe y África en Colombia. Se lanzó un primer álbum en 1976.  La aparición de la orquesta Fruko y sus Tesos, entre 1976 y 1989, constituyó una Edad de Oro en la música colombiana, en el esplendor de la salsa y la valoración de los ritmos tropicales. En 13 años de éxito se grabaron 12 álbumes y Record World la consideró la Mejor Orquesta Tropical del continente. Las voces de Joe Arroyo y Wilson Manyoma son patrimonio  musical del país. 
     El rostro de Luis Ernesto Estrada “Fruko” resplandece como un niño cuando la alcaldesa de Cartagena le regala en un  estuche sofisticado una hamaca  tejida por los artesanos de San Jacinto. Desde que llegó a Cartagena no ha tenido tiempo de ver el mar, porque ha habido asedios de admiración y celebración de su vida y obra musical. Él sólo responde con una sonrisa bonachona y con su voz pausada, serena y espiritual invita a dar gracias por ese enorme artista que era Joe Arroyo. “Está allá”, dice señalando el aire invisible del cielo. “Pero se quedó entre nosotros con su música”, y se acaricia el pecho, allí, donde ha sembrado para siempre a su amigo. Rosita Garzón, su esposa, lo cuida. “Una mujer puede ser algo más que una compañía”, me dice. “No todos los músicos han tenido buenas compañías que administren algo más que dinero”, y para ella Fruko, es un ser humano excepcional que compone, dirige y arregla, con un alto sentido espiritual. Sin eso sería imposible que hubiera existido Fruko.  Ella se sonríe orgullosa.

 

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La huella del maestro

Es un maestro de la sencillez  este gigante de la música colombiana. Luis Ernesto Estrada trazó un mapa sonoro  de Colombia para el mundo e impulsó el destino musical de artistas como Joe Arroyo, Wilson Manyoma Saoko, Píper Pimienta» Díaz, May González, Juan Carlos Coronel, La India Meliyará, Joseíto Martínez, May González, John Jairo Murillo, entre otros. Quiere regresar a Cartagena a final de 2011 a compartir con los nuevos músicos su propuesta de hacer de la vocación artística una empresa organizada.
Su experiencia como director musical, como músico, como arreglista, como productor,  es proverbial. Sensible, disciplinado, espiritual, llama la atención a sus músicos de afinar el espíritu ante las tentaciones del mundo. Aún rompe un coco de un puñetazo, como quien busca descifrar el misterio de la música.
 

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