Facetas


Doris Chávez, una vida a punta de arepas

Es una mujer de reloj  y rigor. Doris Chávez Paternina amasa sus arepas como si moldeara un mundo que se escapa de sus manos. Sus dedos ágiles, de alfarera de sueños, no se detienen a la hora de hacer las sesenta arepas y los veinte chuzos de carne que la han catapultado al éxito. Ella no tiene la culpa. Tiene veinte años de estar haciendo lo mismo.

“Te vas a comer las arepas más sabrosas que has probado en la vida”, me dice cuando llego a entrevistarla. Lo hace con tanta seguridad que no espero un segundo para comerla. Y es absolutamente cierto: están deliciosas.

Aprendió a ganarse la vida desde joven. Cuando tuvo su primera relación sentimental, el hombre se fue en un buque a pescar en mar abierto y tras dos meses ausente, Doris decidió trabajar...y aquel amor murió.

Entonces, empujando el mundo para no caer, se encontró a quien ella llama un ángel que le prestó una terraza para que pusiera un puesto de arepas en el barrio Crespo. Sin saber cómo hacerlas, llamó a su madre para que le explicara y preparó las primeras sesenta que hasta hoy la convierten en la mujer que hace las arepas más ricas de ese sector.

Luego conoció al papá de sus dos hijos, de quien se separó hace más de 20 años. Le pidió que viviera un tiempo con ellos y cuando ella hizo sostenible el negocio se los trajo de nuevo. Y lo hizo sostenible con tesón y garra. Unas veces, teniendo que soportar las groserías de muchos, como la de aquel médico que la cogió a golpes en las fiestas de noviembre porque no quería pagar las arepas. “Ese caso lo denuncié en la Fiscalía porque me sacó sangre y me dio puños por todos lados”, comenta.

Momentos felices también han marcado su vida. “Por el negocio siempre pasaba un hombre que me decía ‘como la primera vez’ y al día siguiente lo repetía y así hasta que lo detuve y le pregunté qué me quería decir, y me contestó que siempre hacía las arepas como si fuera la primera vez”, afirma Doris.

Bueno o malo, Doris siempre termina “ganando” con una sonrisa.

Cuando crecieron sus hijos, los ponía al frente del negocio, los fines de semana, y durante la semana, iban al colegio. Luego consiguió dos ayudantes fieles que se convirtieron en casi hijos, con quienes seguía ganando clientes fieles. 

EL AMOR TIENE SU AJO
Las ventas no pasan por el mejor momento. La materia prima aumenta su precio a diario. El túnel de Crespo hace que se desvíen los carros que antes cruzaban por la avenida setenta, justo por el frente de su carrito de arepas, y por más que Doris tenga compradores fijos, dice que no se ve el mismo flujo.

Pero Doris es una mujer de armas tomar. Se levanta desde las seis de la mañana y sale a comprar lo que le haga falta. El pollo, la carne y las propias arepas son preparadas el mismo día que las vende. He ahí la razón de su delicia. A las once, con dos ayudantes, Doris desmecha las carnes y les ponen el sabor con ajo y amor. Cero condimentos.

Hoy a Doris uno la ve reír todo el tiempo. Busca en los detalles de la vida la felicidad, pero no siempre ha sido así. El no usar aderezos ni condimentos tiene una razón: hace dos años, su vida estuvo en vilo. La madre, hija, hermana y trabajadora sufrió un cáncer de mama que cambió no solo sus hábitos alimenticios, sino también sus acciones. “Dicen que el cáncer da porque uno coge mucha rabia. Desde entonces he cambiado mucho, ya dejo que las cosas pasen sin enojarme”, expresa entre risas.

Lo asombroso para los familiares de Doris fue ver cómo asumió la enfermedad. Con ese mismo carácter que la identifica, le preguntó al médico cuál era la ruta para sanarse y este le mandó un tratamiento que a los tres meses había eliminado completamente la enfermedad.

Quién iba a pensar que esta muchachita de Centro Alegre, Córdoba, con sus arepas iba a poder sacar adelante a sus dos hijos: la psicóloga Tatiana Cantillo y al actor Arnold Cantillo. Y quién iba a pensar que también con ellas, se compraría primero una moto y tras múltiples esfuerzos, un carro.

Entre risas cuenta que mucha gente le ha dicho de frente que un carro no lo consigue así de fácil, “me han dicho ‘tú debes tener un negocio debajo de cuerda que te da plata, pero sinceramente le cuento que ese carro lo pagan los jugos que vendemos”, dice.

ARNOLD DETRÁS DE BAMBALINAS
Arnold Cantillo, quien encarnó al capataz Julián en la recién terminada telenovela, “La esclava blanca”, es el hijo de Doris.
A ella le tocaba perderse la producción porque sale de domingo a domingo a partir de las cuatro de la tarde hasta las diez de la noche, pero esperaba ansiosa el amanecer para mirarla por internet. Era de las que lo llamaban apenas terminaba de verlo y le hacía correcciones.

“Cada vez que lo veía se me salía una lagrimita”, comenta.

Confiesa que hay veces que prefiere no verlo porque lo matan dentro de las series. En Las Cruces, una serie que protagonizó Manolo Cardona, por ejemplo, su abuelito se metió tanto en la historia que llamó a Doris histérico pues nadie había auxiliado al nieto. Verlo en televisión la hace sentir como una súper mamá.

“Estoy orgullosísima del camino que se ha labrado mi hijo en la actuación, pero yo sigo desde Cartagena con mi tumbao de sabores, alegrando el paladar de mis comensales”, concluye.

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