Clara Rojas es como un cincel que moldea el silencio de la piedra. No se queja de nada ni se ufana de nada. La cicatriz de su vientre es apenas una señal, pero su alma no tiene rencor. Y su pensamiento busca el alto lenguaje del perdón en medio de la tragedia colombiana. La busqué en esta semana y logré conversar con ella por teléfono, para decirle que he leído sus dos libros. Este que acaba de publicar Editorial Norma se llama A prueba de fuego: Superando momentos difíciles: Resiliencia personal. Son 158 páginas de confesiones. Antes de iniciar el diálogo le pregunté por su hijo Emmanuel, que ayer sábado cumplió siete años. La abuelita le tejió una ruana que parece un arcoiris. Es multicolor. Como el alma de Clara. A Emmanuel, cuando lo vea, le regalaré el cuento que le escribí a mi hijo Alejandro, le enseñaré mi gata Manchas, lo invitaré a comer helados.
Los niños de hoy son tan distintos y complejos a los niños de la generación anterior, que uno cree enfrentarse a seres de otros planetas. ¿Cuál ha sido la pregunta más difícil que te ha hecho Emmanuel?
Clara me dice: “Emmanuel hace las preguntas que pueden hacer todos los niños, pero él se ha ido adaptando a la vida de la ciudad de Bogotá, me pregunta cómo funcionan las cosas, el entorno, las tecnologías, y a veces, como si quisiera que le comprara algo en el supermercado, me dice que quiere tener un papá. Nosotros hemos recibido una lluvia de bendiciones de todos los colombianos. A cada paso donde vamos encontramos gente que manifiesta afecto por Emmanuel. Mi deseo es que sea un niño normal y feliz. Como lo fui yo en mi niñez. Quiero transmitirle que no todo es fácil y que en la vida hay que afrontar dificultades. Yo hago de papá y mamá, pero él es mi gran esperanza. Soy una de las 18 millones de mujeres cabeza de hogar en el país”.
Entonces Clara Rojas me habla de una palabra que han empezado a utilizar los psicólogos: la Resiliencia, según el diccionario Larousse, es la capacidad que tiene un material de recobrar su forma original luego de haber sometido a altas presiones. Es a la manera de los psicólogos, la capacidad que tienen los seres humanos de reponerse a dolores extremos, tragedias, bombardeos, terremotos, y amortiguar el impacto. Como si una piedra cayera sobre un resorte y luego el resorte volviera a su forma original. Así también la tentativa de los seres humanos por recobrar la vida en situaciones extremas.
¿Cómo ha sido tu resiliencia emocional?- le pregunto.
“La respuesta está en mi segundo libro que empecé a escribir en mayo del año pasado y terminé a principios de este año en Cartagena. La vida es un proceso y se puede aprender del dolor propio y de los demás. Ahora diría: No debí haber acompañado a... no debí arriesgarme, no debí acercarme al lugar donde llegué... pero ya habiendo vivido la experiencia extrema, hice la evaluación y la suma de aprendizajes...”
¿Qué salvarías de esa experiencia extrema de haber sido secuestrada durante seis años?- le pregunté finalmente a Clara. al otro lado de la línea. Su voz era suave, serena, concentrada.
“No es lo mismo ir a la selva por iniciativa propia, en plan de turista, que estar secuestrado en ella”. Y remató: “Mi hijo Emmanuel y la selva sin los secuestradores, es lo único que salvaría”.
Hoy Clara y su hijo Emmanuel van al parque y se encantan viendo la vegetación, los matices de verde, el resplandor de luz que teje de sinfonías el aire, y ella recuerda aquella luz profunda de la selva, el espectáculo de nuestros paisajes, también amenazados y secuestrados. El contraste es tremendo: ¿Cómo se puede disfrutar un paisaje en cautiverio y en libertad?
“Quizás por haber tenido a la muerte tan de cerca es que me ha tocado hacer balances más cortos, y no espero hasta el último minuto de vida”.
Confiesa que no es fácil dar consejos y su libro no pretende eso, pero es la meditación de lo vivido y el inicio de un nuevo mapa de viaje. La escritura ha sido algo más que una catarsis. Lo seguirá haciendo.
“He transformado mi fe, que en algún momento fue sufrida, añorada, deseada, melancólica, a veces también fue desesperada, en un acto de acción de gracias”.
Clara Rojas cree que la vida no puede ser un equipaje pesado y sobrecargado. Es bueno dejar espacio para las sorpresas que puedan encontrarse en el camino. “ Cuando la gente me pregunta por qué estoy bien, es por eso, porque no ando en bronca constante con el pasado”. Le dije que la percibía como una mujer capaz de reinventarse en medio del fuego y las cenizas. Eso es: con un cincel moldeando la piedra.
A prueba de fuego
Me había caracterizado por ser una persona muy firme, pero a la vez muy conciliadora y con una cierta flexibilidad de espíritu.
Mi familia fue excepcional, como si todos se hubiesen puesto de acuerdo. Ninguno me preguntó nada, ni quiso agobiarme en ningún sentido; parecía como si el solo hecho de estar viva fuese más que suficiente para ellos. La sonrisa y la alegría de mi hijo les llegaron al alma...
He tenido la fortuna de nacer y vivir en un país como Colombia, donde los desafíos se nos presentan a diario ala gran mayoría.
Comentarios ()