Facetas


Cartagena tiene alma pueblerina

JOHANA CORRALES

25 de octubre de 2015 12:00 AM

Va pue, Cartagena tiene más de pueblo que de ciudad.

Aquí no se salva nadie, y las manifestaciones rurales van desde los más ilustrados hasta los aprendices.

Así que ponga mucha atención a este compendio de marcas rurales que ponen en evidencia nuestro lado más campechano:

1. Coger fresco: cartagenero que se respete se ha sentado alguna vez en una mecedora a coger fresco en la terraza de su casa. Si no tiene terraza, en el balcón, y por la tarde, cuando baja el sol, que es más rico. Pero necesitamos “orearnos” así sea un ratico.

2. Ron compuesto: es una mezcla de marihuana, polvillo, matarratón y otras hierbas combinadas con ron ñeque. Por alguna razón le echan pedazos de madera. Es buenísimo para los dolores reumáticos. No se toma, por si acaso..., se aplica.

3. El galillo viejo: no diga que no lo conoce, porque a todos en algún momento se nos ha ido la comida por donde no es, por el galillo viejo. Para los que aún se hacen los despistados, es cuando los alimentos se desvían de su ruta normal. ¿Ahora sí?

4. Mal de ojo: pelao al que no le hayan puesto un hilito en la mano con una piedra coral, para protegerlo del mal de ojo, no puede ser de aquí. Es una superstición pueblerina adoptada masivamente en nuestra ciudad.

5. El guarrú: de los mismos creadores del mal de ojo, están los del guarrú. Para los que no se sienten todavía familiarizados con el término, es el asiento que queda en el fondo de la taza del café, lo que uno llama en asientaito. Hay quienes leen el guarrú. Hace unos días hablaba con una amiga a quien le leyeron el café o el guarrú:

-Ya sé quién es la que me odia-dijo, enérgica mi amiga.

-Ah, ¿si?, ¿quién?- pregunté.

-*Natalia. Salió la cara negra de ella en la taza de café.

-Pero si el café es negro.

-¡Es ella! La bruja me dijo que veía en el café negro una cara negra.

5. Remojar la ropa: eso es muy de pueblo y muy de acá. Ya sea porque a uno le da pereza lavar la ropa en el momento o para que se le vaya saliendo la suciedad, dejamos las prendas en remojo. No bastando con esta práctica pueblerina guindamos una pita en el patio para que se oree, para que coja fresco, para que se seque.

6. El matarratón: si a usted --Dios lo libre de esa incómoda enfermedad-- le da varicela, lo primero que le recomendarán es darse unos baños con matarratón y curarina. Y para refrescarse, por favor, no deje de echarse alcanfor con talco.

7. El estropajo: sirve para despercudir, quitar el cutre o, como dicen ahora, para exfoliar el cuerpo. Ya no tiene que ir a los pueblos a conseguirlos, lo encuentra en cualquier supermercado.

8. El toldo: a todos, de bebés, nos pusieron un toldo. Se veía de lo más bonito, y nos protegía de cualquier mosquito.

9. El sapo milagroso: la erisipela es una infección que afecta principalmente a niños y a ancianos. No hay mejor antibiótico que buscar un sapo grande y gordo para quitarla.

Me acuerdo de que a mi abuela sí le caía esa vaina; y siempre llegaba a la casa un señor de pueblo, más conocido como “El ñato”, quien llevaba en una caja un tremendo sapo. Éramos cuatro nietas, quienes salíamos despavoridas cuando lo veíamos llegar.

Una vez, por la ranura de la puerta, vi todo el proceso: una tía, quien siempre ha sido la más ordinaria, le tapaba los ojos a mi abuelita para que no se abrumara con el espantoso animal. El Ñato lo sacaba de la caja y se lo ponía en la zona inflamada del pie. Mi abuelita gritaba al sentir la textura del sapo, pero al día siguiente amanecía como si nada.

