A los 15 años Danilo Gossaín descubrió su pasión por la música. Aunque desde niño estuvo atento a la percusión, y usó hasta palillos chinos que trajo su madre de Hong Kong para tocar sobre los cojines de su casa, fue en un festival de su colegio donde –por primera vez– golpeó con baquetas una batería.
“En ese momento pasó un compañero y me preguntó desde cuándo lo hacía. Era mi primera vez. Me dijo que lo estaba haciendo bien y enseguida me ofreció hacer parte de un grupo que él tenía. Acepté y empezamos a tocar”, cuenta Danilo.
Tiempo después, Andrés Cepeda lo escuchó tocar y le propuso ser el baterista de una banda que estaba conformando: Poligamia. Desde entonces se dedicó a la música.
Hoy, Danilo es productor y percusionista. Después de trabajar durante varios años con otras agrupaciones, se lanzó en la aventura de grabar "Chillociraptor", su primer disco, con el que obtuvo en enero pasado el reconocimiento a mejor álbum instrumental de los premios de la Academia de Los Ángeles, Estados Unidos.
El amor por la música y el arte lo heredó de su padre, el periodista y escritor Juan Gossaín Abdala. Y aunque no escribe como él, señala que detrás de cada canción que compone hay una historia escrita en su mente.
¿Qué querías o pensabas ser cuando grande?
-No se me ocurría... Las cosas que piensa uno de niño: policía, bombero y esas cosas, pero nunca pensaba en serio qué quería ser. Como a los 14 años sí empecé a pensar en la posibilidad de algo que tuviera que ver con arte porque me gustaba mucho. Y a los 16 años definitivamente dije: lo mío es la música.
¿Alguna vez pensaste en inclinarte por el periodismo?
-Sabía que me ibas a hacer esa pregunta (risas). La verdad es que sí. En una época me gustó mucho el periodismo. Lo llegué a pensar, pero siempre pudo más la música. En un tiempo en el que estaba recién llegado de los Estados Unidos trabajé con mi madre en una empresa de “free press” que ella tenía y creo que me fue muy bien. Me decía que no iba a arriesgar su nombre simplemente por tener a su hijo trabajando con ella. Que redactaba muy bien y por eso estaba ahí. Escribo bien. Me gusta el periodismo, pero no, la música definitivamente ganó.
¿La literatura ha influido en tu manera de hacer música?
-Sí. Muchísimo. Mis padres no son solamente periodistas sino que, de hecho, los dos son artistas. Mi padre escribe y lo hace muy bien, pero aparte de eso es un muy buen vallenatólogo. Y por otra parte, mi madre desde muy pequeña tocaba muy bien el tiple y tenía un grupo con unas primas. Les iba muy bien.
¿Te gusta el porro, el vallenato o la cumbia?
-Todos los géneros. Los géneros tropicales son una cosa que a mí me apasiona. Me gusta el vallenato. Me gusta muchísimo todo el folclor Caribe, la cumbia, el chandé, todos esos ritmos los escucho mucho y siempre trato de sacar ideas de ellos. También la salsa, que es como mi gran debilidad. Yo escucho salsa y me transformo completamente.
Cuéntame un poco sobre tu álbum "Chillociraptor".
-Pensamos en un velociraptor -dinosaurio- que hace música “chill out”. Eso es lo que significa. Una vez estaba en las murallas, en plan de descanso, de relajarme un poco... bueno, tú sabes que en esos lugares tú te inspiras porque ves de un lado la ciudad vieja y del otro el mar, y de repente empezaron a poner “chill out”. En ese momento pensé que sería chévere hacer algo parecido a esto pero no tan electrónico. Algo más de sonidos orgánicos, un poco más instrumental. Entonces pensé: yo soy conguero, así que le voy a meter congas.
¿Quiénes hicieron parte de este proyecto?
