Doce escalones separan a los usuarios del Cine Capitol de la desvaída sala del cinema que desata la lujuria y el deseo. Es el único cine de Cartagena que proyecta contenido pornográfico, en la Avenida Daniel Lemaitre del Centro Histórico.
Las libidinosas miradas de sus espectadores detallan cada escena y movimiento corporal de los actores desnudos que aparecen en la película “Polvos y mamadas de familia”, exhibida el jueves pasado, una producción porno heterosexual realizada en Estados Unidos, el país con la mayor industria de este tipo.
Tras pagar la boleta de entrada, que cuesta 3.000 mil pesos los jueves; $4.000 los lunes, martes, miércoles; y $5.000 mil los viernes y sábados (único día en que se emite porno gay) y domingos; la primera sensación que se percibe es un denso aire de cigarrillo que contrasta con el letrero de “No fumar” colgado en el descanso de las escaleras que dan al corredor. Cerca de ahí, José De los Santos(*), administrador del cine y quien atiende una pequeña cafetería, constata que cada quien haya adquirido su boleta. El Capitol, que abrió sus puertas al público por primera vez en 1982, es frecuentado exclusivamente por hombres, en su mayoría de entre los 40 y 50 años. De ahí que los pasillos de esa sala azul de cinema sean el otro escenario donde se mueve un engranaje mucho más complejo de miradas, señas y coqueteos entre los clientes que constantemente suben y bajan las escaleras en dirección al baño de hombres.
Ese lenguaje de señas desemboca, en algunos casos, en prácticas sexuales sobre las últimas sillas rojas y estropeadas del semioscuro teatro. Por eso el Capitol, cuyo principal atractivo es la proyección de pornografía continua de 11:30 de la mañana a 7 de la noche, es un punto de encuentro que utilizan sus usuarios para conocer posibles parejas sexuales, o simplemente para dar o recibir sexo oral, furtivo y rápido.
LA ÚNICA MUJER QUE ENTRA
Marleni Jaramillo Roldán, la taquillera que ha pasado sus últimos 28 años trabajando para la firma Royal Films, propietaria del Capitol, aclara que las prácticas sexuales están prohibidas en el Teatro. Ella, de 1 metro 60 centímetros, cabello cano, y apariencia apacible; y José De los Santos(*), un hombre moreno que cojea por cuenta de un automóvil que lo atropelló hace 11 años en la Avenida Pedro de Heredia a la altura del mercado de Bazurto, son los únicos funcionarios que atienden este Cine erótico.
“Cuando yo entré a trabajar aquí tenía alrededor de unos 24 años, pero es que el cine al principio no era pornográfico sino comercial”, explica con visible ternura Jaramillo, y agrega: “no se debe fumar, ni tener sexo, ni tener grandes demostraciones de afecto en el corredor de la cafetería”. La primera película que se estrenó fue “Sólo para tus ojos”, la duodécima de la saga de James Bond protagonizada por Roger Moore, filmada en 1981.
Contrario a lo que se podría pensar, Jaramillo es una mujer muy tolerante frente a las inclinaciones sexuales de sus clientes, y aprendió a serlo a fuerza de la costumbre pues como ella misma lo dice: “entran incluso travestis pero yo tengo que respetar la forma de ser de las personas, estamos en el siglo XXI, aunque es cierto que resulta muy raro ver por acá mujeres, la que viene lo hace con su pareja y eso pasa muy de vez en cuando, casi nunca”.
La mujer admite que su hija de 24 años desaprueba el hecho de que su madre trabaje en un lugar como este, pero también dice realizar su oficio evitando aproximarse a la cortina azul oscuro que precede a los doce escalones de la sala en la que se satisfacen entre roces y caricias tanto los actores de los filmes como algunos de los usuarios que dejando volar su imaginación se magrean entre sí.
De acuerdo con Jaramillo, quien descansa de su oficio sólo un día a la semana, el Cine también es visitado por extranjeros que llegan en la temporada de cruceros a la Heroica, “sobre todo argentinos, chilenos e italianos”.
Los usuarios pueden salir del edificio a fumar en un lapso no superior a los 10 minutos, de lo contrario deben pagar nuevamente la boleta en la taquilla.
