Facetas


Cárcel de Ternera: las noches en la jaula

LAURA ANAYA GARRIDO

31 de diciembre de 2017 07:00 AM

A lo lejos se escuchan los pasos del hombre gordo y alto que camina y agita un enorme manojo de llaves. El guardián pasa todos los días a las seis en punto, de manera que es como un despertador de carne, hueso y grasa que arroja las llaves al primer reo que vea despierto en la primera celda del primer patio de la Cárcel de Ternera, y vuelve a irse para hacer lo mismo en el siguiente patio.

A las seis se abre el primer candado. Al minuto abre el segundo, y el tercero y el cuarto, y el de todas las celdas. El despertador humano es el primer síntoma de un dejà vu eterno, de la rutina sobrecogedora y exasperante de esta gran jaula para hombres. Siempre es lo mismo: las llaves, bañarse entre las seis y pico y las ocho (porque después ya no habrá agua y el que se quedó ‘sucio’, se quedó así), desayunar, el conteo de reclusos, el almuerzo, los muñecos de la televisión...

Llamaremos El Reo* al tipo que habla del otro lado del teléfono, con la única intención de contarme lo que se sufre y se goza ‘enjaulado’.

La comida
El Reo dice que unos días se desayuna bollito con una torreja de salchichón… O con unos huevos cocidos o revueltos, todos tan insípidos como amarillos; otros, una ‘piñita’ (pan de dulce), un banano o una rodaja de patilla (si es tiempo de patilla) y avena, o café con leche (a veces solo café) o un chocolate con más agua y azúcar que chocolate. La fila es larga y con la barriga vacía cualquier empujoncito es una ‘buena’ razón para pelear, pero antes de las ocho ya todos tienen su bocado.

El siguiente acto inexorable del día es contar o dejarse contar: los guardianes deben cerciorarse de que hayan amanecido los mismos 2.002 internos que durmieron la noche anterior, en una cárcel donde deberían vivir 1.464. Deberían, en fin, antes de las nueve ya se sabe si alguno se voló.

La mañana puede gastarse de varias formas: viendo muñecos o novelas en el televisor -El Reo dice que algunos hasta tienen TV por cable-, jugando algún picadito de fútbol o trabajando. Sí, aquí el que puede y quiere trabaja para ganarse unos cuantos pesos o para acelerar su libertad.

El Reo, por ejemplo, ha sido aseador, también una suerte de asistente para los abogados, tiene amigos artesanos y ‘rancheros’, así les dicen a los internos que trabajan desde las 2 a. m. en la cocina de la Cárcel de Ternera, que le dicen El Rancho.O, bueno, le decían: el 28 de noviembre pasado el Departamento Administrativo Distrital de Salud (Dadis) dijo que El Rancho no reunía las condiciones sanitarias mínimas para funcionar como restaurante y que, por lo tanto, debía suspender actividades.

Este es el panorama: paredes agrietadas y llenas de residuos líquidos y sólidos, moho negro y verdoso en los pisos. Nada de lavamanos, ni rejillas en los sifones (puerta perfecta para roedores) y las campanas extractoras, extractores de aire y ventiladores están fuera de servicio, por lo que siempre hace un calor infernal.

“El almuerzo sí era una porquería -dice El Reo-, nos daban un arroz, a veces ‘crúo’ y ‘embolao’, un pollo too’ (todo) desagradable, con el poco de gordo que trae, con sopa… Y la sopa ni se diga, mucha sopa de fideos desagradable. De vez en cuando era que hacían unas sopas buenas, de lenteja o de costilla, pero no traen na’. Ah, también daban jugo.

“Pero la cena, la cena es peor: era un vasito de arroz con el pollo desabrido ese. En el almuerzo, tú puedes pedir solo sopa o lo que veas mejorcito, pero en la cena no más hay arroz y pollo”.

El sinsabor será más grande en 2018, según familiares de los reclusos. Ellos ¿denuncian? -si es que se puede denunciar- que el año que viene no dejarán que nadie entre comida a la Cárcel de Ternera durante las visitas de los sábados y domingos… ¡Bye, bye a los patacones con huevitos bien sazonados y la Coca Cola fría, de los que tanto se antoja El Reo!

Los administrativos del penitenciario dicen que no, que eso no es del todo cierto, que el 2018 sí traerá ciertos cambios, porque “son directrices de Bogotá. No es que se va a cancelar la comida, no les va a tocar comprar, no es así como lo están planteando”, me dice Nicolás Agudelo González, sub director encargado. El director, Uriel Jaramillo, está en descanso de fin de año, por lo que no me dieron más información en el penal.

Los patios
En Ternera hay siete patios. En el número 1 y en el 2 están los condenados; el 3 y 4 son para sindicados; los patios 5 y 6, también para condenados, y el patio 7 es el de los ‘viejitos’.