-Un gran amigo mío de la Universidad de Berklee, que es Antonio Gandía, bajista, le pregunté qué le parecía la idea y me dijo que fantástica. Comenzó a componer, compuso un par de temas que me encantaron, y así. Él viviendo en Nueva Jersey y yo en Bogotá, empezamos a trabajar por Internet. Luego él me dijo que tenía un amigo saxofonista que vive en México y que a uno de los temas que compuso le haría falta un saxofón. Hablamos con él, con Nacho Maldonado, y empezó a tocar el saxofón. Más adelante compusimos un par de piezas en las que podía sonar bien solo el piano y le dijimos a un compañero que también estudió con nosotros pero vive en Venezuela. También otro baterista que vive en Japón y otro pianista que vive en Bogotá. Hicimos todo el CD por Internet, por chat, por Skype, por WhatsApp. Tenemos músicos de Colombia, México, EEUU, Japón y Venezuela.
¿Cómo ha sido la acogida de tu primer disco en Colombia, teniendo en cuenta que acá no se escucha mucho este género?
-Ha gustado mucho, sabes. Estoy muy impresionado porque mucha gente ha estado escuchando el álbum, me dicen que suena muy rico, que suena muy relajante y preguntan qué es, porque se supone que es “chill out” pero tiene influencia de otras cosas. A mí me gusta escuchar esos comentarios porque precisamente nuestra idea cuando grabamos era que la gente pudiera decir: ¡qué rico escuchar esta música!
¿Cuál es la influencia de los ritmos caribeños en el disco?
-Ese es mi aporte al proyecto. Con las congas le estamos dando el sonido. Lo otro que hace que el sonido sea caribeño en algunas de las piezas es la forma en la que está compuesto como tal. Por ejemplo, hay una pieza, que compuso Antonio, que es un reggae modernizado, camuflado, "chilliado", digamos así. También hay otra pieza que compuse, que es como un merengue. Y hay una serie de influencias de otros géneros tropicales. Hay unas piezas en las que toco ritmos cubanos como el guaguancó y en otras en las que me salgo mucho de los patrones rítmicos originales. A mí me gusta mucho hacer variaciones, me gusta innovar, y sigo con las raíces pero cambiándolas un poco.
¿En qué momento decidiste dejar de trabajar para otras personas y dedicarte a grabar tu propio disco?
-Ese es un sueño que yo tenía desde hace rato, pero la verdad nunca lo había podido hacer realidad porque estaba precisamente ocupado con otros trabajos, entonces a raíz de esa visita a las murallas, que fue en diciembre de 2014, fue cuando dije que quería hacer algo mío, darme esa satisfacción personal.
¿Cómo financiaron el disco?
-Tuvimos que recurrir a un sistema... una página en internet en la que el público escucha la música y decide si quiere financiarlo de alguna manera. Allí, por ejemplo, se puede ofrecer la descarga completa del álbum a quien nos ayude con 10 dólares, y así. Con estos incentivos logramos recoger buena parte del dinero. Casi todo. No un ciento por ciento, pero al final dije: bueno, estando tan cerca no voy a dejar que el proyecto muera y puse de mi bolsillo lo que hacía falta.
¿Te dicen velociraptor o fue una idea que surgió en el momento?
-No (risas), esa fue una idea que surgió de una serie de conversaciones entre Antonio y yo. Él me preguntó qué tal me parecía "Chillociraptor” y me gustó, no solamente por el concepto de un velociraptor que hace música “chill out” sino porque al tener el raptor en el nombre podíamos ir pensando en una mascota, que fue lo que efectivamente hicimos y por eso el diseño de la caratula es el Chillociraptor. Cuando el proyecto empezó a avanzar nos dimos cuenta que ese raptor podía coincidir un poco con lo que terminó siendo nuestro álbum, porque no es un simple concierto “chill out”, no fue “chill out” puro, sino como una ruptura de ese género que evolucionó a algo más, hacia otro tipo de géneros musicales.
Danilo empezó de una manera empírica en el mundo de la percusión, de la música. Hoy es todo un profesional fascinado con su trabajo, con el que –asegura– no pretende demostrar sus habilidades de compositor sino lograr que las personas lo disfruten, se relajen con el “chill out” y al tiempo gocen con él los ritmos tropicales.
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