Facetas


Bristol tiene 187 años y sigue tan campante

187 años de aparición continua, con sus augurios de inviernos y veranos y celebraciones religiosas. Una reliquia.

El Almanaque Bristol está, otra vez, con su puntualidad de hace 187 años, con sus 32 páginas, y su portada eterna de color naranja. Es la más vieja novedad de 2019 y la reliquia que sobrevive al siglo XIX.

El señor Bristol está en la portada, con su cara de pocos amigos, demasiado serio, parece pariente del señor Baldor, el del álgebra. Tiene una barba rala, la mirada melancólica y el corbatín mal puesto, a punto de soltarse, bajo la brisa del tiempo. Al salir a la luz del dos de enero, me sorprende escuchar al voceador del almanaque por las calles de Cartagena, y no sé en verdad si es un resucitado del siglo XIX, o un fantasma mensajero del señor Bristol. Pero el voceador está ahí, con su manojo de calendarios, en la era vertiginosa de la globalización y el don de la ubicuidad.

Poco antes de que el año cerrara sus ojos, vi cumplido un sueño que había visto desde niño en el reloj mágico de Dick Tracy. Poder hablar en tiempo real con cinco hermanos en cuatro escenarios distintos y distantes. Édgar, mi hermano, estaba cenando con su familia en Santa Marta. Marlly y Nelsy, mis dos hermanas, en Miami, estaban compartiendo una sopa de Navidad. Carlos estaba en su habitación, en Cartagena. Yola, mi madre, estaba con Jimmy, mi hermano menor, en Barranquilla. En la pantalla del celular estaban los cinco rostros de mis hermanos y el de mi madre, todos hablando al tiempo, en una babel del siglo XXI.

Pero junto a los rostros de la pantalla, estaban los hijos, los sobrinos, los primos, la tribu dispersa en las ciudades, integrada en un instante de relámpago, por la gracia de la tecnología. En la misma pantalla, aparecieron mis parientes de Sincé y de Sahagún, en una sola y ramificada conversación a diez voces. Fue una locura.

Pero al salir a la calle, el Almanaque Bristol me devolvió al siglo XIX, al siglo XX y a la adolescencia de este siglo fecundo en intolerancias y en invención de nuevas fronteras.

El almanaque es una publicación de Lanman & Kemp-Barclay, en New Jersey. Sus anunciantes también parecen haber salido de un periódico del siglo XIX, son los mismos de siempre: el Agua de Florida de Murray & Lanman’s, el Tricófero de Barry que usó mi hermana, después de sufrir un mal de ojo, y su cabellera de oro empezó a caérsele. También es anunciante del almanaque desde 1933 el almacén El Centavo Menos, en Cartagena.

La publicidad detenida en el tiempo juega con la imaginación, diciendo que el ingenioso hidalgo Don Quijote “se hubiera indignado profundamente al ver derramar el precioso líquido Tricófero de Barry sobre un viejo abrigo, y lanza en ristre, hubiera arremetido con los molinos de viento”. El Tricófero vuelve a recordarnos que su líquido precioso “endereza entuertos” (la calvicie) y protege a los “bien nacidos cabellos” contra el agravio de la caspa y las canas. ¿El consultorio científico aún estará en la calle 136 de Nueva York?

En la edición de 2019, hay una reflexión sobre el cambio climático que está en redes sociales y utiliza las nuevas tecnologías.

“El cambio climático nos afecta a todos. El impacto potencial es enorme, con predicciones de falta de agua potable, grandes cambios en las condiciones para la producción de alimentos y un aumento en los índices de mortalidad debido a inundaciones, tormentas, sequías y olas de calor. En definitiva, el cambio climático no es un fenómeno solo ambiental, sino de profundas consecuencias económicas y sociales. Los países más pobres, que están peor preparados para enfrentar cambios rápidos, serán los que sufrirán las peores consecuencias”.

Allí Bristol no está tan viejo, sino con los pies en el presente.

El almanaque fue la compañía de una legión de hombres y mujeres, el faro de las últimas cabañuelas en todo el Bolívar Grande, antes que los desastres sociales y ambientales arrasaran con los Montes de María, y se envenenaran los bosques primarios y las siembras de tabaco, tomate, maíz y aguacate,y sobre los surcos de las rosas crecieron las espinas sangrientas de las matanzas.

Mi abuelo, Ricardo Ulises Guerra, traía en sus alforjas su calendario Bristol para saber si llovería en junio. El calendario era puntual en sus predicciones, antes de los fenómenos de El Niño o La Niña, antes de los últimos huracanes.

Los campesinos letrados recordaban los santos olvidados y las celebraciones religiosas.

Escolástica Flórez, mi abuela, leía el calendario, y mi tatarabuelo Teofrasto Tatis, que curaba las enfermedades con solo ver a los pacientes.

Junto al almanaque Bristol, llegaban a casa siempre el calendario de Almendra Tropical y el Calendario Pielroja.

Recuerdo que siendo niño le preguntaron al historiador Germán Arciniegas, de dónde provenía su gran erudición sobre la historia de Colombia y el mundo, y no dudó en decir que “todo lo había aprendido en el Almanaque Bristol”.

Bristol mira
las estrellas

Pero el señor Bristol no se queda mirando las cosechas y las estaciones, las perturbadas cabañuelas que solo reaparecen en las canciones, sino que se asoma a ver las estrellas.

El anuncio de los planetas nos dice “que veremos las estrellas más brillantes u opacas cuando son estrellas vespertinas o matutinas”. Venus, por ejemplo, estará brillante en el cielo de las mañanas desde el comienzo del año hasta la segunda mitad de julio.

Marte será visible de color rojizo al comienzo del año.

Júpiter será visible durante la noche del 10 de junio.

Saturno estará demasiado cercano al Sol para observarlo desde principio de año.

Urano será visible a mediados de enero y se verá en las noches.

Neptuno será visible en el cielo vespertino aprincipios de año.

Eclipse total de la Luna el 21 de enero, visible en África, Europa, América del Sur, América del Norte, Atlántico y Océano Pacífico.

Otoño es la mejor estación del año para pescar en agua salada y primavera en agua dulce.

olor de Un viejo
perfume

El almanaque tiene la vejez elegida en sus propias páginas de color arena, y es un olor muy parecido a las viejas cartillas donde nos enseñaron a leer.

La colonia María Farina sale de las páginas del almanaque, como una botella de perfume que abrimos en un viejo escaparate.

Esa colonia fue creada por Juan María Farina (1685-1766), y aún puede encontrarse en Cartagena.

El colmo de las sorpresas es que entro a un centro comercial, y me detiene un señor delgado y mal vestido, con una cara de guardar secretos, y me pregunta con un misterio que me inquieta: “¿Le interesa una colonia María Farina?”. Me quedo perplejo, sin respuestas. Es como si el señor Bristol me hubiera enviado ese emisario fantasmal, vendedor de perfumes.

Epílogo

El voceador es el mismo del año pasado y de hace tantos años. Y con solo verme ya sabe que vengo a buscar el Almanaque Bristol. Los tres mil pesos que valen son de 2019. El señor Bristol tan serio y con 187 años sigue tan campante.

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