Facetas


Bartolo Gaviria, quieto en primera

ERICA OTERO BRITO

21 de marzo de 2010 12:01 AM

En Cartagena Bartolo Gaviria es todo un personaje. Su nombre es un detonante de comentarios a diferentes niveles porque no es sólo recordado por ser una de las glorias del béisbol amateur de Bolívar sino por su papel de sindicalista en Colpuertos, del cual se ha originado la quimera urbana de que salió pensionado con entre 12 y 24 millones de pesos y al cabo de unos años el Gobierno le “corto el chorro” y se la dejó en 2 millones. Sin pelos en la lengua, Gaviria habló de este tema, de su recorrido por el béisbol, de las razones por las que quiso ser sindicalista, de lo que piensa de su aspecto físico y de su nueva faceta como hombre entregado a Jesucristo. Vive en casa propia hace más de 30 años en Las Gaviotas, con su esposa Dina, tiene 65 años, mide 2,5 metros, calza 46 y su verdadero nombre es Luis Carlos Gaviria Lucas, pero todos, desde siempre, lo llaman Bartolo. ¿Quién le puso Bartolo? -Los amigos de mi papá. Él se llamaba así y quiso ponerme su nombre, pero mi mamá no lo dejó. Sin querer logró su objetivo porque yo le llevaba todos los días la comida a Colpuertos, donde él trabajaba como winchero, y sus amigos me llamaban Bartolo. Llegué al estadio con ese apodo. ¿Cómo se inició en el béisbol? -Yo me hice en forma silvestre en las playas de Bazurto y llegué al béisbol intercomercial por casualidad. Los domingos para mí eran días de pesca; pero un domingo cualquiera pasé por las playas de Bazurto y me halaron para que hiciera parte de un equipo al que le hacía falta un pelotero. Bateé y mandé la bola al agua salá y desde entonces no me dejaron ir a pescar más. Los domingos me iban a buscar a la casa. Estando en esas el gerente de Avianca me llevó para el equipo de esta empresa, en la categoría intercomercial y con ellos anduve jugando por los municipios. Después, Manía Torres, que era el manager de Kola Román, me invitó para jugar en primera categoría y me llevó al estadio Once de Noviembre, pero como yo no tenía los zapatos adecuados y era difícil encontrarlos por mi talla, no se interesó más en mí. Luego Justo de Ávila (fallecido), quien era el manager de Colpuertos, me firmó para este equipo. ¿Qué edad tenía para entonces y qué cargo entró a desempeñar en la empresa? -Tenía 21 años. Pero yo no entré a laborar enseguida. Yo duré cuatro años en el equipo sin trabajar en Colpuertos. En ese tiempo estudié Contabilidad y me ayudaba con algunos auxilios que reunían los trabajadores a los que les gustaba el deporte. Además fue un tiempo que sirvió para recuperarme de la lesión que sufrí en el ojo derecho. ¿Qué le pasó? -Tuve la mala suerte que por una equivocación de Orlando “El Ñato” Ramírez quedé afectado para toda mi vida de este ojo. Estaba recién entrado al equipo y al Ñato lo estaban viendo para llevárselo para Grandes Ligas, entonces él quería hacer las cosas mejor de lo que las hacía normalmente y se equivocó en la rutina que estabamos desarrollando en la práctica y me tiró un pelotazo que yo no esperaba, me dio justo en el ojo. A raíz de eso me operaron y lo recuperé un poco, pero con el tiempo lo perdí por completo porque se me presentó desprendimiento de retina. ¿Cómo pudo seguir en el béisbol así? -Se decía que a los que le pasaba ese caso le cogían miedo a la bola y no jugaban más. Yo superé eso. Jugaba con gafas. Yo no tenía que demostrar nada, lo mío era bateo. El béisbol me apasiona. ¿Cuánto tiempo pasó después de eso para que pudiera jugar? -Tres años. Mi primer partido fue contra la Base Naval en el Once de Noviembre. Era las 7 de la noche, el partido iba por el cuarto inning e íbamos perdiendo una o cero. Ya casi no había partido oficial por la deficiencia de luz y me mandaron a batear en reemplazo de Pintuco Llerena, ya como por probarme a ver que tenía, y di jonrón. El partido lo suspendieron por la luz, pero yo salí de ahí con fama de una vez. ¿Cómo fue su ingreso a las selecciones de Bolívar y Colombia? -Lo del jonrón con la Base Naval fue en el 68, pero no terminé esa temporada porque peleé, por pendejadas, con Leal (Abel) y me echaron del equipo. Al año siguiente, él mismo (Leal), Justo de Ávila y un directivo de Colpuertos me fueron a buscar a la casa. Ese año entré a la selección