Facetas


Capitanes de la champeta

GUSTAVO TATIS GUERRA

15 de octubre de 2017 12:12 AM

Mucho antes de que la música resonara en las esquinas de los barrios y en los patios recónditos de Palenque y Cartagena, era solo una música  surgida de la pasión por toda la sonoridad africana que llegaba de contrabando al Caribe.

Era una música clandestina, prohibida y sin nombre, que  nadie se atrevía a bautizar. Viviano Torres, Anne Swing, dice que la música venía gestándose desde 1984, pero solo hasta el 13 de agosto de 1985 salió al ruedo en el Festival de Música del Caribe en Cartagena. Los  futuros productores musicales se desconcertaron cuando preguntaron cómo se llama ese ritmo, y los músicos le dijeron en coro: Champeta.

Su nombre de resistencia proviene de Champeta o Champa, un cuchillo desgastado por el uso en el mercado de Bazurto y en Palenque. O una peinilla de alambre que se usaba en los años ochenta para despertar los cabellos afros.  “Nosotros le llamábamos Champa a los cuchillos o rulas desgastadas”.La música aunada a la coreografía, suscitó polémica, estigmas, prohibiciones, y se abrió paso como un viento de subversión en el panorama musical de Cartagena. Han transcurrido veintidós años para que esa música irreverente, contestataria, procaz, contagiosa  que pasó por caminos frágiles  y cuestionables como el de las letras de doble sentido, la  obscenidad directa, resuelta y declarada, y la depuración de sus historias y sus contenidos, fuera reconocida y valorada por Sayco, aceptada dentro y fuera de las fronteras nacionales,  y se propusiera ante el Ministerio de Cultura como Patrimonio Cultural de la Nación, propuesta que está siendo estudiada para su revisión, aprobación y creación de un Plan de Salvaguarda.

Hoy llueven las iniciativas que se suman a los homenajes a la Champeta, como en el Festival de Tambores y Expresiones Culturales de Palenque, la propuesta de un senador que quiere declarar el 1 de noviembre como el Día Nacional de la Champeta (una fecha que no tiene ninguna relación con la que el mismo Viviano Torres, plantea como fecha de presentación).

Charles King recuerda que en 1992, la música de Anne Swing se escuchó en el picó del Bonny y el de Rey de Rocha, y algunos picoteros protestaron porque según ellos, se estaba saboteando y perjudicando a la música africana. Nadie apostaba al género naciente. Y a quienes lo interpretaban los llamaban despectivamente Champetúos. No existían productores. Solo Estudios Felito y Unison, en Barranquilla. Había un rechazo frontal a la champeta. En las Fiestas de la Boquilla, alguien preguntaba qué música es esa? Moisés de la Cruz y Oswaldo Jiménez empezaron a divulgarla y a promoverla. Moisés viajó a Estados Unidos y le enseñó la champeta a algunos productores, y ellos dijeron “Esta es música del futuro”. Llamaron a Viviano: “Hermano, les gustó la música!!!. Pero se resistían a que se llamara Champeta. Preferían bautizarla como música y baile Terapia. La reina popular Nelly Salas fue una de las primeras sensaciones cuando salió al ruedo a bailar champeta. Pero el camino estaba empedrado de buenas intenciones. Hubo un alcalde de Malambo y en Tolú que prohibieron la champeta. “¿Qué peligro puede generar un intangible como la música?- se prefunta Viviano Torres.  La ministra de Cultura Chica Morales, apoyó el primer Festival de la Champeta que se hizo en Cartagena, que fue un éxito, y respaldó la presencia de una delegación de músicos en París.

Fusiones y confusiones
Pero más allá de  los reconocimientos de la música, la palabra que resuena en los labios de tres capitanes de este género musical, como si se hubieran puesto de acuerdo, es que el ritmo en la actualidad, parece estar “involucionando”.

“Como música, la champeta tiene el derecho a evolucionar, a tener un control de calidad, a aportar mucho en sus letras y en sus melodías,  a contar historias de los barrios, esquinas, cocinas y habitaciones. La champeta puede renovar la identidad y su raíz africana, pero lo que estamos viendo ahora es una involución”, señala Louis Towers.

“La Champeta está involucionando. Hay un desorden vocal tremendo de quienes nos seguían en los inicios. Se está perdiendo el sentido. Hay gente que quiere innovar, imitando al reguetón,  reemplazando con la máquina la propia voz, pero eso no se puede, si se pierde lo esencial. Es como si hiciéramos vallenato sin acordeón”, dice Viviano Torres, Anne Swing.

“En el mercado se está vendiendo otros géneros y subgéneros musicales como champeta”, precisa Viviano, quien además, cuestionó el nombre de Champeta urbana. "No existe la champeta rural ni la urbana. Solo champeta".

“El tema de fondo es que hay mercaderes y seudo productores sin criterio y sin escrúpulos, que están perjudicando a la champeta”, señala Louis Towers.
“Una prueba de ello es que la champeta como género, desapareció en los concursos”, dice Towers.

“La nueva generación quiere hacer reguetón porque les produce más dinero. Es una involución”, reafirma Viviano.

La canción feliz
“Hay varias canciones que me han dado muchas satisfacciones, como “Bicarbonato”, “La Cantimplora” y “El abogado corrupto”, dice Charles King.
“En mi canción sobre el abogado critico cómo un tipo que viene de abajo, se olvida de su origen cuando se enriquece”.

“En mi caso, la canción que me ha complacido es “Permiso”, que hice en 1987.

“Creo que en mi caso  “El liso de Olaya”, ha sido una de mis canciones preferidas y acogidas por el público. Como “El oso pelúo”, “La orejera espelucá”, “El machete”, entre otras.

Epílogo
Los capitanes de la champeta viajan al interior del país y explican el fenómeno musical en las universidades. Participan en foros y debates y crean conciencia alrededor de un género que al principio tuvo resistencia en la sociedad cartagenera. “A la champeta hay que meterle academia”, dice Viviano.

El fenómeno crece y consolida nuevos espacios. El 9 de noviembre en la Plaza de Toros de Cartagena, se  realizará el primer Festicchampeta 2017, promovido por Blas Guzmán Hernández, para premiar a las estrellas del género en 17 nominaciones. Hay champeta para largo.

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