No morir sin conocer a Cartagena de Indias, fue una frase que empezó a rondar mucho años antes de que la ciudad apareciera en los portales y en las rutas del mundo. Ahora aparece la ciudad entre los mil sitios que hay que ver antes de morir. El epígrafe anónimo nos abre la puerta de este milagro: “La vida no se mide por el número de veces que respiramos, sino por los lugares e instantes que nos quitan la respiración”. En el libro “1000 sitios que hay que ver antes de morir”, de Patricia Schultz, publicado recientemente por editorial Planeta Colombiana, aparece Cartagena de Indias en las páginas 817 y 818 de este voluminoso libro de 959 páginas. Es el libro recomendado del New York Times. ¿Qué es lo que hay que ver? Lo intangible de Cartagena de Indias sigue hechizando al mundo junto al tesoro patrimonial y arquitectónico. La escritora y viajera quedó deslumbrada con el antiguo Convento de Santa Clara, hoy un hotel de cinco estrellas en la que aún es posible presentir el siglo XVIII viendo la luz de sus jardines y la tumba de la abadesa que ahora se perpetúa en la ficción de Sierva María en la novela garciamarqueana. Pero le sorprende el cinturón de murallas, los baluartes, las balas de cañón de los piratas que ahora vigilan las enormes puertas coloniales y las puertas secretas que se han descubierto en las restauraciones. Sólo se nombra el 11 de noviembre de manera fugaz como la fecha de la Independencia de la ciudad. Y se llega a la conclusión de que los conquistadores españoles terminaron en Cartagena cuando salieron en busca de El Dorado en 1533. Y se quedaron para siempre entre nosotros más allá de la Independencia. Conquistados por una tierra que no deja de prodigar felicidad a los que llegan, aunque debajo de las alfombras se oculte lo que no queremos ver. El aura de la ciudad irradia su gracia intemporal junto a 999 lugares de la tierra. Dice Patricia Schultz que ella cierra los ojos y escucha “el sonido de los colimbos grandes en el lago Squam, el revoloteo de los banderines de oración en los muros de un monasterio tibetano de Lhasa. Puedo oler las especias de un mercado en la antigua medina de Fez, o el aroma a fritto misto que vuela por los patios traseros adoquinados de una aldea en la Riviera italiana”. Para ella estos mil sitios es su pequeña lista personal de viajes de ensueño. Junto a Cartagena de Indias, Nueva Zelanda, Madagascar, Singapur, Calcuta, Estambul, Londres, Viena, Borgoña, París, la Puerta de Brandenburgo, Weimar, Creta, Patmos, Roma, el Museo Van Gogh (Amsterdam), La Alhambra, los Monasterios pintados de Moldavia, el Metro de Moscú, el Hotel del Hielo en Jukkäsjarvi, Suecia, el Archipiélago de Estocolmo, las pirámides de Egipto, El Mar Rojo, El Sahara, el Monte Kenya, el Kilimanjaro, Belén, El Mar Muerto, el Museo de Shanghái, el desierto de Gobi, el Taj Mahal, Persépolis, el Monte Everest, la Mezquita de Solimán El Magnífico, las Montañas Azules de Nueva Gales del Sur, el Gran Cañón del Colorado, la Isla Grande en Hawai, Parque Nacional de los Glaciares, la Costa de Oregón, las Cataratas del Niágara, mirar las ballenas en Baja, México, Palenque (Chiapas), Michoacán, Cataratas del Iguazú, El Amazonas, Corcovado, Las Islas Galápagos, Machu Picchu, El Salto del Ángel, La Antástida, La Habana, Islas de Guadalupe, el Viejo San Juan, los 30 mil reliquias del Museo del Oro de Bogotá, el amarillo y dorado de Cartagena de Indias a las cinco de la tarde. En fin, la pupila humana puede descubrir en lo invisible del mapa de la tierra otros tesoros. Una sola vida no alcanza para recorrer tantos prodigios. Pero gracias a Patricia Schultz que tiene el privilegio de compartirlos.
Revista dominical
Ver a Cartagena antes de morir
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