Bolívar y fuimos a recuperar el título de campeones en Montería. La mayoría éramos novatos. A la selección Colombia entré casi al tiempo. Yo perdí la cuenta de las series mundiales en las que estuve, de los Centroamericanos, Panamericanos, Bolivarianos, encuentros amistosos. Mejor dicho, imagínese todo lo que pude jugar desde el 67 hasta el 87 cuando me retiré y me retiré por el ojo. ¿Qué recuerda de esos viajes? -(Risas) Las anécdotas que tengo no caben en una página de entrevista. Tendrías que hacer un libro. En la serie de Cuba en la que quedamos subcampeones nos tocó trasladarnos de La Habana a Matanza para jugar contra Nicaragua y se me quedaron los zapatos para jugar. En fin yo me quedé callado, me puse mi uniforme y mis zapatos de pepito. Íbamos ganando dos a una cuando el catcher de Nicaragua se quejó con el árbitro por mis zapatos porque no se podía jugar con ese tipo de zapatos. Entonces “Manía” Torres (el manager) me prestó los zapatos de él. Los talones me quedaban afuera, pero así entré a jugar y ante la insistencia del catcher de Nicaragua, el árbitro lo mando a callar y dio la orden de que el juego siguiera. Cada vez que corría para una base los zapatos se me salían, pero así terminé el partido y lo ganamos. ¿Cómo eran los recibimientos en Cartagena? -Al principio eran apoteósicos sobre todo al final de los campeonatos nacionales que eran donde mejor nos iba. Había bomberos, la gente en la Pedro de Heredia, el recibimiento en la Alcaldía como las reinas y uno tirando besitos (risas), pero acostumbramos a la fanaticada a ganar siempre, que ya después ni le paraba bola a eso. Sí veían los partidos, pero ya los recibimientos no eran los mismos. Es que acostumbramos tan mal a la gente, a ser campeones invictos, que una vez fuimos campeones en Pereira, pero perdimos un partido con Antioquia y los aficionados nos cobraron eso con la más absoluta indiferencia, a nuestro regreso. ¿Por qué ingresó al sindicato teniendo en cuenta que los deportistas en Colpuertos tenían todas las prebendas de permisos para practicar, licencias para salir de viaje a jugar, horarios laborales flexibles? -En Colpuertos nos consideraban, por no decir que nos amaban, sobre todo pasaron muchos gerentes como Gregorio Cabrera, Jaime Iglesias, Luis Mogollón, Raymundo Vélez Botet, José Carlos Cárcamo y otros que se me escapan ahora, que pusieron el pecho por los deportistas. No sólo por el béisbol sino por todo el deporte. Colpuertos fue una empresa que apoyó al deporte, eso sí hay que reconocerlo. Ahí tenemos a Bernardo Caraballo, que está jubilado; al Baba Jiménez, El Chicanero Mendoza. El deportista tenía todas esas prerrogativas, pero por medio del sindicato, eso es convencional. Sin embargo, yo sí vi algunas injusticias con deportistas veteranos que ya estaban retirados, que me hicieron reflexionar. Por ejemplo, Chita Miranda, el mejor pelotero que ha tenido Colombia, tenía un cargo muy ínfimo de recogedor de hojas en el patio y como él, varios. No les daban cargos de importancia, a pesar de su inteligencia, porque consideraban que estaban ahí solo para jugar béisbol. Además de eso tocaron mi propia fibra. Llevaba dos años en la oficina de nómina y prestaciones sociales cuando se presentó una vacante y no me la dieron a mí sino a una persona que trajeron de la calle, a la cual yo tuve que enseñar todos los procedimientos de la oficina; ganándose más sueldo que yo. También me sentía inconforme porque no nos reconocían el lunes como día compensatorio con el argumento que sólo trabajábamos medio tiempo, pero no entendían que el cuerpo se cansa. Trabajábamos y practicábamos de lunes a viernes y los sábados y domingo jugábamos en el estadio. Fuera de eso, el salario mío como trabajador raso, era muy pírrico. No alcanzaba para la meta que me había propuesto de educar a mis hijos. En cambio, el salario como directivo sindical, aparte de ser un salario bueno, permitía muchas cosas: primero, practicar; segundo, tener los medios económicos para lograr mis objetivos; tercero, tener la oportunidad de relacionarme con otras personas; y cuarto, desempeñarme en la defensa de los trabajadores. ¿Cómo hacía para alternar el béisbol con las funciones de sindicalista y trabajador de la empresa? -La empresa nos amaba como ya le dije antes y