Facetas


Cartagena sin motos: Transcaribe colapsa

JOHANA HOLGUÍN PRADA

21 de agosto de 2016 07:00 AM

Mi despertador indica que son las 5:15 de la mañana y debo levantarme. No puedo dejar pasar un minuto más si no quiero llegar tarde al trabajo. Vivo en Los Jardines y debo estar a las 8 de la mañana en el Pie del Cerro.

Intento alistarme lo más rápido posible, pero no puedo, siempre doy muchas “vueltas”. Salgo a las 6:45. Las busetas de la ruta Socorro Jardines están repletas y no veo motos por ningún lado.

Miro el reloj una y otra vez. Me angustia que el tiempo corra y yo siga parada en la esquina de mi casa. De repente, mi bombillo se enciende. Es viernes sin moto. Eso me estresa. Pensar en la congestión que me espera desde mi casa hasta el trabajo me intranquiliza.

Dejo pasar varios segundos y me decido. Tengo que subir a una buseta de Socorro que me deje en la estación de Transcaribe de La Castellana y debo hacerlo ya. Miro mi celular, lo desbloqueo y me fijo en la hora. Ya son las 7 de la mañana.

Por fin pasa una buseta con un espacio para mí. Pasan 15 minutos y pido la parada. Estoy frente a la estación de La Castellana. Mis ojos se abren involuntariamente por la sorpresa. La fila está tremenda y lo peor es que no tengo saldo en mi tarjeta. No uso mucho el sistema.

Mi segundo recorrido empieza. La fila avanza lenta y mi pierna derecha hace un movimiento rápido y fastidioso. Tengo un tic y estoy desesperada. Miro el reloj y me doy cuenta de que ya son las 7:40. ¡Ay, Dios! Tengo 20 minutos para poner la huella a tiempo.

Creo que han sido los minutos más largos de mi vida. Quizá exagero, pero es en serio. Escribir y describirlo no es igual que experimentarlo. Creo que pasa un minuto más y logro pasar el torniquete. Mi ceño se frunce y pienso, ‘la tierra debería tragarme’. Después de pasar la tarjeta por el sensor la situación es diferente y más caótica.

La congestión en las horas pico es más alta un viernes sin moto que un día normal. Las filas son extremadamente largas, fastidiosas y agotadoras.

El día apenas empieza, pero el calor es intenso con tanta gente reunida en el mismo espacio. El contacto físico con desconocidos y la poca consideración con las personas de la tercera edad, niños, niñas y mujeres embarazadas son inaceptables.

Los espacios son muy reducidos. Caminar dentro de las estaciones es traumático. Son las 7:45. El primer bus llega y todos corren. Una gran bola de gente intenta pasar por una sola puerta y ahí también voy yo. La ruta es la 102. En medio de la ansiedad y desesperación varios quedamos casi que espichados.

Me están empujando. Rápidamente agarro mi bolso y lo sostengo delante de mí. La gente sigue empujándose de un lado a otro y los brazos los atraviesan para cerrar el paso y ganar espacio. La alarma del bus, que indica la parada en cada estación y anuncia cuando las puertas se van a abrir y cerrar, me aturde. El desorden no tiene límites, pero ya estoy adentro.

Unos se ríen y otros se molestan. Gritos van y vienen hasta que las puertas se cierran, pero dentro del articulado es peor. Empiezo a sentir un tipo de angustia que no logro identificar del todo. Siento calor y se supone que el aire está a full, pero creo que mi metro y medio de estatura no aporta a mi bienestar en Transcaribe. Son más de cinco minutos pegada a varias personas. Eso me resulta muy incómodo. Apenas puedo respirar.

Esto de mirar la hora ya se me volvió algo mecánico. Son las 7:55. Ni siquiera puedo ver por dónde voy. Me toca preguntar y eso me desespera más. Gracias a Dios la ruta 102 solo hace una parada, en la estación de Bazurto, antes de llegar a mi destino: Chambacú.

Llego. Suspiro y me siento liviana. Por fin voy a salir de este caos, pero ahora el enredo para bajarme es grande. Vuelvo a suspirar y mantengo la calma. Pido permiso y espero que vayan saliendo los que están adelante. La cuestión está algo lenta. Sigo abriendo paso y siento el olor de la libertad. Sí, porque supongo que así es como se sienten los presos al terminar su condena.

Vuelvo al fogaje que caracteriza a mi tierra; y ahora, a correr. Tengo cinco minutos de retraso y debo caminar varios metros. El sol está fuerte y no tengo paraguas. Pareciera que no es mi día, pero no importa, apenas empieza.