10. La hora de la cena: No hay nada más rural que tener la hora para la comida. Donde mi tía Delcho, la cena se sirve a las 5 de la tarde. Esa hora es sagradísima.

11. Las direcciones: en Cartagena no usamos las nomenclaturas, usamos los referentes. En una nota publicada en este mismo cuadernillo el pasado 23 de agosto, bajo el título “Siga derecho, eso no tiene pierde” quedó demostrado que aquí una nomenclatura puede ser un recuerdo, una gorda, un palito de caucho, un olor, pero rara vez un número.

De ahí expresiones como “por ahí derecho”, “eso no tiene pérdida” y , la más confusa de todas, “no como quien va, sino como quien viene”.

12. Las prácticas festivas: cartagenero de pura cepa tiene un equipo de sonido (si es que no tiene un picó) en la sala de su casa. No hay forma de concebir una parranda sin música, y ojo, no puede ponerla bajitica. No señor, entonces ¿cómo sabrá el de al lado que estamos parrandeando? Entre más volumen, el vecino sabrá que más bueno quedó el agasajo.

Una ciudad provinciana
Cuenta el historiador Moisés Álvarez Marín que desde los cimientos de nuestra sociedad existe una relación directa entre el campo y la ciudad. Toda esa herencia, todo ese bagaje ha quedado vivo y más en una ciudad como Cartagena que es provinciana.

Esa relación aparece muy acentuada, por ejemplo, en los nombres de las calles y plazas del Centro. Por ejemplo, la Plaza de la Aduana se llama oficialmente la Plaza Rafael Núñez. O la Plaza de los Coches es realmente la Plaza del Ecuador, pero nadie le dice, ni le va a decir así.

Y ni hablar de todo el esfuerzo que se ha hecho porque los cartageneros dejen de decir Teatro de Heredia y digan Teatro Adolfo Mejía. Aun cuando sea por una buena causa, sigue pesando la tradición y la mayoría seguirá llamándolo Heredia.

Álvarez Marín explica que estas manifestaciones radican en el hecho de que somos fundamentalmente una cultura asentada sobre lo popular. Incluso, los más letrados tienen marcas rurales.

“Ahora, ¿quiénes son los primeros pobladores nuestros? Gente de baja condición, ninguno de estos conquistadores era ilustrado. El mismo Heredia era un don nadie. Además, la vida de Heredia no es nada de alcurnia. Eso se va a imprimir inevitablemente en las poblaciones”.

Lo paradójico de ser rural
Para el antropólogo y filósofo, Enrique Muñoz, toda esta serie de manifestaciones más rurales que urbanas obedecen al atraso económico de la ciudad, a su incremento poblacional y a una casta política que fue degradandola hasta llevarla a la decadencia actual.

“El simple hecho de que haya personas que tengan que levantarse temprano a recoger agua, nos pone en la misma báscula de atraso con pueblos que no tienen acueductos. Eso lo paradójico e inaudito”.

Explica que no hay nada más rural que los discursos políticos. Nuestros gobernantes dejan ver esas marcas en la entonación y hasta en la forma cómo saludan al pueblo.

“El universo campechano es hermoso, pero dentro de su realidad geográfica, social y ambiental. Porque cuando ese mundo se traslada, con esas mismas características, a los contextos urbanos, no es bueno”.

***
Dentro de la recopilación quedaron por fuera cualquier cantidad de manifestaciones y términos rurales como “aguaita”, palabra del siglo XVI que se quedó en las zonas campesinas de todo el Caribe. Traduce asomarse. Por ejemplo: ¿qué haces tú aguaitiando en la casa ajena? O fatuo, que se refiere a la gente tan refinada que jode por todo. Nadie dice fatuo, dicen facto, y en casos peores farrrto. Ejemplo: Tú sí eres farrrta, verdad.

La vasenilla, el aguamanil, el musengue y tantos otros también quedaron por fuera. ¡Y hay más!, pero vamos a dejarlo hasta ahí...

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