Facetas


"Déjate entrevistar, Umberto Eco"

GUSTAVO TATIS GUERRA

28 de febrero de 2016 12:00 AM

Entrevista realizada al escritor y filósofo italiano Umberto Eco, en 1993.

¿Cuál cree usted que es la mayor torpeza humana en el siglo XX?
-En todos los siglos ha habido torpezas tremendas.  Es difícil comprender la relación entre el mal, la conciencia y la moral, y su vinculación inmediata con otros actos. Todos sabemos que mientras transcurre nuestra vida, hay un niño en África, en Guinea, que no tiene un plato de arroz. Lo que ha cambiado entre el mal de ahora y el de siempre, es la esterilización del mal. Hay una distancia entre el acto moral y el efecto. En el pasado, el crimen dependía de mi espada. Se perpetraba en el cuerpo. Ahora ya no ves la sangre del otro. El holocausto depende de un botón, de accionar un botón. Y al no ver esa sangre, te sientes menos culpable. Muere alguien en otro país. La proporción de crímenes en los últimos dos siglos, es de una magnitud monstruosa. Lo más típico es el holocausto de los judíos. El holocausto de Hiroshima. En la antigua Roma, eso era directo, inmediato, visible. Y lo que no llegamos a comprender ahora es la relación que tienen ciertos actos aparentemente aislados, como comprar una bolsa, comprar un título, en situaciones sanguinarias y feroces. Lo más fácil es sentirse virtuoso, porque hablamos del mal sin realizarlo. Pero sin comprender de qué maneras, contribuimos a esa esterilización del mal. Yo creo que uno de los peligros de este siglo, una de sus torpezas, es hacer el mal de una manera sanitaria, esterilizada. Y cómo esa relación entre la conciencia y la moral, frente a ese mal, no nos cambia.

¿Cuál es el mayor aporte del Foro de Reflexión de la Unesco en Cartagena, y de la Comisión de Sabios de la cual usted forma parte?
-Creo que es muy modesto ese aporte. Creo que la reflexión puede ayudar a hacer algo en esa búsqueda. La educación de los niños, por ejemplo, podría ser el principio de una nueva sensibilidad ética para hombres que ahora tienen cuarenta o cincuenta años. Una nueva generación a partir de una nueva concepción de la educación. Eso ha sido la esencia de este foro. Se han sugerido métodos, técnicas, para una nueva educación universal. Yo veo a la educación como una nave que ha ido al naufragio. Soy muy pesimista con los adultos. Creo que esa salvación empezará con los niños. ¿Cómo decirle, por ejemplo, a un hombre de treinta años o cuarenta años que no corte un árbol, si desde niño no ha sentido amor por el árbol?

¿Cuál es el hecho más raro y fantástico que le ha ocurrido en su vida?
- Ocurrió en Galicia, Compostela. Recibí la invitación a conocer el Planetario, y el director me tenía reservada una sorpresa. Sentí de pr0nto en el aire la música de Manuel de Falla, mientras giraba el planetario.. De pronto, aparecieron las estrellas. Vislumbré una fecha: el 5 de enero de 1932, la fecha de mi nacimiento en Alessandria (Piamonte). A mis 61 años de existencia, eso fue una impresión grandísima. La sensación de ver la primera noche de mi nacimiento, era estremecedora. En ese instante, yo no tuve palabras. Comprendí que estaba cerrando el círculo. Que estaba empezando a nacer otra vez. Que estaba empezando a morir. Es para mí el recuerdo más fantástico que he tenido en mi vida, y creo, el más hermoso y artificial, de mi infancia.

Volviendo a su infancia, ¿cuáles eran sus juegos de niño?
- Tuve una infancia bélica, rodeada de armas de fuego, cañones, fusiles, soldados, militares de juguete. Fue una infancia plena de armas. Pero soy un pacifista que no quiere ver armas. Es una paradoja. Los juguetes no son sublimados en la adultez. Hay quienes en la infancia jamás tuvieron un cañón de juguete, y de adultos se consagraron a las artes marciales, se volvieron militares. Esos juegos  bélicos de mi infancia no corresponden a mis juegos de adulto. Es preferible que tengan esos juguetes en la infancia, y no los sublimicen más tarde.

¿Qué es el paraíso para usted?
-Es la limpidez del conocimiento tal como lo vislumbraba Dante. Es ver finalmente la verdad, en la visión de Dios. Yo creo que Pítágoras arribó al paraíso cuando concibió su teorema.

¿De qué imágenes nacieron El nombre de la rosa y El péndulo de Foucault?
- Todas mis novelas nacen de una imagen. La imagen del laberinto, por ejemplo. La imagen del péndulo. Pero lo que más me dificulta, es concebir el espacio visual de esos personajes. Antes de escribir la novela, hago planos. Dibujo el escenario. Dibujo la iglesia Dibujo elo laberinto. Dibujo el entrepiso de la editorial. La escalera. Fue grandísimo para mí concebir esos espacios, justificar esa imagen. Por ejemplo, en El péndulo, era importante que la oficina tuviera dos pisos para el movimiento de los personajes. No es  necesario que aparezcan esos espacios enla novela, pero de una manera cifrada deben estar interiorizados.
¿Qué imagen tiene de Dios?
- No tengo imagen de Dios. De los 14 a los 21 años tenía la imagen que tienen los católicos. Todo filósofo encuentra en Dios un problema religioso. Para mí no es una imagen. Es una multiplicidad. Es una ecuación. Es un problema matemático.

¿Qué piensa de la condición humana?
-Esta generación es la crisis de la utopía. Las grandes utopías del siglo XX entraron en crisis. No solamente vivimos el fracaso de las utopías, sino el miedo de crear nuevas utopías. He descubierto que la gente se ha quedado sin utopías. Ha preferido vivir sin utopías.
(...) Soy un apasionado por la filosofía medieval, Me considero  sencillamente un benefactor de la humanidad.

¿A sus 61 años, a qué le teme?
- Bueno, le temo a lo mismo de todos: a la muerte. Como filósofo, la muerte es parte de mi meditación cotidiana. La tengo siempre presente. Tengo otros temores: el temor ecológico. La destrucción del Amazonas, el egoísmo de los gobiernos, d elas industrias, la destrucción de la tierra. A mí me interesa que el planeta continúe. Yo no escribo para mis contemporáneos. Escribo para que me lean en los próximos mil años. Creo que soy el último de los escritores  que no escribe para sus contemporáneos. Homero ni Cervantes escribieron para su tiempo. Si me destruyen el planeta, no tendré lectores. Me considero un filósofo que escribe novelas, y un novelista que filosofa. Al escribir Descartes su Discurso del Método, elaboró un texto policíaco. Me ocurre como a mis hijos: yo no tengo más preferencias por mi hija que por mi hijo. Yo los amo de la misma manera y con la misma intensidad. Creo que Goethe quiso ser recordado más por su Fausto, que por su aporte científico sobre  los colores. Lo mismo Sartre, con el Ser y la nada. Es un juego de azar.

Señal

“No estoy para entrevistas”, dijo rotundamente al periodista que le insistió por tercera vez. Y García Márquez lo convenció: “Déjate entrevistar”. Apartes de este diálogo de casi una hora en Cartagena,realizada en octubre de 1993, cuando el escritor fue invitado durante tres días a Cartagena, a integrar la Comisión de Sabios, que escribiría la carta de navegación de la educación en el siglo XXI.

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