Facetas


Celibato, “una maratón para toda la vida”

LAURA ANAYA GARRIDO

09 de septiembre de 2018 12:45 AM

Un despropósito. Un absurdo. Una cosa anormal. Para muchos, el celibato es solo eso, pero no para los sacerdotes católicos. Ser célibe implica no tener sexo -nunca, ni siquiera ‘contigo mismo’- y no casarse jamás de los jamases, y a eso se comprometen los ‘soldados’ de la Iglesia católica cuando se ordenan. Ponerse la sotana que hasta 2015 usaban 466 mil 215 hombres en todo el mundo, significa que has hecho tres votos: el de pobreza, obediencia y castidad. Esta última palabra significa absoluto respeto por el cuerpo y es, digo yo, hermana gemela del celibato, una norma disciplinaria tan firme como polémica, ¿pero cuál es su origen histórico y en qué se fundamenta la institución que comanda el papa Francisco para exigir, aún en 2018, que sus hombres -y también sus monjas- sean castos y puros?

Fabián Ramos Zambrano es un abogado apasionado por la teología, y me responde sin titubeos que hay tres versiones sobre el origen del celibato en la Iglesia Católica, y que dos textos bíblicos fundamentan esa práctica.

“Hay tres fuentes en cuanto al origen del celibato. Hay quienes afirman que la Iglesia no arrancó con esa práctica tal y como la conocemos hoy, sino que fue apenas en el siglo IV cuando se instauró la medida del celibato. Algunos estudiosos aseguran que quedó consignado oficialmente en el II Concilio de Letrán, que fue en el año 1139, entonces en ese Concilio, digamos, se dispuso la norma disciplinar del celibato, y cuando digo disciplinar me refiero a que la Iglesia tiene algunas normas que son de orden dogmático: irrenunciables y no se pueden cambiar, y otras de orden disciplinar: como su nombre lo indica, son disciplinas que tiene la Iglesia, pero que no son dogmáticas y que en cualquier momento podrían reformarse o reformularse”, me explica Fabián.

El padre Rafael Castillo también me cuenta de la historia del celibato: “En la historia y tradición de la Iglesia, será el concilio de Elvira, realizado en España a inicios del siglo IV, el que dará carácter al celibato en los sacerdotes como forma de continencia. Luego va a ir creciendo progresivamente en la Edad Media y será en el segundo concilio de Letrán del año 1138 que adquiera su carácter disciplinar normativo, no así como algo intrínseco a la naturaleza del sacramento del orden sacerdotal”.

La tercera ‘fuente’ sostiene que el celibato ha existido incluso desde los tiempos apostólicos, “Pablo, por ejemplo, era célibe”.

“En una de sus cartas, en la Carta a los Corintios, Pablo habla e invita a que sean como él, célibes, solteros, y dice que el que no pueda contenerse, pues que se case. Dice que es preferible vivir en la continencia, sin casarse, porque el que se casa se debe ocupar de las cosas de su casa, mientras que el que no se casa se debe ocupar solo de las cosas del Señor. Esa es la tesis paulina sobre el celibato”.

Pero: la Biblia habla de la suegra de Pedro, a la cual Jesús cura de una fiebre. “Si tenía suegra es porque era casado, aunque (en la Biblia) nunca se habla de su esposa. Por el ministerio que ejerció, seguro que no convivían, si (su esposa) estaba viva”.

Las citas bíblicas
La primera parte de la Biblia en la que la Iglesia se basa para exigir a sus sacerdotes que sean célibes es en primera de Corintios, capítulo 7, del versículo 32 al 35:

“El que no tiene mujer se preocupa de las cosas del Señor, buscando cómo agradar al Señor. En cambio, el que tiene mujer se preocupa de las cosas de este mundo, buscando cómo agradar a su mujer, y así su corazón está dividido. (…) Les he dicho estas cosas para el bien de ustedes, no para ponerles un obstáculo, sino para que ustedes hagan lo que es más conveniente y se entreguen totalmente al Señor”.

