Facetas


Conversación con el biógrafo de Celia Cruz

GUSTAVO TATIS GUERRA

29 de julio de 2018 07:00 AM

Eduardo Márceles Daconte siguió los pasos de la cantante cubana Celia Cruz, en sus 75 años de existencia, y escribió el libro: ¡Azúcar! La biografía de Celia Cruz.

La vio por primera vez en un homenaje organizado por la comunicadora social Gilda Mirós, en Nueva York, para celebrar los 65 años de la Sonora Matancera, en junio de 1989. Márceles acababa de llegar a NuevaYork, y fue al homenaje acompañado de su amigo fotógrafo Germán Barón. Se sentó a conversar con los integrantes de la célebre orquesta, y llegó a ser amigo de muchos de ellos. Germán hizo varias fotos. Allí estaban Daniel Santos, Alberto Beltrán, Carlos Argentino, Nelson Pinedo, Celio González y Celia Cruz.

A partir de aquel instante, Márceles entrevistó a la cantante en cada salida de sus álbumes.

“Aquellas entrevistas fueron la base de donde partí para enfrentar el espinoso trabajo de escribir su biografía”.

“Era una mujer carismática, de risa fácil, sencilla y dueña de un humor contagioso, fue en una de esas entrevistas que me contó cómo llegó a acuñar su estentóreo grito de ¡Azúcar! y algunas anécdotas que reproduzco en el libro”.

¿Qué prevalece hoy de la obra musical de Celia Cruz, 15 años después de su muerte?

-El legado musical de Celia Cruz es inmortal. Sigue intacto como ha sido desde 1950, a través de la segunda mitad del siglo 20 hasta su muerte el miércoles 16 de julio de 2003 a las 4 y 55 de la tarde, cuando tenía 77 años de edad. Es conveniente recordar que casi todas sus canciones alcanzaron a popularizarse en América Latina desde que lanzó ‘Cao cao maní picao’, su primer éxito continental, grabado en enero de 1951.

Después se consagró como vocalista de temas de santería, guaracha, bolero, guaguancó, mambo, rumba, lamentos, son montuno y los diferentes géneros musicales de Cuba, incluso el rock and roll, no tuvieron secretos para ella. En su repertorio no pueden faltar temas clásicos que permanecen en el imaginario popular como Burundanga, Sopa en botella, Tu voz, y más tarde con las Estrellas de Fania y otras orquestas sus conocidas canciones como Usted abusó, Bemba colorá, Cúcala, Químbara, La negra tiene tumbao, La vida es un carnaval, Por si acaso no regreso y Regalo del alma, para solo citar las más conocidas.

Diría que su éxito se debió en buena medida al excelente registro de su voz, la cadencia de sus melodías, su talento y simpatía, y también que ella supo siempre actualizarse, aventurándose en otros géneros y fusiones con ritmos ajenos a la salsa que ella aclimató a su portentosa voz sin renegar de su pasado musical.

¿Qué fue lo más complicado de reconstruir en la biografía de Celia?

-En el momento de recibir la llamada de la agente literaria Leyla Ahile, amiga chilena en Nueva York, para preguntarme si quería escribir la biografía de Celia Cruz, ya tenía un acervo sobre su vida y su música en extensos archivos y notas personales. Yo siempre había querido y admirado sus canciones, así que asistía a cuanto concierto se presentara. Cuando terminé el primer borrador de su biografía me di cuenta que necesitaba recabar más información de su vida en México, Cuba y Colombia. Entonces les dije a los ejecutivos de la editorial que me dieran un mes más y me compensaran los gastos para viajar a la ciudad de México, a La Habana y a Barranquilla, para completar mi investigación, ellos aceptaron, me pagaron los pasajes y viáticos y me embarqué en un periplo que me llevó a esas ciudades en busca de amigos, compositores, músicos e investigadores musicales que me dieran su testimonio sobre su relación con la Guarachera de Cuba. Yo diría que en realidad no fue complicado sino dispendioso el trajín de encontrar a estas personas, pero siempre conté con el apoyo y la solidaridad de todos.

