Revista dominical


Un sabio francés en Cartagena

GUSTAVO TATIS GUERRA

06 de septiembre de 2009 12:01 AM

Parece un niño mostrando las llaves doradas de la ciudad de Cartagena de Indias. Las mira con perplejidad y el encanto con que a lo largo de sus 88 años ha escrito medio centenar de libros y ha tejido enlaces inesperados con todas las formas del pensamiento y la creatividad humana. Sin duda, este ser deslumbrante y de una curiosidad insaciable que es Morin, es uno de los pensadores que ha renovado la manera de ver la vida y el pensamiento. Toda su tesis sobre el Pensamiento Complejo busca comprobar que existe una lógica planetaria que permite articular lo minúsculo y mayúsculo y que todas las expresiones que ha forjado el hombre tienen un tejido común y pueden conectarse para comprender mejor el mundo que vivimos. “Esta llave puede ayudar a cerrar las puertas a las malas situaciones y abrirse a la solidaridad y a la amistad”, dice ante la alcaldesa Judith Pinedo Flórez. Desde que llegó a Cartagena de Indias no ha hecho sino recorrerla con deslumbramiento. Hizo fotos de árboles, se ha maravillado al ver las raíces colgantes de los cauchos que parecen tocar al mismo tiempo el aire del cielo y la piel de la tierra. “Es un sueño para mí estar en esta ciudad maravillosa”, dice. “Es más bella que la ciudad que yo tenía en la imaginación. Como nuevo ciudadano de Cartagena de Indias celebro los esfuerzos de la Alcaldía de Cartagena por proyectar una política social de inclusión”. Sus anfitrones: la Universidad Tecnológica de Bolívar, la Alianza Colombo Francesa y un grupo de estudiosos de su obra, le tienen una agenda intensa proyectada hacia las comunidades. Estará con nosotros todo el mes de septiembre y participará en un seminario en su nombre en el Teatro Adolfo Mejía, y conversará con jóvenes y niños víctimas de los conflictos armados de la guerrilla y los paramilitares en los Montes de María. Lo que asombra en un hombre que se acerca a sus nueve décadas, además de su iluminada y visionaria lucidez ejercida a lo largo de una existencia fecunda, es la frescura juvenil que lo acompaña y la disposición de diálogo con todos los seres humanos. Ese sentido de la curiosidad que siempre lo ha acompañado. Leyendo a Morin se aprende que la filosofía se hermana con todas las disciplinas y que es la conciencia racional y la concepción de la vida la que segmenta y bifurca el conocimiento. La educación es para él la llave del presente inmediato y del futuro. Así lo sustentó hace diez años al presentar en la Cátedra de la Unesco su libro sobre los Siete Saberes encaminado a una nueva dimensión de la educación. Hay en toda su obra diversa, heterogénea, humanística, insaciable en su búsqueda de conexiones, un sentido universal de cohesión entre la ciencia y la ética, entre la tecnología y el humanismo, entre la filosofía y las artes, entre la educación y la cultura ciudadana. No subestima ninguna manifestación del conocimiento. La ecología, la biología, la antropología, la etnografía, la sociología, la literatura, el cine, la filosofía. Sus ojos ansiosos de percibir los límites y los horizontes del ser lo han llevado a ser una criatura amante de la libertad, independiente, sensible a la verdad desde niño, militante activo de la solidaridad, contestatario desde muy joven contra el nazismo y todas las formas del totalitarismo en el mundo. Morin es el soldado que se enfrenta contra el régimen nazi, es el pensador activo que participa en los cambios sociales y culturales de aquel histórico Mayo del 68, es la mirada creativa que en el año sesenta filma una película preguntando a los transeúntes en las calles de París si eran felices con la vida que llevaban y su cámara fue el retrato estético de los conflictos internos de los ciudadanos parisinos. Morin se constituye en uno de los artífices de la renovación del pensamiento y la cultura en el mundo. Un artista del pensamiento. Quienes lo ven con su sombrero vueltiao y su sentido vitalista del ser no intuyen que detrás de ese rostro sonreído, cálido y con sentido del humor, hay un ser constelado que ha abarcado todas las manifestaciones del pensamiento. No se desprende de la llave dorada que lleva consigo como un sortilegio de los dioses y recibe con suprema humildad de alumno planetario su nuevo Honoris Causa otorgado por la Universidad Tecnológica de Bolívar, uno de los tantos honores y reconocimientos que ha recibido en los últimos sesenta años. Él con la sabiduría de un artista junta los hilos dispersos de la madeja del conocimiento, con manos pacientes, ingeniosas, sutiles y profundas, para hacer sencillo y comprensible lo complejo del vivir en este planeta.

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