La imagen de su hija con el uniforme del colegio desajustado, sucio de sangre y envuelta en lágrimas atormenta una y otra vez la mente de una mujer residente en Turbaco. La terrible escena ocurre el 22 de marzo de este año. La niña, de 13 años, no es víctima de un accidente, tampoco de una golpiza. Ella acaba de ser abusada sexualmente, mientras regresaba a casa después de clases. Llora con la mirada perdida y, a diferencia de otros casos, ella no calla, de inmediato cuenta a sus padres -pareja separada- lo que le sucede. Pero eso, por ahora, parece no servir de nada: cuatro meses después, el presunto responsable está libre y lejos del pueblo.
El 22 de marzo
Es miércoles y la salida del colegio de la menor es más temprano que de costumbre. A la una de la tarde ella va camino a la casa de su padre. Esta semana se queda con el papá. De repente, aparece un muchachito que, supuestamente, insiste en darle el chance a su casa en una motocicleta.
La niña se niega varias veces, hasta que el joven y un amigo que va en la moto con él, la suben para dirigirse a la casa del presunto abusador. Entre los dos la dominan, la obligan a tomar un agua rara y ella pierde la voluntad. No se sostiene sola. Quién sabe cuántos minutos han pasado, ahora ella abre los ojos y se encuentra indefensa, en una casa extraña. El mundo se le ha derrumbado. ¿Y el responsable?
“Está libre. Ese día lo denunciamos y lo aprehendieron, pero ni siquiera lo presentaron ante un juez porque supuestamente la aprehensión fue ilegal”, afirma la mamá de la víctima. Cualquiera pensaría que la monstruosidad de la que habla la menor es ejecutada por un sujeto con edad, mal de la cabeza y adulto. No es así.
“También es un menor. Él la acosaba, pero la inocencia de mi hija no le daba para pensar que él le podía hacer daño. Simplemente ella le decía que no podían ser nada”, recuerda la madre desconsolada. El presunto abusador sexual tiene 17 años. Está en el mismo colegio que la menor.
La madre ve la justicia muy lejos. Una vez el presunto abusador fue dejado libre, dice la mujer, su familia lo sacó del pueblo. “¿Acaso el dolor de mi familia no importa? ¿O porque somos pobres no se nos hace justicia? Queremos que pague. A mi hija tuve que cambiarla de colegio, no duerme, se despierta gritando”, dice. Su voz se entrecorta. Ahora, la menor sufre un calvario, días después del abuso y la denuncia, sus familiares han recibido amenazas.
“Existe una denuncia en la Fiscalía y cada vez que voy me dicen que el caso está en proceso... ¿En proceso de qué? ¿Que el culpable siga huyendo? No le deseo este sufrimiento a nadie. Un abuso sexual destruye y desmorona una familia por completo”, expresa la madre.
La historia es real: existe la víctima, la mamá, el victimario, una denuncia… Podría ser la historia de usted, de su hija, de su hermana, de su esposa.
No es la única
La protagonista de esta página vivió el horror de la violencia sexual en 2017, pero no es la única. Según el Instituto Colombiano de Bienestar Familiar, ICBF, en el primer trimestre de este año se han denunciado 2 mil 300 casos como este en el país.
En el mismo periodo, el Instituto de Medicina Legal practicó 4.315 exámenes a menores para determinar si hubo violencia sexual en su contra. En lo que va de 2017, han denunciado a la Policía de Cartagena 307 casos por los delitos de acto sexual violento, actos sexuales con menores de 14 años o acceso carnal o acto sexual abusivo con incapacidad de resistir. Van 17 capturados, 10 en flagrancia y 7 por orden judicial. El municipio de Bolívar con más casos en 2016 fue Magangué, con 70. Ese mismo año se reportaron 32 casos en Turbaco.
Muchas víctimas de abuso sexual, según la sicóloga Laura Portnoy, callan por miedo, otras por factores económicos, pero también lo hacen por pena. También, hay que decirlo, muchas veces las víctimas callan porque hay desconfianza en que la justicia actúe. Sin embargo, siempre hay que denunciar para que los responsables sean castigados.
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Esta adolescente, víctima de abuso sexual, y su familia, esperan que la justicia haga caer su peso y el supuesto culpable pague por su atroz delito, aunque eso no pueda borrar de la mente de la menor y de su cuerpo aquel amargo momento que marcó su vida para siempre.
Denuncie, no calle
La Policía Metropolitana de Cartagena, en sus actividades de prevención con el grupo de Policía de Infancia y Adolescencia, invita a denunciar esta clase de hechos que vulneran a los menores. Las personas que no puedan dirigirse a las oficinas de la Fiscalía en Crespo, pueden denunciar en la Oficina de Atención a Denuncias en Canapote. El Grupo de Policía de Infancia y Adolescencia tiene una patrulla, las 24 horas, para la protección de niños, niñas y adolescentes, comunicándose en Cartagena al celular 3216445901, línea de emergencia 123 y línea gratuita Nacional 01 8000 52 20 20.
En la capital de Bolívar, en 2016, Medicina Legal practicó más de 350 exámenes a menores entre los 4 y 13 años, supuestamente abusados sexualmente. El municipio de Bolívar con más casos de abuso sexual a menores en 2016 fue Magangué, con 70.
Recomendaciones
Entre los síntomas de una persona víctima de abuso sexual están el aislamiento súbito e inesperado, la depresión u otros signos de alteración del estado de ánimo, tales como ira desmedida. En particular, los niños tratan de revivir los sucesos abusivos a través de juegos con objetos u otros niños. Hacen comentarios a las personas en las que más confían, señalando a aquellos de quienes han sido víctimas y es ahí donde se debe tener especial cuidado, pues el niño refiere el suceso desde su óptica infantil, ajena a suspicacias o malicia.
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