Luis Eduardo Mancilla dice que en su barrio, al borde del Caño Juan Angola, encontraron oro. En realidad siempre estuvo ahí, expuesto ante decenas de ojos incautos que no conocían su verdadero valor. El Caño Juan Angola, por increíble que parezca, es esa esperanza de un sector marginado que ve en él una luz para mejorar su calidad de vida.
Desde hace tiempo, este cuerpo de agua se convirtió en un basurero en el que muchas especies se rehusaban a morir a pesar del gran daño ambiental causado por mentes contaminadas. Pero la comunidad de San Pedro y Libertad reaccionó y ahora trabaja por cuidar el lugar en el que ha vivido durante años. “Esto que usted ve ahora era un desastre, porque todo el sucio del sector terminaba aquí”, asegura Luis, de 53 años. Y cuenta que todos los días se levantaba a las 6 de la mañana a pelear con los carretilleros que venían de otras partes solo para arrojar desechos y escombros. Ahora, en esta franja del caño, todos vienen a sentarse con sus hijos. Un pequeño muelle artesanal y colorido; una pintoresca embarcación de madera, comandada por Nicolás Arrieta Flórez o ‘Colacho’, como le dicen; materas y palmeras hechas de unas llantas recicladas que llevaron unos niños en Canapote, le empezaron a cambiar la cara a este lugar desde hace cinco meses. Recuerda Luis que todo arrancó un domingo, a las 7 de la mañana. “Todo el mundo trajo rastrillos, palas, machetes. Niños, jóvenes, adultos, se unieron para recuperar este espacio. Hicimos un sancocho y fue como una integración”. De ahí en adelante no han parado de limpiar.
La idea fue motivada por Juan Carlos Zárate, un guajiro que en 2001 llegó a Cartagena a estudiar derecho y ahora es edil de la Localidad 1. “Un día recorrí el caño con mi amigo José Tuirán y nos dimos cuenta de que le hemos dado la espalda. Tú entras al barrio San Pedro y Libertad y te dicen: ‘allá atrás’, en vez de ser lo contrario. Tenemos que mirar frente al caño, porque la belleza la tenemos aquí”. Y en su necedad de encontrar qué hacer en el Juan Angola, se le ocurrió entrar a Internet. Sus palabras mágicas: ‘embarcaciones turísticas’ y aparecieron entonces las famosas ‘Trajineras’ de Xochimilco, en México.
Así que Zárate preparó un viaje a ese sitio, declarado por la Unesco como Patrimonio Cultural de la Humanidad en 1987, para traer la idea y adaptarla en Cartagena y así nació la primera ‘Chambaculera’, nombre inspirado en la famosa canción de Gerardo Varela y en honor al desaparecido barrio Chambacú, que estuvo en los extramuros del Centro Histórico hasta 1971.
La primera ‘Chambaculera’ fue construida de manera artesanal por gente de San Pedro y Libertad, en cabeza del señor Omar Rodríguez con sus habilidades para la carpintería. Ya comenzaron a construir la segunda, que representará al barrio Nariño, y esperan que tras los estudios y permisos de las autoridades, muchas de estas embarcaciones, que apenas serán un gancho para el gran proyecto ecoturístico que tienen en mente, hagan su travesía por el Caño Juan Angola como otra actividad turística en la ciudad que beneficiará a jóvenes como Jeshua Hernández.
“Andábamos por un camino desviado, pero gracias a esto hemos cambiado las armas por canaletes y ahora tenemos un proyecto de vida. Como puedes ver, tengo muchas heridas en mi cuerpo, pasé por la cárcel y tengo heridas en el alma que todavía no se han curado, pero estamos echando p’adelante para poder salir de esas cosas. Lo que esperamos los jóvenes del barrio es que todos los planes se cumplan y darle un buen ejemplo a nuestros hijos”.
Jeshua reconoce que cuando le plantearon la idea pensó que podía quedar en palabras, así como muchos otros que han llevado a su comunidad. “Nos hemos podido dar cuenta de que sí se está realizando. Al principio no creíamos porque aquí han llegado muchas entidades, plantean algo y se van, pero gracias a Dios esto se está dando”. Con él son cuatro los jóvenes que ya están trabajando en la limpieza de la Isla de las Iguanas, en el Juan Angola. Cerca de 70 jóvenes han sido capacitados por el Sena en manipulación de residuos sólidos y esperan ser tenidos en cuenta en la relimpia de 5,7 kilómetros, entre el canal paralelo del aeropuerto Rafael Núñez y el puente de Chambacú, contratada por el Distrito, que también impulsará a este proyecto.
Ahora, en un corto recorrido en la ‘Chambaculera’, Luis, Nicolás y otras personas del barrio, miran ilusionados hacia la orilla del caño y esbozan con su imaginación un centenar de embarcaciones atiborradas de turistas; pequeños botes con ventas de comida, raspa’o, dulces; un gran parque de artesanías caribeñas; grupos folclóricos y mucha prosperidad. Tal vez ellos no conozcan Xochimilco, más allá de lo que hayan visto en fotografías, quizá antes no sabían que ese lugar que ahora quieren ver en Cartagena existía… lo que ellos sí tienen muy presente es que las buenas ideas deben ser replicadas en el mundo. Ellos ya encontraron una manera para progresar, y la habían tenido allí siempre, ante sus ojos, sin verla hasta ahora.
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