Revista dominical


Uno mismo es la esperanza

RICARDO CHICA GELIS

03 de octubre de 2010 12:01 AM

La falta de amor es, a mi juicio, el principal problema del mundo. Suena obvio, cursi y ridículo, pero, es evidente. Este es el testimonio de Miguel Silva, aparecido el domingo pasado en El Espectador: “Hace diez días mi hijo menor, de 13 años, estudiante del Colegio Anglo Colombiano, fue golpeado por un estudiante del Colegio Nueva Granada. Misma edad, más o menos, y un grupo de amigos compartidos. Ocurrió en la calle, cuando mi hijo fue a saludar a tres muchachos de ese colegio y, al intentar saludar al tercero, recibió un solo golpe no anunciado que le produjo tres fracturas: nariz, seno frontal y órbita ocular. Despertó semi inconsciente. La mamá de un amigo suyo lo llevó a la clínica. Su ojo izquierdo, por el que se preocuparon los médicos esa noche, se salvó milagrosamente. La operación implicó abrirlo por la cabeza, para poder operar sobre el seno frontal. Hoy tiene 50 puntos de sutura y grapas en la cabeza, una malla de titanio sobre los huesos destruidos y seis tornillos para fijar los pedazos de hueso a la malla. La operación de nariz fue, en comparación a ésta, sencilla. Durante un mes no irá al colegio y durante seis meses no podrá realizar una serie importante de actividades. La malla de titanio y los tornillos, así como la cicatriz en zigzag sobre la cabeza, estarán con él toda la vida”. El señor Miguel Silva tituló su comentario: “Violencia escolar, rectores atemorizados”. Un texto descorazonador que expresa la vida escolar de hoy en casi toda Colombia. Da bastante miedo. En especial porque uno puede racionalizar el asunto y opinar cualquier cosa, pero, me temo que siempre nos vamos a quedar cortos. En todo caso, me parece clave, distinguir dos aspectos de la mencionada vida escolar. Hay que saber la diferencia entre la educación y el sistema educativo. Una cosa es estar alfabetizado y otra cosa, muy distinta, es saber leer y escribir, o, en otros términos, asumir el lenguaje como estrategia de expresión y de construcción del mundo. El alfabetizado, por ejemplo, sabe distinguir una ruta de bus que lo lleve a su casa. En contraste, dominar el lenguaje, lo implica a uno como humanista. La educación, muchas veces, se ve obstaculizada por el sistema educativo. La educación, a su vez, supone exponerse a tres actividades: el ejemplo, la conversación y la lectura. La primera fuente de ejemplos son los medios: la oferta musical, la televisión y la Internet, en especial. Los mensajes de canciones, novelas y redes sociales promueven el pensamiento único, el cual, acaba el ejercicio crítico y reemplaza la capacidad de interrogar por la comodidad, el facilismo y la diversión permanente. ¿Qué idea del mundo se forman del mundo los niños y adolescentes cuando ven la telenovela “El Capo”, o cuando oyen la canción “Quieres ver gas o quieres ver gotas”, o cuando publican fotos de ellos mismos en facebook, en situaciones íntimas y comprometedoras? Mi apuesta es que el público infantil y juvenil obtiene referentes para legitimar ciertos comportamientos y valores. Lo que más ve este público son las telenovelas, es por eso, tan interesante que en horario estelar hayan programado “La Pola” y “Tierra de cantores”, pues, por lo menos, se exponen a otros referentes. La conversación es clave, pero, ¿con quién? Por ejemplo ¿Quién habla de sexo a nuestros hijos, en un mundo donde la sexualidad estalló y todos los mensajes y referentes venden fantasías sexuales materialistas que confunden sobre lo que significa amar? Otra pregunta que vale la pena es ¿de qué conversar, en un mundo donde la agenda de conversación la imponen los medios? Me parece que siempre valdrá la pena hablar de nuestro devenir. Y cuando digo “nuestro” me refiero a un relato donde se refleje gente como uno, es decir, una buena conversación depende de su enfoque, de su abordaje, de las preguntas que se quieran responder. La pregunta, con respecto a la lectura es: ¿De qué leer? ¿Por qué siguen mandando a leer obras como “El Carnero”, “El Mío Cid” incluso “El Quijote”, sin ningún tipo de justificación, ni vínculo con la realidad de niños, niñas y jóvenes? ¿Por qué no leer “La Ceiba de la memoria” de Burgos Cantor o “Érase una vez el amor pero tuve que matarlo” de Medina Reyes? La pertinencia social del sistema educativo supone comunicar que uno mismo es la esperanza del cambio y Silva, en su texto, hace un esfuerzo conmovedor por dejarlo bien claro, en especial, cuando deciden en familia perdonar al agresor. ricardo_chica@hotmail.com

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