Facetas


Carlos se ríe de Donoso

JOHANA CORRALES

27 de septiembre de 2014 10:02 PM

Kini y Lalo fueron producto de un descuido sexual de su creador, quien debió ponerse a trabajar en serio después que su novia le anunció que estaba embarazada.

Para ese entonces, Carlos Donoso acababa de cumplir 14 años, y la noticia lo sacudió por completo: ¿con qué dinero, se suponía, iba a comprar los pañales, el pote, los juguetes, la ropita y todo lo que necesitara el bebé? ¿Qué era eso de ser responsable? Pero sobre todo, le preocupaba cómo le iba a decir a sus papás, quienes estaban terminando de criarlo, que ahora serían abuelos, porque se pasó de fogoso con su noviecita.

Desde que tiene conciencia se considera (como decimos en Colombia) un tipo arrecho. Pero nunca contempló la posibilidad de que tanta calentura iría a terminar en un problema de esa dimensión.  

Se armó de valor y habló primero con su padre, quien lo tomó mejor de lo que esperaba y le preguntó si quería asumir la responsabilidad o escabullirse. En ambos casos lo apoyaría. Carlos optó por la primera opción y, luego de hablar con los padres de la novia, se decidió que lo mejor, para preservar la imagen de la joven, era que se casaran.  

En esa época era un lío tremendo dejar preñada a la novia antes de casarse; y peor aún, siendo menor de edad. Por ser tan niños, arreglaron un contrato en el que se estipulaba que, al cumplir la mayoría de edad, contraerían nupcias.   

Carlos, desde  niño vivía obsesionado con los muñecos y el arte de la ventriloquia. Cree que heredó ese don de su padre, un genio para los cuentos infantiles, quien ganó varios premios en Venezuela. Cada vez iba mejorando más su técnica y se esforzaba para que pareciera que  el muñeco en realidad hablaba.

Durante todo ese enredo en el que se había convertido su vida, colaboraba presentando un show, junto a su muñeco Lalo, paraun empresario muy famoso de su país. En una ocasión, al finalizar el espectáculo, se le acercó un italiano para felicitarlo por su impecable presentación, pero le dijo que tenía que conseguir otro muñeco, porque no era profesional tener uno solo.

“Entonces comencé a buscar otro, y un amigo me dio a Kini, pero estaba en muy mal estado: sin ojos, porque mi compañero lo usaba para darle coñazos cuando estaba de chamo”.

De todos modos decidió conservarlo y lo llevó a casa. Cuando llegó, dejó a Kini en su habitación y se fue para el cuarto de su madre y agarró la primera muñeca que vio. Regresó a su cuarto, puso el seguro, y cuando estaba a punto de sacarle los ojos a la fina muñeca de su madre, ocurrió lo esperado:

- Abre esa puerta yaaaaaaaaa, Carlos. ¿Por qué pones llave? ¿Qué estás haciendo?- gritó la mamá.
-Nada, mamá-respondió cabizbajo.
-¡Le ibas a sacar los ojos a mi muñeca importada!

A Carlos le tocó regresar la muñeca a su lugar y ofrecer una sincera disculpa por intentar hacerle daño al preciado juguete importado.

“Claro, lo nacional es una mierda. Me la quitó. Pero, bueno, me dio otra muñeca que mis hermanos y yo habíamos usado cuando éramos más pequeños, y que estaba destruida, y así fue como le pude poner los ojitos a Kini”. 

Mientras intentaba actuar como el adulto que no era, su novia se enteró de que nunca estuvo embarazada. Al no haber un bebé de por medio, Carlos decidió que no quería casarse y, por fortuna, el contrato que les habían hecho firmar carecía de validez al ser menores de edad.

 Comenzaron a aparecer las oportunidades para el cómico y, fingiendo un acento extranjero, logró dar los primeros pinitos.