“O sea, aquí hay patios ‘relajaos’ y otros ‘desordenaos’, que les gusta vivir ‘a lo rasta’ -sin disciplina-, no quieren el mando de nadie y siempre se forman las peleas, las cuchilleras. Cuando se va la visita, algunos internos comienzan a meter su droga, y se forman los problemas y se mete la guardia echando gas. Antes el 1 era el más ‘pesao’, ahora es el mejorcito porque tiene un presidente de mano dura -cada patio elige a un recluso como presidente o coordinador-. Ahora el más desordenado es el Patio 2… Ahí echan a los desordenados que no quieren en los otros patios, los peleoneros”.

Las celdas y la noche
El Reo se la pasa metido en su celda. “Tiene dos placas”, me dice y explica que cada placa es una cama de cemento delgadita, para un solo hombre, pero en su cuarto dormían dos reclusos en las placas y dos en el suelo. “Cuando hay sobrecupo, meten hasta cinco o seis internos, y duermen dos en cada placa y dos en el suelo, y así. Ahí mismo está el baño chiquitico, el lavamanos y ya, ahí tú pones tu cortinita para hacer tus necesidades ya cuando nos encierran. Uno siempre dibuja muñecos en las paredes, que corazones, vainas de Buggs Bunny, pero si uno la quiere pintar -la celda-, uno espera hasta diciembre, que es cuando meten las pinturas”.

Según El Reo, las celdas se venden y se alquilan, y en la cárcel también hay estratos. Allá se pueden comprar las celdas, si yo compro una, es mía, y uno acepta ahí al que uno quiere que viva ahí. En el patio 3, que es donde hay plata, la celda vale $1 millón, pero en otros vale $300 mil. El que tiene su pieza, tiene vía libre para llevar a su mujer los días de visita conyugal, al que no, le toca pedir ‘balache’ -que le presten el espacio un ratico- o pagar así: como las visitas son entre las 7 a. m. y las 3 p. m., alquilan por $10 mil por medio tiempo (de 7 u 8 a. m. a 12 del día) o tiempo completo por $25 mil (de 7 a. m. a 3 p. m.). Y hay que ver que casi todos están dispuestos a pagar por unas horas de amor.

***
Las peores noches de El Reo transcurren cuando se enferma. Un dolor de barriga o una fiebre son el infierno en la jaula. “Eso es una tortura cuando uno se enferma de noche -me dice-. Uno comienza a gritar y los guardianes están en la garita o no están ahí, debemos tocar el candado duro y los compañeros de todo el pasillo comienzan a gritar: ‘¡Se muere, se muere, se muere!’, para que la guardia llegue rápido, cuando la guardia llega, lo sacan a enfermería, lo que ponen es pura inyección… si tienes fiebre, de una vez te ponen una dipirona”.

El primer candado se cierra a las cuatro de la tarde, a veces a las cuatro y media o cinco. Total, antes del anochecer todos los ‘pájaros’ deben estar en sus jaulitas. Ese sonido seco del candado cerrándose de nuevo ya ni le duele a El Reo, es la rutina...

Lo más difícil de las noches no es dormir, no para El Reo, que apenas pernocta con tres más en la celda. Lo más duro es despertar y verse entre las mismas cuatro paredes de los últimos diez años. Es ver el dibujo del corazón roto de la pared, aunque seas un asesino o un ladrón el encierro asfixia… Ahora El Reo sabe que debió pensarlo antes de apretar aquel gatillo.

*Nombre cambiado a solicitud de la fuente.

Revisarán en enero
Gustavo Orozco es el líder del programa de vigilancia y control de medicamentos y alimentos, y explica qué ha pasado con la cocina de Ternera tras la orden de suspender sus actividades.

“La actividad sigue suspendida, porque ellos -Cárcel de Ternera- no han solicitado que se levante la medida, para que se levante la medida ellos deben cumplir con los requerimientos que motivaron al Dadis a suspender las actividades en la cocina. Lo que solicitaron ellos fue que el Dadis visitara un área alterna que ellos adecuaron para preparar alimentos e hiciera una inspección sanitaria. Nosotros sí fuimos, pero ese día no pudieron atender a la funcionaria, entonces no hemos podido verificar si el nuevo sitio cumple las condiciones para prestar el servicio”.

Fueron la segunda semana de este mes y regresarán en los primeros días de enero a verificar, por ejemplo, si el nuevo piso es sanitario y las paredes son de color claro y fáciles de limpiar. Gustavo resalta que ninguna de las muestras alimentarias que se tomaron en 2017 sí cumplían con los estándares mínimos de calidad y no estaban afectando la salud de los reos.

Piso en material sanitario, paredes de color claro, de fácil limpieza. La comida no estaba afectando la salud de los internos, pues el Dadis tomó tres muestras en 2017 y la comida no estaba contaminada.

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