También había mucho material disperso en revistas y diarios, mi mejor herramienta fue el internet donde encontraba fechas y nombres que me indicaban el camino (sobra por obvio: a seguir, para eso son los caminos). En La Habana, por ejemplo, no tuve dificultad en encontrar a valiosos personajes que me abrieron sus archivos y me contaron cuanto sabían de Celia antes de marchar a México en 1960, entre ellos es necesario mencionar a Helio Orovio, autor del diccionario más completo de la música cubana, quien me dejó trabajar en su oficina, me dio información valiosa y me cedió muchas fotos inéditas de aquella época. En México tuve la suerte de contactar al escritor Fernando Vallejo, quien se entusiasmó con el proyecto y me llevó a casa de Iván Restrepo Fernández, amigo colombiano íntimo de los Knights, quien conocía de primera mano la etapa que Celia vivió en México. Tampoco tuve dificultad en escribir el texto, algunos días estaba tan empapado del tema que la escritura salía como un chorro, al punto que llegué a pensar que Celia me la dictaba desde el más allá, a veces escribía hasta 20 páginas en un día pero en otros me enfrentaba a un atolladero difícil de salir y si lograba escribir 4 o 5 páginas era mucho. El tema era tan fascinante que me entregué en cuerpo y alma a terminar el libro en seis meses, el tiempo que la editorial me había dado para entregar el manuscrito. Por supuesto que sin el apoyo de mi esposa, la artista visual Nubia Medina, no hubiera sido posible, ella se encargó de la logística doméstica, las dos hijas pequeñas y el cuidado del apartamento, y me dejó las manos libres para yo trabajar desde por la mañana hasta, muchas veces, tarde en la noche.

¿Qué ha ocurrido con la obra musical de Celia en la Cuba de hoy? ¿Se conserva su casa natal?

-Si bien las canciones de Celia estuvieron durante largos años vetadas por el Gobierno a raíz de su obstinada oposición a la revolución cubana, la gente las seguía escuchando de manera clandestina, en especial los mayores, ya que los jóvenes han desarrollado otros gustos musicales. Algo que es elocuente de su popularidad en la isla sucedió cuando estuve invitado al Festival del Caribe de 2013 en Santiago de Cuba. En el aeropuerto de La Habana me requisaron el equipaje porque pesaba más de la cuenta por la cantidad de libros que me habían solicitado sus organizadores, entre ellos la biografía de Celia. Cuando el funcionario encontró el libro, me preguntó: “¿compañero, usted escribió este libro”, y cuando respondí que sí, llamó a una oficial, “comandante, hágame el favor”, la mujer era negra y alta, con botas de sargento, llegó y preguntó, “diga compañero, qué sucede”. A estas alturas del diálogo yo estaba ya asustado, nervioso, imaginé que el próximo paso sería llevarme a una cárcel por atreverme a llevar un libro prohibido en la isla. “Mire usted, dijo, este libro”, y la mujer tomó el libro entre sus manos, ojeó algunas páginas, me miró y me preguntó, “¿este libro es suyo compañero, usted es el autor?” Sí, contesté. Ella frunció el ceño y me quedó mirando, de repente y en tono confidencial, me preguntó, “compañero, ¿me puedo quedar con este ejemplar…?”, a lo cual respondí, “por supuesto comandante, quédese con él”, y ella: “¿me lo puede autografiar, por favor?” En mi primer viaje de investigación a La Habana visité el inquilinato de la calle Serrano, casi esquina a Enamorados, en el barrio Santo Suárez, donde nació, la casa aún se conserva intacta aunque restaurada, también la que compró en Lawton cuando trabajaba para la Sonora Matancera, donde aún viven algunos familiares y se exhiben viejas fotografías y trofeos de su época cubana.

¿Qué piensa de las versiones televisivas y de la iniciativa de filmar la vida de Celia?

