Facetas


Detrás de rejas, sacaron la mejor nota

JOHANA CORRALES

24 de noviembre de 2013 12:02 AM

La única condición que pusieron para contar cómo fue que quedaron en los primeros puestos del país en las Pruebas Icfes, fue no hablar de los delitos que hoy los tienen tras las rejas.

Acepté el trato, confiando en que con una sonrisa ellos terminarían contándome los hechos que los llevaron a estar en el calabozo. Me equivoqué.
Julio César Callejas, Sergio Tatis y Gerwin Barrios son tres internos de la Cárcel de Ternera, quienes aprovecharon su larga condena para darle un mejor rumbo a sus vidas.

La entrevista se realizaría en la dirección del centro penitenciario, ahí estaban los tres personajes esperando. Se pusieron sus mejores pintas. Tanto, que sólo saludé a dos de ellos. Del otro, pensé que era un funcionario del penal.

Acordamos que para ilustrar mejor la nota dialogaríamos en los salones de clases. Para llegar ahí, era necesario pasar por un extenso pasillo donde están ubicados los presos de mediana seguridad. Mientras caminábamos, había un olor desagradable que nos acompañaba todo el tiempo. Sin embargo, parecía a nadie molestar. Es más, era como si ya se hubieran acostumbrado a él.

Llegamos a los salones de clases, donde no hay ventilación alguna. Son más de 500 estudiantes distribuidos en tres salones (no sé de qué forma), en un área de seis por seis. Hacía tanto calor que preferimos conversar en un aula que está en construcción y que no tiene cubierta.
Julio César Callejas, quien quedó en el puesto 108 en todo el país, toma la vocería del grupo y cuenta que haber obtenido ese resultado ha sido la única buena noticia que ha recibido en estos 75 meses que lleva encerrado.

“Con esto quiero una mejor calidad de vida para mis hijas. Aspiro a estudiar Ingeniería civil o industrial y a responderle como es debido a mi familia”, expresa.

Y es que al haber obtenido un puntaje tan alto, él y sus compañeros tienen la oportunidad de cursar estudios superiores financiados por el Icetex.
Caballo de trolla, Las mil y una noche y la mayoría de las novelas de la escritora Agatha Cristie figuran entre sus obras preferidas. Mas, fue El monje que vendió su ferrarri el libro que le cambió la perspectiva que tenía sobre ciertas acciones que no lo dejaban avanzar.

“Ese libro cuenta la historia de un monje que cambió to das su riquezas por cosas que no conocía y que eran más importantes que lo material. Por eso estoy aquí. Si no hubiera puesto los ojos solo en lo material, sino en lo espiritual, por acá nunca hubiera llegado”, comenta.
De todo el cuestionario de preguntas, las que más disfrutó resolviendo fueron las de inglés. Este apasionado por la lectura ya se ha leído toda la biblioteca improvisada que tienen en la cárcel. “Me gusta leer y prácticamente ya todos esos libros me los he leído. Por eso estoy intentando aprender a hablar inglés, para ver si me leo los otros que están en ese idioma”.

Este cartagenero nació en el barrio Camino del Medio. Tiene cuatro hermanos y fue criado por su madre. Antes de ingresar al establecimiento era mototaxista.

Luego de esta amarga experiencia, ha comprendido que no hay nada más importante en la vida que Dios y su familia. Lo demás, está de más.
Al que confundí con un funcionario fue a Sergio Tatis Pérez, de 38 años de edad. El interno quedó en el puesto 76. Es decir, se encuentra dentro del 20% más alto entre los evaluados de todo el país.

Le gustan todas las materias. Según dice, la educación es el único medio que encontró para apaciguar la soledad y la frustración por su condena.
Nació y creció en el barrio Albornoz. Antes de llegar a la cárcel, estaba radicado en el barrio La María. Ahí tenía una microempresa en su casa que constaba de seis mototaxis y una sala de internet. Adicional a eso, se dedicaba a operar equipos pesados y conducía un tractomula.

Tenía una posición económica muy estable y creía que había encontrado la plenitud junto a su esposa y sus hijos. Una vez pisó la cárcel, su pareja no aguantó esa situación y lo abandonó. Ahora su familia quedó reducida a su madre y a sus hijos.

Cuando se enteró de los resultados del Icfes, estaba un poco escéptico. No creía posible que alcanzara un puesto tan alto estando en esas circunstancias.

