Facetas


Cartagena tiene otra mirada en Arturo Acero

GUSTAVO TATIS GUERRA

11 de septiembre de 2016 12:00 AM

Arturo Acero Franco (Cartagena, 1961), ha descubierto otra manera distinta de fotografiar a su ciudad natal: jugando con sus propios colores. Y con el espectro de la luz que se derrama por los balcones y los portales. Es la ciudad más fotografiada de América, pero cada fotógrafo y viajero intenta -algunos con aciertos legítimos- hallar un nuevo enfoque de la Torre del Reloj o del atardecer que se deshilvana en los rostros de los transeúntes. Arturo confiesa que le debe este arte a su padre, Roberto Acero, cuando siendo muy niño lo acompaña en un peregrinaje por el corazón amurallado a fotografiar la ciudad, y lo “revelaba en el cuarto oscuro de su baño privado”. Aquello fue sorprendente. Descubrir que del agua emergían las siluetas de la ciudad.

“Aun cuando nunca utilizó una cámara digital sus imágenes impresas siguen siendo muy bellas, técnicamente trabajadas”, confiesa Arturo. Cuando el padre se quedó dormido para siempre en su cama en 2008, el hijo sintió el deseo insoslayable de continuar el arte de su padre. Y empezó con una cámara digital y volvió a emprender el mismo recorrido que hizo por los calles, plazas y portales. Una manera de mantener viva su mirada, una forma sensible de seguir embelleciendo la vida desde la curiosidad cotidiana. Luego de unos meses conoció a Hernando Borda, quien en aquel julio de 2008, lo motivó a hacer su propio libro “Un paseo histórico por Cartagena de Indias”, con  64 páginas y  133 bellas imágenes.
 

Confesiones de artista
“Unos años más tardes, recibí una llamada de una importante constructora de la ciudad, que años atrás me había contratado  portadillas, requería un libro, la condición era que todo el que lo viera,  dijera “Wow”, qué hacer?.

Después de solicitar innumerables muestras a diferentes empresas impresoras recordé el libro “Cumbia” que me había regalado mi amigo Samuel Tcherassi, prestigioso fotógrafo barranquillero, fallecido el 29 de Mayo del 2014, donde incluía bellas imágenes del Carnaval de Barranquilla.

Este bello libro era de gran formato de lujo, solo tenerlo en las manos y al admirar las bellas imágenes todos pensábamos “Wow”. Así que contraté con la misma empresa  productora de esta obra la impresión de mi nuevo libro “Matimbá – un refugio mágico en Cartagena de Indias”, el cual considero es el más impresionante y hermoso libro que se ha publicado de nuestra ciudad, acompañado con 150 páginas de las más bellas imágenes y 50 páginas del más impactante proyecto de construcción. Con el paso de los meses mis exigencias personales eran mayores así que continuaba día a día estudiando videos en temas que me apasionaban como era composición, apertura, profundidad de campo, entre otros y estudiando a prestigiosos fotógrafos  americanos como Steve Mc Curry (1950),  retratista de gran colorido. Es inolvidable la imagen que hizo de la mujer afgana. Lo mismo el paisajista Ansel  Adams (1902), fotógrafo de contrastes entre la luz y la sombra.  El retratista de modas Irving Penn (1917).  Me gusta también Justin Green,  quien retrató texturas y patrones de la vida, fotógrafo urbano de abstractos”.
 

Buscando una huella
Arturo Acero ha ido tras sus propias huellas, procurando parecerse a sus propias emociones. Detrás de su lente, cruza Cartagena, pero él se detiene solo en la epifanía, en el instante eterno en el que la luz lo lleva a recrear una atmósfera enigmática en el tiempo. Es sabido que Cartagena no repite atardeceres ni amaneceres, y ningún fotógrafo como en la sentencia de Heráclito, hará la misma foto aunque la haga mil veces. Cada fotografía tendrá el misterio del espectro que Arturo ha logrado con belleza inquietante en esta serie que exhibe en el Centro Cultural San Lázaro. Un arte de paciencia y persistencia es la fotografía. A veces, cuando no se tiene la cámara en la mano, ocurre el milagro y solo queda registrado en la memoria del que lo contempla. Otras veces, una belleza no es atrapada por la cámara. Se escapa de la mirada del artista. Pero Arturo persigue ese momento hasta lograr su objetivo. Y descubre al mirarla insistentemente que la fotografía guarda otra imagen oculta, la de la vida secreta que se desborda como la luz sobre los tejados.
 

Epílogo
Ahora Arturo Acero  está frente a esa luz pendulante del atardecer cartagenero. Una luz que pasa del dorado al blancor que enceguece. Pero lo bello de la luz es su propia sombra. El contrapunto entre oscuridad y resplandor. En segundos, el brillo se apagará, el dorado se volverá sepia, y el naranja se dejará abrazar del gris hasta que la ciudad cerrará sus párpados. Es allí donde el artista con su pupila inagotable descubrirá un camino virgen e inexplorado: la de una Cartagena deslumbrante, secreta y fantasmal.

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