Facetas


Contra el tiempo y la muerte

LAURA ANAYA GARRIDO

15 de noviembre de 2015 08:23 AM

Son las 6:59 de la mañana y tomo un tinto para terminar de despertar. “Toño”, mientras tanto, me cuenta que su trabajo es desafiar al tiempo y vencer a la muerte. No, no es Dios y tampoco pretende serlo. Es paramédico.

“¡Laura, vamos! Hay un accidente”, dice tras escuchar su avantel. Agarra un casco y se lo pone. Corre. Sube a su moto. Arranca.

Bebo rápido el último sorbo de café, sostengo mi libreta y un viejo lapicero azul. Corro a la ambulancia. Abro una puerta lateral y subo. A mi lado izquierdo está el conductor y a la derecha otro paramédico. Son las 7:09 de la mañana.

La ambulancia acelera. El sonido agudo de la sirena cala en mi cerebro. El conductor hace un giro prohibido en la Avenida Pedro de Heredia, frente al barrio Los Ángeles, mientras veo a “Toño” perderse en su moto entre autos y busetas. La velocidad sube. La adrenalina sube. ¿Ha sentido que el alma y el corazón se le quieren salir por la boca?

La ambulancia pasa a centímetros de una buseta. Respiro profundo. El paramédico se pone los guantes de látex. Son las  7: 13 a. m. Cuatro minutos bastan para llegar al Barrio España en la ambulancia, pero “Toño” bate récords. Llegó primero para estabilizar al paciente, tirado justo frente al restaurante Don Mañe, en el carril de la Avenida que va en sentido Amparo-Centro.

“Se estrelló solo por culpa de un estornudo         -explica “Toño”-. Iba en su moto, llevaba el casco medio puesto y al estornudar el casco le tapó los ojos. Cuando intentó reajustarlo, perdió el equilibrio y chocó contra el separador”.

El motociclista se fractura el tobillo izquierdo y un raspón en la mano derecha. Se llama Caleb y tiene 23 años. No llora, pero “arruga” la cara mientras inmovilizan su pierna y lo suben a la ambulancia. Son las 7:17. Dos minutos después, la mamá del lesionado sube a la ambulancia y se sienta a mi lado. La señora está pálida, tiembla y sólo dice: “ay Dios mío, ay Dios mío”.

Caleb ingresa a la sala de urgencias a las 7:23. ¡Emergencia atendida en 14 minutos!

Escuadrón de emergencias
“Toño” es Antonio Carlos Pérez Florián, tiene 30 años, vive en El Milagro y vive para hacer milagros -pienso- porque se dedica a salvar vidas. Hace dos años aceptó su reto más grande: convertirse en uno de los cuatro paramédicos en moto que hay en Cartagena.

La ambulancia de Antonio es una Honda Splendor 100 y su compañero de fórmula -como él mismo dice- es Elton Corpas Martínez, de 25 años y papá de un niño de 5 años.

“Todos los días despierto a las 5:30 de la madrugada. Prendo la radio para escuchar las noticias y saber si hay accidentes de tránsito en Cartagena. Llego a las 6:50 a la clínica. Lo primero que hago es sacar la moto y verificar que todo esté bien en cuanto a mecánica. Me reporto a la Central y estoy atento a cualquier novedad. Tengo una hija de 4 años. Cuando me monto en la moto me encomiendo a Dios para que me dé seguridad...siempre que voy a una misión soy precavido porque mi familia me espera, mi hija me espera”, dice “Toño”.

Elton y Antonio son auxiliares de enfermería y trabajan de lunes a sábado, de 7 de la mañana a 7 de la noche. Hacen parte de un “escuadrón” de emergencias compuesto por 16 paramédicos, 4 trabajan en dos motos y los 12 restantes se turnan en dos ambulancias.

¿Y para qué una moto ambulancia? Para llegar más rápido, estabilizar al paciente y salvar su vida mientras esté en el lugar del accidente.

“En el baúl de la moto llevamos collares cervicales, vendas, dextrosas, soluciones salinas, catéteres, cabestrillos, tensiómetros, equipos de órganos y glucómetros. En un morral guardamos elementos complementarios: alcohol, algodón, jeringas y torniquetes.

“Atendemos entre tres y 15 emergencias diarias. Uno siempre piensa que el accidentado puede ser un familiar. Da miedo. La presión, porque todo debe planearse y hacerse en minutos, nos hace entrar en polémicas con conductores de busetas, motos y carros particulares, sobre todo los particulares, los que menos nos dan vía. Lo importante es llegar y salvar la vida, que el herido pueda reencontrarse con su familia. Es duro cuando encontramos al paciente muerto”, cuenta Antonio.

La Organización Mundial de la Salud, OMS, dice en su primer informe semestral de 2015 que las cinco profesiones más estresantes son medicina, enfermería, docencia, paramedicina y periodismo. ¿Qué hacer para no sucumbir ante la presión de la sangre y la velocidad? ¡Reír!

“Hay gente que piensa que porque estamos en la moto estamos paseando, pero preocupa sólo pensar que vas a velocidades entre los 80 y 100 kilómetros por hora, se puede atravesar un perro o una persona, una buseta o un carro -cuenta Antonio-. Sabes que sales en la moto a salvar vidas, pero no sabes si vas a regresar...o si vas a regresar herido porque la moto no tiene tanta protección como la ambulancia. Nos desestresamos molestando, mamando gallo. Tienes que distraerte, porque si no te vuelves loco”.

Y “mamar gallo” es una terapia efectiva. Mientras converso con Antonio, sus compañeros del “escuadrón” ríen como niños. Todos, emocionadísimos por salir en el periódico, posan felices para la foto. Son un equipo en las buenas y en las malas. Son una familia porque más allá del uniforme los une su compromiso por la vida.

¿Quién dijo que en Cartagena no hay superhéroes?
 

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