Facetas


El cerro La Cansona, joya de El Carmen de Bolívar

IVIS MARTÍNEZ PIMIENTA

11 de noviembre de 2018 12:34 AM

Está a casi 600 metros sobre el nivel del mar, y es una de las tres alturas máximas de los Montes de María, junto al Cerro de Maco, con más de 900 metros (msnm) y el Cerro La Pita (470 metros msnm). Es desde El Carmen de Bolívar, subiendo la vereda Caracolí, que se llega hasta este empinado paraje.

“Eso es bonito por allá y hace hasta friíto, tienes que llegar”, me repetían antes de decidirme a subir a La Cansona.

Algunos familiares, que viven en San Jacinto, visitan de vez en cuando el cerro para salir de la rutina, maravillándose siempre como si fuese la primera vez, con esas montañas verdes de espeso follaje, en las que se rescatan incluso algunas plantas de cañabrava (bambú).

Desde los miradores
El señor Luis Torres recibe con amabilidad a los visitantes que llegan hasta el mirador La Ceiba, uno de los lugares turísticos del Cerro La Cansona. Antes que él salude, el enorme madero ya se ha encargado de darles la bienvenida a quienes se acercan.

A sus 85 años, este hombre siente un respeto y amor enormes por el árbol que le da nombre a su local.

“Esta ceiba tiene mil años. Ha sido tradición cuidar de esto aquí, imagínese, por aquí pisó mi bisabuelo, que murió joven, a los 115 años”, dice sonriendo.

“Antes por aquí no se movía nada. Por la violencia nos fuimos. A esa ceiba, que tiene mil años, eran bombas que le caían. Para recuperarla le he puesto inyecciones, vitaminas carbón, ahora cada rato estamos embelleciendo esto más, para que la gente venga”, afirma orgulloso.
En ese entonces, Caracolí no existía.

“Ya hace un año que abrimos aquí, claro que esto estaba ya. Ahora estamos a 800 pies sobre el nivel del mar y si sube por ese caminito, estaría a mil pies”, me asegura, señalando a la derecha, hacia una zona estrecha y sin vegetación que se abre por un matorral.
Una base militar custodia este lugar, pues años de atrás los grupos armados tenían el control de la zona, haciendo que muchos, como don Luis, se fueran de su tierra hacia lugares más seguros para salvaguardar su vida.


Más que belleza
Bancas de madera, de vívidos colores, se sitúan frente al mirador. Unos metros más allá está el barranco, que parece no tener fin.
Nubes blancas relucen sobre un cielo azul, que por minutos se oscurece y los rayos del sol alumbran sin patrón alguno por aquí o por allá, así que es divertido deducir en esa verde inmensidad dónde proyectarán su calor.

Los niños juegan, subiendo y bajando algunas montañas más pequeñas.

Situaciones pasadas nublan por un momento mi mente. Imagino un centenar de hombres caminando a paso firme, con botas pesadas y fusiles al hombro, una voz distorsionada del otro lado de un walkie talkie. Veo a esos, los que daban miedo, saliendo de ese caminito que señaló el señor Luis, intimidando al campesino que se cruzara en la vía para que les entregara lo poco que recogían en la faena… para que ayudaran a ‘la causa’.

Es mejor volver a la realidad.
Hay flores por doquier, dientes de león que se deshacen con el aire, árboles que se vuelven cada vez más coposos… y hay un agradable olor a sancocho de gallina criolla.
“Sí señorita, aquí hay comida y bebida. Los domingos exigen sancocho de gallina y siempre viene más gente en sábados y feriados”, continúa mi octogenario guía.
La gente sigue llegando, unos en moto, otros en camionetas, otroS en carros pequeños. De Ovejas, de San Jacinto, de Cartagena, de Maicao...
“¿Por qué se llama La Cansona?”, le pregunto al señor Luis. “Es que cuando usted viene subiendo, viene mal, por eso se llama La Cansona. El que lo bautizó así, se lo debo, esto lo bautizaron ‘los anteriores’”.

                              (…)

En 2013, los titulares de los principales periódicos daban la noticia de la recuperación de la transversal de los Montes de María, con apoyo de la administración local, el programa nacional Vías para la Prosperidad y la Gobernación de Bolívar.

Se pavimentaron la Loma del Clavo, en La Cansona, hasta el sector El 28, en el casco urbano de El Carmen. Se beneficiaron también del proyecto los corregimientos de Caracolí, La Cansona y Macayepos, y las veredas La Sierra, Ojo Seco, Algodón, Lázaro y La Pita. Los habitantes de la región estaban esperanzados, y se imaginaban que las obras tardarían muchos años.

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