“Pienso que estando aquí encerrado es casi imposible que te ocurra algo tan bueno. Hay personas que tienen acceso a la información más que nosotros, porque, como te puedes dar cuenta, la sala de sistemas apenas está empezando, tenemos muy poco acceso a internet, a los libros que necesitamos. Uno manda una tarea para la calle y hasta la semana que viene es que te la traen hecha”.

Lo que más lo alegra de haber obtenido un puntaje tan alto es que su hijo se siente orgulloso de él y cree que ha influido positivamente en su conducta.

“Ayer me llamó mi hijo emocionado a comentarme que ya salió de clases y que va para grado 11 el año que viene, y salió eximido de varias materias. No tuvo que hacer exámenes finales y eso es algo que lo alegra a uno mucho. A pesar de que estoy encerrado, él nunca se ha dejado de sentirse orgulloso de mí. Eso es lo que me tiene más motivado de este logro”, dice sonriendo.

En cuanto curso, taller o clases que dicten en el penal participa de forma activa. Para comprobar lo que dice, tiene a la mano todos los certificados que ha recibido. Alcanzo a leer de reojo que en los diplomas dice Dadis, Sena y hasta la Universidad de Pereira.

Considera que lo más duro de estar encerrado es la soledad y la impotencia. Aunque no confiesa las razones que lo llevaron a pagar una condena, afirma que por falta de recursos no ha podido probar su inocencia.

“Caer aquí es muy fácil. Nadie está exento. Quiero decirles a quienes leen esto, que aprovechen el mínimo segundo para estar con su familia. Que valoren a sus hijos. Mira, uno en la calle un domingo cuando termina de trabajar, prefiere quedarse tomando con los amigos; y, estando acá, cuánto anhela un domingo en el parque con los hijos, con los niños (llora)”.

Pero no todo han sido desgracias. Este tiempo lo ha ayudado a contemplarse y a transformar muchas actitudes que herían a quienes más amaba.
“He reflexionado sobre mi vida. Siento que la cárcel me ha cambiado para bien, porque cuando llegué aquí era una persona prepotente y tosca. Como tenía independencia económica, creía que merecía todo. Hoy en día este problema me ha dejado con una mano adelante y otra atrás. Creo que soy mejor persona aún estando en este lugar”, concluye.

Un poeta tras los barrotes

La cita estaba cuadrada sólo con Julio César y Sergio, por su buen desempeño en el Icfes. Pero había otra muy buena noticia ese día: Gerwin Barrios León, otro de los internos, había ocupado el tercer puesto en un concurso de poesía en Barranquilla.

Se enteró por una cartelera que pegó Norma Cantillo, coordinadora del área de educación y quien está encargada del proceso de resocialización de los internos.

Aparte del reconocimiento, el director del penal, Julio Riondo Lineros, le hizo entrega de 300 mil pesos en bonos para ser gastados cuando desee.
La soledad ha sido la artífice de casi todas sus creaciones. El dolor, el sufrimiento y el vacío los ha utilizado a su favor, para expresarse por medio de la pluma.

Las mejores horas de inspiración son muy temprano en la mañana o muy tarde, en el silencio de la noche.
Sin embargo, hay una personita, que, con su ternura e inocencia, es la musa más preciada de su inspiración: “Me inspiro en mi hija cuando viene a visitarme y hablamos. Eso es una vez al mes. Ella es el motor de mi vida. No me canso de darle gracias a Dios y a la Virgen del Carmen por ella”.
Gerwin tiene ojos muy saltones. Es como si siempre estuviese craneándose algo. Antes de que lo condenaran, era lanchero, se dedicaba a transportar personal hacia las Islas del Rosario y San Bernardo.

Ya son 42 meses los que lleva en prisión. No tiene claro cuándo saldrá en libertad, pero mientras eso ocurre se la pasa escribiendo sobre su realidad.

“Extraño tanto la libertad. Trato de leer poemas de Neruda. Aunque acepto que no soy muy buen lector. No me termino los libros”.
Antes de partir, me piden que si pueden hacer un llamado a las autoridades locales y nacionales a que vean más por sus necesidades y a que entiendan qué significa realmente resocializar a un interno.

“El Gobierno colombiano no ha entendido que resocializar va más allá de meterlo a uno a la cárcel, echarle candado y dejarlo a su suerte. Este logro que nosotros alcanzamos puede ser replicado por gente que está acá, pero falta mucho apoyo. El personal del Impec se queda con las manos atadas. Yo sé que ellos quisieran ayudarnos, pero necesitan más recursos. Aquí hay mucho potencial humano”, precisa Sergio, puesto 76 en las pruebas Icfes. 

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