A las 8:15 estoy parada frente a la entrada de mi oficina. El vigilante me da los buenos días, me sonríe y abre la puerta. Creo que una hora es poco para todo lo que viví usando Transcaribe un viernes sin moto.

Falta camino…
Precisamente, en un viernes sin moto, a los usuarios del Sistema Integrado de Transporte Masivo nos toca pelear por un cupo en los buses o conseguir que un taxista quiera hacer una carrera y cobre lo justo. Esos días, el uso de Transcaribe aumenta en un 10%: en un día normal unas 71 mil personas lo utilizan, mientras que un viernes sin moto son más de 82 mil  usuarios.

El transporte en La Heroica siempre ha sido un tema del que se habla las 24 horas. Que los choferes de busetas juegan con el tiempo de la gente. Que los taxistas son groseros y “vivos” con las tarifas. Que los mototaxistas no respetan señales de tránsito y viven atravesados de un carril a otro. ¡En fin! Los cartageneros nunca hemos estado conformes con el transporte público. Y no es para menos. Las imprudencias en las vías de la ciudad cada vez son más frecuentes. Los accidentes aumentan y la confianza y seguridad de los usuarios disminuye.

Aparte de las quejas por las tediosas aglomeraciones, la seguridad en las estaciones y dentro de los articulados juega un papel muy importante. Algunos pasajeros no se sienten muy seguros con el caos que se ocasiona cada 15 días: el segundo y último viernes de cada mes.

“Ciertamente hay uno o dos agentes de la Policía en las estaciones y el hecho de que haya tantas personas reunidas se presta para que las modalidades de atraco, como el cosquilleo, tomen fuerza. Por eso, como usuario de Transcaribe no me siento del todo seguro”, manifiesta John Utria, usuario del sistema.

Poco a poco, los alimentadores se han expandido en varios barrios de la ciudad y los usuarios se reparten en las estaciones, pero que Transcaribe no funcione en toda Cartagena es una de las razones principales para las quejas de los usuarios.

Hasta el viernes, Transcaribe tenía 101 buses en las calles, de los cuales 21 son articulados, 61 padrones y 19 busetones, que funcionan como alimentadores, según Humberto Ripoll, gerente de Transcaribe. Esto no es ni la mitad de lo previsto para que el sistema circule por toda Cartagena.

El funcionario asegura que lo planeado es que el sistema tenga 645 buses, de los cuales 54 serían articulados, 173 padrones y 431 busetones.

ZONAS DE INFLUENCIA
Transcaribe cubre los barrios aledaños a la zona de la Troncal de Occidente. Igual en Bocagrande, Crespo y parte de La Cordialidad: El Pozón. Ahora también cubre Blas de Lezo, con nueve busetones que sirven como alimentadores.

“La razón, la tiene el cliente”. En lo que va del 2016, el DATT ha sancionado a 481 taxistas por exceso de velocidad y 17 por negarse a prestar el servicio. Así mismo, se han reportado 1.019 sanciones a conductores de busetas por exceder la velocidad; otras 8 por tanquear con pasajeros a bordo; 195 por exceso de pasajeros; 152 por transbordos o cambios de recorridos y 584 sanciones por dejar y recoger pasajeros en lugares prohibidos. Estas cifras, que varían con frecuencia, justifican las quejas de los usuarios del transporte público en Cartagena.

Movilidad en cifras 

Once de las 17 estaciones de Transcaribe están habilitadas, pero solo en tres de ellas hay mayor flujo en horas pico. La más congestionada es la estación Madre Bernarda, que funciona como Patio Portal, mientras dicha obra es finalizada. En las estaciones del Centro y Bodeguita también aumenta el tráfico de personas.

Dos días por semana. Transcaribe alcanza a transportar la mayor cantidad de personas los lunes y viernes. Empezando la semana, unos 70 mil cartageneros usan el sistema, mientras que los viernes aumenta a unos 81 mil. Los miércoles la demanda disminuye y los jueves vuelve a crecer. Los días de menor tráfico de personas son los sábados y domingos.

Cinco millones novecientos mil usuarios han sido transportados por Transcaribe hasta el 31 de julio de este año, según Nixon Navarro, gerente de recaudo.  

De seis a ocho de la mañana. Horas críticas para la movilidad en Cartagena y descongestión en estaciones de Transcaribe. Sobre todo, un viernes sin moto. Entre las 4:30 de la tarde y las 8 de la noche, las estaciones vuelven a llenarse. 

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