“En Venezuela, como en Colombia, lo nacional es una mierda y le daban trabajos a los colombianos, argentinos, menos a nosotros. Entonces me hice pasar por venezolano, argentino, mexicano. Ya después se me olvidaron los acentos y me trajeron para el Festival del Humor aquí en Colombia”.

Se enamoró de los colombianos. Cree que Colombia es sólo un pedazo de tierra con unos paisajes bonitos, pero que el alma del país es la gente. Disfruta su mamadera de gallo, porque cree que tienen un sentido de humor extremo. 

“La otra vez que estaba de gira por el país, me reía porque veía unos grafitis que tenían contenido. Me acuerdo de uno que decía: bastó solamente un instante para sentirte eternamente. Cónchale, qué profundo. Pero también había otros menos profundos como: 'se arreglan 'bidrios' y abajo otro le puso: 'lo escribimos mal, pero lo montamos bien'(risas). Donde hay humor, estoy yo de cabeza”.

LA RISA CURA TODO
Desde que empezamos nuestro diálogo no ha parado de hacer comentarios subidos de tono. No es de esos personajes que uno dice: ¿y ahora qué le pregunto? Con él no hay esos problemas, porque sencillamente no tiene espacios para silencios incómodos: Carlos Donoso jamás se calla.

No había pregunta que respondiera sin antes echarme un cuento que sacaba mi faceta más escandalosa y vulgar. No comprende la vida lejos del humor. Es más, no entiende cómo puede existir gente amargada. Está vacunado contra la solemnidad. 

“Estaban arreglando el metro en Caracas y había una tipa que estaba de compras. Le dieron ganas de ir al baño, pero en la tienda no había. La tipa, en un estado de desesperación, se metió a un vestidor y agarró una de las bolsas de compras y ahí metió el popó. Cuando iba saliendo, en la esquina, pasó un atracador en una moto y le ha robado la bolsa. Me imagino la sorpresa del tipo cuando abrió el paquete. Algo así como: 'Vamos a ver qué mierda hay aquí'”.

Afirma que la mayoría de los males del hombre están relacionados con problemas sentimentales:

“La bacteria del amor está justo en los genitales. Y cómo está en el medio, es el medio de todos los problemas del hombre y de la mujer. Si tienes una relación con una pareja que acabas de conocer y tienes un mal sexo, te jodiste. Ni la llames, que no te va a responder”, asegura.

Hay momentos en los que le ha tocado subirse al escenario con ganas de soltarse en llanto. La más inolvidable fue una vez que firmó contrato con un hotel en Lago de Maracaibo. Para esos días, a su madre le iban a practicar una operación en la que se veía comprometido el cerebro. Carlos estaba muy negativo en cuanto al resultado del proceso. Presentía que lo peor podría suceder y con esa intranquilidad se fue a presentar su espectáculo.

Cuando subió al escenario, había un ruido de tierra que no lo dejaba concentrarse en el show. Una vez en su habitación, la puerta del portavestido se estrelló sola y Donoso supo que algo no andaba bien con su madre. Tomó un taxi hasta el hospital,  y le informaron que tenía muerte cerebral.
La desconectaron y decidieron que, en lugar de sepultarla, la cremarían.

En medio de la ceremonia le tocó salir a presentar el espectáculo en el hotel. Cuando se sentó en el escenario, volvió a escuchar el ruido del día anterior, pero esta vez se le ocurrió hacer algo diferente:

“Dije a los asistentes: 'voy a dedicar este show a la señora Cristina, que sé que me está escuchando y sé que me está viendo en este momento. Un aplauso para ella, por favor'”.

Después que pronunció esas palabras, el ruido desapareció. Desde la tarima divisaba perfectamente el cementerio y al montón de gente que se acercó ese día a darle el último adiós a su mamá.

Cuando terminó de divertir al público, agarró su maleta y se devolvió para el funeral, porque, quizá, la función de arriba había terminado, pero abajo seguía su vida normal, esa en la que muchas son las veces que fingimos con una enorme sonrisa, mientras el corazón está a punto de estallar de dolor. 

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