La familia Rodríguez Trujillo, más que buscar respuestas a los “¿por qué?”, piensa en el “¿para qué?”. Y eso lo descubren cada día, desde que nació el ‘pequeño’ Diego, hace 17 años. Él ha marcado cada segundo en la vida de sus padres, Helder y Rocío, y de sus hermanos, Helder y Ángela.
Diego es autista y tiene un retraso mental leve, explica su familia, pero, aún con su condición, es tan o más inteligente que cualquier adolescente de su edad. Muestra de ello es haberse destacado como uno de los mejores entre los estudiantes con discapacidad cognitiva en Colombia, en las pruebas Saber 11 (Icfes) que se realizaron en agosto pasado. Logró 336 puntos de 400 posibles, teniendo en cuenta que no fue evaluado en el área de inglés.
¿Cómo te fue en las pruebas, Diego? - le pregunto.
-Me fue normal, aunque me tocó pensar bastante... a veces es difícil pensar las cosas pero lo que tienen que hacer es pensar en este consejo: ¿Qué hacen cuando las personas están furiosas? (Nos) Calmamos, pensamos y respiramos y ¿qué hacer cuando las personas están estresadas? (Nos) calmamos, respiramos y pensamos.
Él es especial, no por su diagnóstico, sino por su capacidad, por su inteligencia y porque el destino se ha empeñado en que cada etapa de su existencia deje huella en muchas personas, sobre todo en su familia.
En un taxi
Nació nueve años después de su hermana Ángela, a quien su madre tuvo gracias a un tratamiento de fertilidad, al igual que a su hermano mayor. “Fue un regalo de Dios”, dice Rocío, porque no fue planificado. Ella supo de su embarazo a los 3 meses y medio, cuando empezó a sentir náuseas. Le parecía inconcebible que después de tanto tiempo, y de lo que tuvo que hacer para traer a sus primeros dos hijos al mundo, viniera en camino ese compañerito que tanto pedía su hijo Helder. Pero era una realidad.
Cuando por fin llegó el día, Rocío, después de tener dos partos naturales, estaba segura de que no era la hora de dar a luz por más que los dolores le anunciaban la pronta llegada de su tercer y último hijo.
Cuenta su esposo, Helder, que se preparaban con calma para ir al hospital cuando de repente su mujer le dijo que el bebé ya venía en camino. “Yo no entendía cómo, así que agarramos un taxi y en vez de llevarla a una clínica cercana, seguía apegado a que tenía que ser con el doctor que la estaba atendiendo, y camino a Bocagrande, cerca de donde quedaba el Reloj Floral, ella me dijo que no aguantaba más, alzó las piernas en la ventana y el bebé comenzó a salir”. Cuando llegaron a la clínica los médicos y las enfermeras cortaron el cordón umbilical y terminaron el parto. Recuerda Rocío que muchas personas, asombradas, se acercaban a verla a ella y a su hijo, que pesó unos cuatro kilos.
El primer diagnóstico
“Estando él en el colegio El Divino Salvador, donde hizo párvulo, descubrimos su primer diagnóstico, la ecolalia. Me acuerdo que cuando lo llevábamos por la calle, lo saludaban: ‘Hola Diego’, y él repetía exactamente lo mismo, pero lo llevamos a especialistas, comenzó un proceso y la superó. Después se descubrió el autismo y en eso hemos ido trabajando, paso a paso, desde pequeño, con la ayuda de varios profesionales, de terapias y el acompañamiento de todos nosotros”, asegura su papá.
Helder relata que el año pasado vivieron una experiencia dolorosa. “Diego salió de vacaciones en noviembre y se desconectó de la memoria a corto plazo. Nos dolía, llorábamos en el cuarto, pero comenzamos a luchar y buscamos a una psicóloga. Él se sentaba ahí, en una mecedora, desde las 8 de la mañana, y se paraba a las cinco de la tarde, sin decir ni hacer más nada. Pero qué curioso que cuando llegó enero, que comenzó la psicóloga a trabajar y él entró al colegio, se conectó nuevamente… y ahí la alegría fue grande. Nos dimos cuenta de que el ‘switch’ lo hizo el colegio y que siempre hay que tenerlo ocupado, incluso en vacaciones”.
Su hermano Helder, médico, explica que el autismo es una patología en la que hay una dificultad al relacionarse con los demás y que no necesariamente está relacionada con un déficit cognitivo. “Ellos tienen cuestiones estereotipadas en su vida. Las cosas al azar no les gustan, ni tampoco las noticias que los tomen por sorpresa, por ejemplo, no van a tomar de buena manera el hecho de que les digas que van para piscina y de repente fueron para playa. Eso es un trauma para ellos. Esa sorpresa, que puede ser grata para ti, para él no, por más que tú sepas que le guste la playa. Y Diego, además del autismo, tiene un leve retraso mental y por eso le cuesta hacer algunas cosas”.
Sus padres aseguran que su relación con las demás personas ha mejorado, que cada vez es más amigable y está más compenetrado con sus compañeros del colegio, tanto así que, recientemente, le llevó flores y detalles a una compañera. “Hubo un tiempo, estando más pequeño, que los amiguitos venían a jugar con él aquí a la casa, pero después comenzaron a burlarse de su forma de reírse y de hablar y nosotros cometimos el error de apartarlo, porque nos dolía ver cómo se reían y cómo le hablaban a él”, dice Rocío.
Un corazón sincero
Diego conoce muy bien a su familia. Los describe sin ningún filtro y deja ver que los analiza constantemente, pero también les demuestra que está agradecido por las atenciones que recibe de cada uno de ellos. Escuchar cuando habla de ellos deja ver que tiene un corazón sincero y que siempre dice la verdad, aunque hable más de la cuenta.
“Mi papá es una persona buena, responsable, aunque él a veces se pone ‘enserio’ (serio), porque ya sabes cómo son los papás. Él se retiró del trabajo porque ya era un poco lento. Eso es normal cuando ya las personas envejecen. Y cuando ya las personas no son tan rápidas o tan fuertes, entonces les toca retirarse de la empresa, pero les pagan cheques”, dice y todos ríen. En realidad su papá ya se pensionó.
“Mi hermana es una persona bien, a veces se queda callada y se la pasa todo el tiempo con su celular, pero está pendiente de mí, de todos nosotros. A veces, cuando mis padres se van, da poca comida, pero está bien, eso es normal cuando una persona está aprendiendo a cocinar”, remata. Y así habla de su mamá, de su hermano cuando le hacía bromas en Halloween, de su sobrina de siete años, a quien le enseña matemáticas, e incluso, de su psicólogo. “Se llama Smith, explica las cosas bien, y me pone a hacer ejercicios los jueves. Me pone a leer libros. Ahora estoy empezando a leer unos libros de detective, como los de Sherlock Holmes, el mejor detective del mundo. Él resolvía los crímenes más difíciles con pistas pequeñas o grandes”.
Para dar luz a su familia
Aunque ahora son muchas las respuestas que han encontrado los Rodríguez Trujillo a esos ‘¿para qué?’, una de ellas es demasiado evidente: unirlos. Él ha traído muchas enseñanzas a sus padres e inconscientemente, también ha guiado a sus hermanos, pues Helder asegura que estudió medicina interesado en su caso, y Ángela se enamoró de la fonoaudiología mientras lo acompañaba en sus terapias. Así, sin quererlo, cimentó ese rumbo y fortaleció los lazos de un bonito hogar.
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