-Las versiones sobre su vida para telenovelas han sido un fiasco total por varias razones. Una es que son fórmulas comerciales para sacar el máximo provecho económico en desmedro de un argumento serio y respetuoso. Son en realidad una ficción basada en las líneas gruesas de su vida pero falsificadas para que quepan en la horma de las convenciones televisivas, yo alcancé a ver algunos fragmentos de capítulos pasados por una cadena nacional supuestamente sobre la vida de Celia pero terminé disgustado y con ganas de demandar al canal por falsear la vida de la ‘Reina de la Salsa’, por fortuna la gente no es tonta y muy pronto la telenovela perdió rating hasta que tuvieron que acortarla y suspenderla. Tengo entendido que la cadena Telemundo planea otra versión de su vida y ya son varios los montajes teatrales que se han hecho en Nueva York y Miami que giran más sobre sus canciones. En cuanto a la película, hace unos 5 años me llamó una productora cinematográfica de Estados Unidos para ofrecerme comprar los derechos con el fin de hacer una película basada en mi biografía, acepté y me invitaron a Miami donde firmé un contrato y más tarde asesoré al guionista que vino desde Los Ángeles, pero en el camino han surgido tropiezos con Omer Pardillo-Cid, ex manejador de la artista y actual director de la Fundación Celia Cruz, quien registró la marca Celia Cruz y quería que se le pagara cualquier cantidad de dinero, luego la única propietaria de la discografía de Celia es Sony Records y pide astronómicas sumas por utilizar sus canciones para el film. Por último algunos socios de la empresa desertaron del proyecto pero ya se consolidó un grupo empresarial que está en el proceso de revivir la película por todo lo alto, por lo menos se tiene ya asegurada una distribuidora internacional de Hollywood y reservados los escenarios para la niñez y juventud de Celia en Santo Domingo, República Dominicana. Yo voy a ejercer como asesor del director durante el rodaje y también he pedido autorización a los productores para hacer un documental detrás de cámaras sobre cómo se hizo ‘Azúcar!: The Movie’, título provisional de la cinta.

¿Cuál es el aspecto humano menos conocido de la artista?

-Quizás uno de los aspectos menos conocidos de su vida sea su lucha por tener hijos, ella amaba a los niños pero el destino quiso que nunca pudiera quedar embarazada a pesar de someterse a tratamientos y procedimientos médicos costosos e inútiles. Ella se consolaba diciendo que tal vez Dios le había negado ese privilegio para que ella no sufriera en esta época de violencia, guerras, delincuencia, drogadicción, pero en el fondo sufría mucho. Celia contaba una anécdota de cuando compartió experiencias con Matilde Díaz, a la sazón esposa del músico Lucho Bermúdez, quien también era estéril. Ella le recomendó que se encomendara a la Virgen de la Caridad del Cobre, que era muy milagrosa. Así lo hizo Matilde y su hija Gloria María nació el día dedicado a esa virgen reverenciada en Cuba.

Cuéntenos su experiencia interdisciplinaria como narrador de cuentos y novelas, historiador del arte y biógrafo musical.

-Yo siempre me he considerado un autor que escribe sobre diferentes disciplinas. La vena ensayística la desarrollé durante mi época de estudiante en New York University (1966-1970) donde obtuve el título de licenciado con especialización en estudios de América Latina, en especial de su historia cultural (literatura, artes visuales, teatro y cinematografía). En las universidades estadounidenses se enfatiza mucho la investigación la cual se materializa en las monografías al final de algunas materias, y hay profesores muy estrictos que enlazan ese trabajo a la calificación final. Yo obtenía algunos ingresos adicionales ayudando a otros estudiantes a escribir esos trabajos o incluso me contrataban como autor fantasma (ghost writer) para escribirlas a precios que variaban de acuerdo a la complejidad o extensión del trabajo. Yo había empezado a leer y admirar las obras clásicas desde temprana edad, mi padre Carlos Márceles Orellano era un ávido lector y a ratos escritor, en algún momento de su juventud escribió una novela que desapareció sin dejar rastro, alguna vez la vi en casa de mis tías pero cuando quise buscarla ya fue inútil, creo que más que nada fue un ejercicio de su vocación pedagógica puesto que un buen trecho de su vida la dedicó a la enseñanza. Pero en verdad mi carrera de escritor la empecé cuando regresé a Colombia de España en 1975 donde trabajé como traductor inglés-español en Barcelona durante dos años. Entonces empecé a recordar mis aventuras en Asia (había sido monje budista en Sri Lanka y peregrino en diferentes ashrams en la India), primero como narrador oral de esos episodios que concreté después en mi primer libro de cuentos tituladoLos perros de Benares y otros retablos peregrinos.

García Márquez leyó el libro y lo recomendó a Vicente Kataraín para la Colección de Literatura Colombiana  que publicó Editorial La oveja negra (1984) con 100 títulos de escritores colombianos de todos los tiempos. Para mí fue un tremendo estímulo haber sido seleccionado, la edición de cinco mil ejemplares se vendió bien en todo el país y todavía hay mucha gente que lo recuerda y hasta se saben fragmentos de algunos de los 13 cuentos que fue finalista en un importante concurso literario de aquella época. Después de eso nunca paré de escribir cuentos, tengo un volumen inédito con más de 20 textos a la espera de ser publicado un día de estos.