LA PRÁCTICA MÁS USUAL
Mientras en la pantalla unos y otras jadean de placer aceleradamente, Yonier Castillo(*) un estudiante de 21 años, de Sincelejo, señala que en el Capitol “pasan cosas tremendas”. El joven explica que lo usual es que los hombres mayores y que más frecuenten el cine, se paseen por todos los pasillos buscando en los rostros apenas un gesto de aprobación para acercarse y así entablar una conversación.
“Vengo al Capitol hace una semana y me siento muy acosado por muchos, me llaman asintiendo la cabeza o picándome el ojo, viene mucho viejo”, dice con fingido fastidio Castillo. Según el sincelejano, nunca tendría sexo en el cine pero sí ha visto a otros hacerlo. “Hay un señor que siempre se hace en la parte de atrás y tiene sexo con cuatro tipos, yo lo he visto, y también vi como uno se lo chupaba a otro en el baño, pero allá es más fácil ser descubierto, es decir más peligroso”. En cambio sí ha suministrado sexo oral, aunque advierte que sólo en una ocasión en lo corrido de la semana, pues dice que es su práctica favorita, la que incluso concedió sin que el hombre en cuestión utilizará condón, “porque no se siente lo mismo, a eso se arriesga uno por el placer”. Castillo dice que nunca se le ha pasado por la cabeza acostarse con una mujer, especialmente porque se considera pasivo al momento de tener una relación sexual.
EL MODO
Los hombres que frecuentan este cinema aprenden que los espectadores que se sientan con las piernas levantadas sobre la silla del frente no desean que nadie se les acerque. En efecto, no todas las personas que van al cinema desean tener algún tipo de contacto con otro, hay quienes prefieren simplemente ver los cuerpos desnudos de la película anunciada en la taquilla. Es decir, explica el estudiante: “si no quieres nada te sientas con las piernas subidas en una silla, si en cambio estás disponible te sientas lejos de la pantalla y como te han visto desde que entras puede que se te sienten al lado para charlar contigo y ofrecerte algo, casi siempre sexo oral.
Si uno dice que no, la gente lo respeta, se levanta y se va, pero hay algunos que insisten mucho. Hasta el momento no he tenido problemas con nadie”. Como Castillo, Mauricio Vanegas(*), quien dice ser confeccionista, explica que lo que más se ve en el Capitol es a hombres proporcionando sexo oral, práctica sexual de la que asegura ser “adicto”. “A mí me gusta dar sexo oral, digamos que es mi adicción, vengo casi todos los jueves para 'desestresarme' de mi trabajo, me gusta el Cine porque además lo frecuentan turistas del país y del extranjero sobre todo argentinos y gringos", sostiene insinuantemente Vanegas.
El confeccionista indica que el lugar es muy seguro, “claro no hay que dar papaya, hay que estar pendiente de las cosas que uno trae pero no atracan ni nada de eso, aquí todo el mundo sabe a lo que viene”. Hay hombres que como parte de su goce personal deciden ocupar los primeros asientos desde donde desabrochan sus pantalones para frotar su miembro, afirma por su lado Yonier Castillo.
Pero aunque el Cine Capitol tiene gran afluencia, en especial los fines de semana, sus instalaciones están descuidadas, los baños de baldosas amarillas despiden un hedor fuerte y apenas el espejo devuelve el reflejo por las manchas que lo empañan. Simultáneamente, el sistema de proyección de las películas a veces falla mostrando una imagen borrosa o dejando sin audio a los filmes, lo que de inmediato provoca las protestas de los clientes que golpean los asientos gritando frases como “arreglen esa vaina hombe” o “eche, me devuelven la plata de mi boleta”.
Por esta afluencia de homosexuales es que los directivos del teatro decidieron proyectar películas de pornografía gay los sábados, cuando más gente se congrega. Ese día el cinema cierra a las 9 de la noche. De hecho, los clientes habituales de este tipo de entretenimiento, si tienen suerte en el Cine y empatan con alguien, acostumbran a salir del cine en las noches rumbo a los moteles y hostales de la calle Media Luna y de La Moneda.
(*) Nombres cambiados a petición de los interesados.
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