Facetas


Dos Cartageneros solidarios en Colombia

ERIKA PUERTA CERVANTES

09 de abril de 2017 12:00 AM

Álvaro Mellado no tenía mucha plata. Tenía unos cuantos ahorros, un corazón gigante y muchas ganas de ayudar... Y como al final no le dieron los pasajes en avión que tanto le habían prometido, el miércoles se montó en un bus con rumbo a Cali y de ahí se embarcó en otro para ir a Mocoa. Y llegó el viernes, a las 11 de la mañana.

Cómo no ir a Mocoa, si su hija, viendo televisión, le dijo: papi, ¿por qué no vas allá a cocinarle a esos niños?

Esa inocente pregunta le hizo trizas el corazón y lo empujó a tocar puertas. A pedir ayuda por Facebook, por teléfono... Algunos le ofrecieron pasajes, dinero, elementos de cocina, pero pocos se metieron la mano al dril. Al final, tomó sus ahorros y 150.000 pesos que le dio la Gobernación de Bolívar, se armó de valor y se fue al epicentro de la tragedia: van más de 300 muertos... y la cuenta sigue.

-Buenas, soy chef de Cartagena y vengo a ayudar en lo que se pueda- dijo apenas llegó a la Cruz Roja.

Y allá está, cocinándoles a los voluntarios.

Y allá está, poniendo sus veinte años de experiencia como chef al servicio de los que lo perdieron todo, porque al final, los 200 voluntarios trabajan por los damnificados.

Para Álvaro, ayudar no es una simple opción: es un deber... Y allá está, cumpliendo con el deber.

Otro cartagenero...
Cuando Leonardo Marín Caro llegó a Mocoa, en 2002, encontró lo que quería: un buen trabajo y una esposa que más tarde le dio a dos de sus hijos. Dejó atrás a Cartagena para buscar nuevos horizontes profesionales y lo consiguió: montó una IPS de medicina general, ortodoncia y odontología… él es odontólogo de la Universidad de Cartagena.

Muy poco queda de esa Mocoa que Leonardo encontró en 2002. Barro seco, el polvo invade las desoladas calles… El olor de los cadáveres putrefactos, atrapados entre piedras gigantes, invade la ciudad… En palabras de Leonardo: “Un caos total”.

El primero de abril de 2017 será difícil de olvidar. Cómo olvidar ese ruido, el rugir intenso y terrorífico de la naturaleza que se escuchó aquella siniestra medianoche. Las paredes temblaban. Los vidrios se estremecían. Parecía el Apocalipsis. No sabían qué pasaba, pero Leonardo y su familia salieron corriendo de casa. “Entonces supimos que se habían desbordado tres ríos y ese bullicio que estremecía la casa eran las piedras que iban rodando... ¡pero una cantidad!”, exclama. Aún por teléfono, percibo que todavía está desconcertado.

Narra que esa noche salió en carro con los suyos, camino a una vereda cercana, se encontraban con otras personas que huían de Mocoa y pasaron la noche en una escuela, en una montaña. Apenas salió el sol, los Marín regresaron a Mocoa para contemplar el paisaje más desolador. Encontraron miles de piedras que cayeron sobre las viviendas, personas llenas de lodo, algunos heridos, otros desesperados buscando sus seres queridos, y él, intentando caminar por encima de las rocas para ayudar.

¿Y la casa de Leonardo? Pensemos en la casa: queda a cinco minutos del centro de Mocoa, muy, pero muy cerca de la planta de energía que surtía a la ciudad y a ocho municipios cercanos… bueno, de esa planta apenas queda el nombre, porque la avalancha se la llevó… pero la casa de Leo quedó intacta. ¿Por qué? Él explica que vive en una zona boscosa y la avalancha corrió por lugares deforestados. Vive en un lugar rodeado de cientos se árboles y fueron ellos los que impidieron que la avalancha descendiera por donde levantó su vivienda. Qué ironía, piensa él, la naturaleza lo salvó del desastre natural. Leonardo lo dice: es afortunado.

Por eso, porque si está vivo es por gracia Divina -dice-, el martes estuvo en Pitalito, un municipio cercano a Mocoa, comprando mercados para donar a las familias que lo perdieron todo… hay que ayudar porque la tragedia es tan grande que aún los esfuerzos del Gobierno y el país entero no han alcanzado. “Con la solidaridad de amigos y colegas, me consignaron unos dos millones de pesos, con los que compramos cien mercados para entregar a unas familias”, dice el cartagenero.

¿Impactante? Impactante es ver lo que quedó de la ciudad y de su gente: personas esperando que ocurra un milagro y que sus familiares desaparecidos regresen. La esperanza parece marcharse cada vez que aumenta el olor fétido de los cadáveres.

Y Leonardo espera ayudar a restaurar ese paisaje... En la vivienda de Leonardo tienen una planta pequeña de energía que encienden desde las 6 de la tarde hasta las 10 de la noche... después de 10, todos en Mocoa intentan dormir. Ojalá esta fuera una pesadilla. Y pudieran despertar hoy.
***
Un poco de la solidaridad de Cartagena se mudó a Mocoa.

Se ha producido un error al procesar la plantilla.
Invocation of method 'get' in  class [Ljava.lang.String; threw exception java.lang.ArrayIndexOutOfBoundsException at VM_global_iter.vm[line 2204, column 56]
1##----TEMPLATE-EU-01-V-LDJSON----
 
2   
 
3#printArticleJsonLd()
 

Comentarios ()

 
  NOTICIAS RECOMENDADAS