Mi novela El umbral de fuego publicada en 2015 se propone ser un concierto polifónico de voces de expatriados colombianos que por diversas razones abandonaron su país en busca de oportunidades en Estados Unidos, asimila también mis experiencias como inmigrante en diferentes etapas de mi vida, su tono narrativo está sustentado por un grupo de personajes que sufren las vicisitudes, disfrutan las alegrías y cuentan sus aventuras, éxitos y fracasos, así como la nostalgia de su país que les acosa en momentos de incertidumbre. Entre la publicación de mi primer libro de cuentos y la novela, me dediqué en buena medida al periodismo cultural en diferentes diarios y revistas de Estados Unidos y Colombia desde 1975 hasta 1986 cuando fui invitado como profesor visitante de la Universidad de Estudios Internacionales de Shanghai (China).

También fue la época en que me zambullí en el teatro y las artes visuales como crítico, ensayista y curador, entonces escribí un sinnúmero de reseñas que complementé con investigaciones posteriores para completar un voluminoso texto histórico que dividí en dos tomos.

Los libros enfocan las diversas disciplinas artísticas de Colombia, desde mediados del siglo 20 hasta el 2010 más o menos, titulados Los recursos de la imaginación: Artes visuales de la región andina de Colombia y Los recursos de la imaginación: Artes visuales del Caribe colombiano que han corrido con la suerte de tener dos ediciones agotadas hasta la fecha. La parte más complicada de este proyecto fue ubicar y conseguir las fotografías de las obras mencionadas en esos libros, fue una labor titánica ya que pocos artistas colombianos tienen el cuidado de mantener un archivo visual de su producción, entonces me tocó escudriñar en colecciones y archivos públicos y privados, bibliotecas, museos, galerías y un sinfín de recovecos hasta lograr que cada artista mencionado mostrara por lo menos una imagen de su trabajo. En 2004 publiqué en Nueva York ¡Azúcar!: La biografía de Celia Cruz, libro que me ha traído muchas satisfacciones y me ayudó a entender mejor el fenómeno de la música caribeña, en especial la salsa y el bolero, a través de su historia, sus compositores, cantantes y músicos más destacados con quienes sigo dialogando en Nueva York, Cuba, Colombia, México y otras ciudades

¿Cómo evoca hoy a su abuelo italiano Antonio Daconte, personaje entrañable de Aracataca?

-Mi abuelo Antonio Daconte Fama era un inmigrante italiano nacido en Scalea, un pequeño pueblo de Calabria, sur de Italia, de donde partió con su hermano Pietro y su hermana María en busca de fortuna en América. No sé cómo, después de deambular por diferentes ciudades, incluyendo Nueva York, desembarcó en el muelle de Puerto Colombia a finales del siglo 19 y aterrizó en Aracataca, pueblo ardiente sobre las estribaciones de la Sierra Nevada de Santa Marta a 80 kilómetros del mar de Santa Marta. Allí echó raíces, era ordenado y ahorrativo, aprovechó bien la bonanza bananera de la década del 20 hasta el punto que amasó una fortuna que invirtió en bienes raíces y en una surtida tienda llamada El Vesubio (como el volcán) de víveres, abarrotes y ferretería, tenía además una finca de banano llamada La Somalia. Era un innovador, trajo los billares, alquilaba bicicletas y en el patio de su amplia casa organizó el primer cine que se conoció en la región, allí pasaba las películas mexicanas que le enviaban sus paisanos los hermanos Di Doménico. En ese cine vio sus primeras películas nuestro escritor Gabriel García Márquez, como mi abuelo era amigo de su abuelo el coronel Nicolás R. Márquez, tanto Gabo como su abuelo tenían entrada gratis. Gabo me contó en cierta ocasión que fue allí en ese inmenso patio con bancas rústicas de madera donde primero empezó y luego desarrolló su pasión por el cine. De hecho, en cinco de sus textos le rinde homenaje a la familia Daconte, quizás la mención más conocida esté en su cuento El rastro de tu sangre en la nieve cuya protagonista se llama Nena Daconte, pero también menciona a mi tío Galileo Daconte en El amor en los tiempos del cólera y a la familia en Los funerales de la mamá grande.

 
 
 
 
 
 
 

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