Para Fabián Ramos, lo que Pablo dice es absolutamente práctico y me pone dos ejemplos: “¿Tú te imaginas que un cura esté dando la misa y lo interrumpan para decirle que se tiene que ir porque su mujer está pariendo? ¿O que lo vayan a buscar porque su hijo peleó en el colegio?” En algún tiempo, se dijo que la Iglesia católica jamás permitiría que un sacerdote se casara por cuestiones económicas: “Decían que si se casaba, entonces su esposa e hijos iba a heredar tierras, pero mira que son tres los votos, entre ellos el de pobreza, y se presume que un cura no tiene riquezas, entonces no tendría por qué dejar nada a nadie”, asegura.

La segunda cita que fundamenta el celibato está en el libro de Mateo:

“Pero Él les dijo: No todos pueden aceptar este precepto, sino solo aquellos a quienes les ha sido dado. Porque hay eunucos que así nacieron desde el seno de su madre, y hay eunucos que fueron hechos eunucos por los hombres, y también hay eunucos que a sí mismos se hicieron eunucos por causa del reino de los cielos. El que pueda aceptar esto, que lo acepte”.

Para Alberto Tapias Mejía, filósofo de la Universidad de Cartagena, el celibato es una especie de “consagración a Dios” y los problemas en su práctica pueden aparecer cuando es una imposición humana. “Es bueno, si es Dios quien lo otorga como don o si la persona decide hacerlo, y nocivo si se adopta por imposición humana”, señala.

-¿Cuál es la justificación de la iglesia católica para establecer que los sacerdotes y las monjas deben ser célibes?

-Ninguna que yo considere válida, aunque cuando ellos (los sacerdotes) asumen esta forma de vida, hacen votos y, bajo esta modalidad, deben sujetarse a Dios.

Un seminarista
Para Hernando, en cambio, el celibato no es ninguna imposición: “Es, ante todo, un don de Dios. Cuando los discípulos de Jesús hablan sobre la posibilidad de no casarse, Él les da a entender que eso no es para todos, sino para aquellos a quienes se les ha concedido ese don. Quizá la gente ve el celibato más como una exigencia o una imposición, pero debe aclararse que, sobre todo, es un don que Dios regala a determinadas personas. Él no exige lo que antes no ha regalado”, me dice el seminarista.

No por ser un don significa que es fácil. Entonces, ¿qué es lo más difícil del celibato?
-Depende de cada persona. Creo que no hay una respuesta general para esta pregunta. Es cómo preguntar: ¿qué es lo más difícil del matrimonio? Las respuestas serán diferentes. Algunos dirán: “Soportar los defectos de la otra persona”; otros: “Educar a los hijos”… Por eso, esta respuesta es una simple opinión personal: lo más difícil del celibato es caer en la cuenta de que lo vives por amor a Dios. No es tan obvio como parece: lo fácil es pensar que el celibato es una disciplina que se justifica solo por motivos prácticos o utilitarios: no me caso para estar más disponible. Eso es verdad: pero si no te das cuenta de que lo vives por amor de Dios —amor muy real— entonces no le ves el sentido. Y a veces es muy difícil captar que el celibato es amor: a Dios y también a los demás.

Un sacerdote
Y, para terminar, solo citaré al padre Castillo:
“Al menos, yo como sacerdote católico, tengo claro que esta sociedad acostumbrada a absolutizar o banalizar cualquier situación con el mismo rasero, no es el escenario más apropiado para reconocer el valor del celibato sacerdotal. Hay rechazos y resistencias.

“Pero ciertamente para comprender su valor y significado se requiere de la nobleza antropológica capaz de dimensionar al ser humano en su plenitud; de la calidad evangélica, tan necesaria, para asumir el estilo de Jesús y de la capacidad apostólica de san Pablo para anunciar el evangelio por amor.

“Quienes lo estamos viviendo, no sin dificultad, aun habiéndolo asumido con toda libertad y responsabilidad, sabemos que esto es una maratón para toda la vida, una carrera de largo aliento en la que cada paso nos va dejando un aprendizaje, es continuo como lo son los actos de amor de una pareja”.   

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