teníamos esas prerrogativas; Aún siendo sindicalista tenía permiso para jugar. Además cuando ingresé al sindicato, prácticamente no trabajé más con la empresa, aunque dependía directamente de ella; sino que dedicaba tiempo completo a las labores de sindicalista. Tenía un permiso permanente para poder cumplir a cabalidad esas funciones porque por ser tan grande la empresa debía desplazarme constantemente a los diferentes terminales a dirimir conflictos. Claro que el sindicalista que no cumpliera con sus funciones, el sindicato pasaba su informe y la empresa le descontaba de su salario. ¿Por qué se retiró de Colpuertos? -Por invalidez. Perdí el ojo por completo. Salí en 1990, a los 45 años de edad, luego de 19 años, 9 meses y 23 días de servicio. ¿En realidad de cuánto fue su pensión? -Al principio salí con 5 millones de pesos y tras una demanda me la subieron a 8 millones de pesos. ¿Por qué esa cifra tan alta? -Porque desde recién ingresado al sindicato tuve un cargo de importancia. Fui el presidente de la Federación Nacional de Trabajadores Portuarios. Viví cinco años en Bogotá; y debía estar viajando por todos los puertos dirimiendo problemas que se presentaban entre la empresa y los trabajadores y tenían que pagarme, lógicamente, viáticos y los viáticos de acuerdo a la ley son factores determinantes para establecer el monto de la pensión. Sin embargo, la pensión se elevó porque dejaron de incluir algunos factores salariales para establecer el monto y tras un proceso legal los jueces determinaron que subirla a 8 millones de pesos. ¿Por qué se la quitaron? -Por que lo mío era pensión de invalidez, por el ojo. Me mandaron a revisar mi estado de salud porque la ley faculta al patrón para eso. En el caso mío encontraron que tenía la misma lesión (del ojo), además estaba operado de próstata, operado dos veces de columna y operado de los pies; incluso el otro ojo también lo tengo afectado. Es decir, estoy peor que cuando me pensionaron y con todo y eso me recortaron la pensión a 800 mil pesos. ¿Eso le pasó cuándo? -En el 2002. Es decir por 12 años recibió los 8 millones de pesos mensuales ¿Qué hizo con toda esa plata? -Eduqué a mis 6 hijos, tengo dos médicos, una odontóloga que vive en México, otra que se casó y se fue para Canadá, donde está estudiando Medicina y uno que se acaba de graduar de bacteriólogo. Tuve una finca, dos busetas, un yate. ¿Tuvo? ¿Ya no los tiene? -No mija, todo eso lo he vendido, ¿Cómo cree qué iba a sobrevivir este tiempo? La camioneta (una cuatro puertas) no la he vendido porque ahí sí me expongo al escarnio público. Después los que no me quieren se alegran de mi desgracia. Me contaron que ahora es cristiano ¿Cómo se produjo ese cambio después de ser un hombre tan mundano? -(Risas) Mija la gente cambia. Mujeriego no, yo no era atractivo para las mujeres porque era feo. Le voy a contar que yo no sé como Dina me aceptó. A los cinco días de amores le propuse matrimonio para no darle tiempo de arrepentirse y le hice cuatro pelaos. Además el sindicalista que no toma con sus seguidores no votan por él, en las elecciones internas. Yo prácticamente, a lo último tomaba obligado. Y además mi esposa ha sido Cristiana toda la vida y mis hijos también y yo iba a la Iglesia, pero, no me decidía hasta que sentí el llamado en mi corazón. Dejé el trago de guillotinazo, dejé de ir a las canchas de sóftbol y cambié de rumbo. Los otros dos hijos son por fuera del matrimonio -Sí, pero eso fue antes de conocer a mi esposa en dos experimentos que hice para encontrar mi media naranja. Y a la señora Dina ¿La conquistó rápido? -Eso fue un ratico. Yo era feo, pero nunca he tenido dificultad para expresarme. Cuando la vi le dije: tu estás destinada para ser mi esposa y listo. (Risas) ¿Ahora es músico? -Sí toco el acordeón y otros instrumentos en un grupo de alabanza vallenato que tenemos en la iglesia. Quiero aprovechar esta oportunidad para hacerle un llamado a mis amigos deportistas, sobre todo, a Abel Leal, al “Ñato” Ramírez, a Bayuelo. Los estoy esperando acá en la iglesia. Ellos saben que una vez jugamos con un equipo de Estados Unidos en el que todos eran cristianos así que eso no les quita que sigan jugando su sóftbol, eso sí nada de trago, ni de mujeres.

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