Facetas


El chelista que no podemos olvidar

GUSTAVO TATIS GUERRA

24 de septiembre de 2017 12:36 AM

El violonchelo blanco duerme bajo la luz serena del cuarto. A veces, parece sonar en lo más alto del silencio.

La música sonó por primera vez en la casa cuando nació Franklin Edgardo Willie Porto, el 8 de marzo de 1987, en la casa de Cartagena, en el barrio Los Corales. El niño iba tras los carritos, los avioncitos y los barriletes, con la misma pasión con que fue tras la música años más tarde. Dibujaba, hacía caricaturas, moldeaba en arcilla y pintaba sobre lienzo. Era miope, calmado, propenso a la rinitis, solo se enfermaba de gripa. Desde que estudiaba en el colegio Inem ya tenía una inclinación por la música. Catalina Porto Sepúlveda, la madre, le regaló la primera guitarra. El profesor de música, Gregorio Quintero, que dirigía la sinfónica del colegio, llamó a Catalina y a Franklin Willie Palencia, los padres de Franklin Edgardo, para decirle que debían apoyar al niño por su talento para la música. El profesor Gregorio Quintero, y luego, Édgar Avilán, guiaron el camino de ese “artista de la música”. La expresión resonó en el corazón de Franklin Willie Palencial y Catalina: “Tenemos un artista en la casa”. Catalina se convirtió en la mamá de la orquesta, porque en su casa se reunían los estudiantes de música. El profesor y director musical Édgar Avilán se lo llevó a la Orquesta Filarmónica de Comfenalco. El joven músico empezó a tocar todos los instrumentos de cuerda: el violoncello, la viola, el contrabajo, el bajo, y afinaba por su oído aguzado los instrumentos. Además de afinador empírico, “siempre me impresionó como afinaba los instrumentos por puro oído”, dice su herman Olga Carolina. Se volvió un luthier, un destacado restaurador y constructor de instrumentos. Él mismo restauró su propio instrumento y lo pintó de blanco. Participó en los talleres de luthería del Cartagena Festival Internacional de Música. Dictó clases de música durante un año en Bellas Artes y en Comfenalco. Creó el Dúo Ciruja, con su amigo músico Hernán Sánchez. Pero un día le dijo a sus padres que quería irse a Bogotá, a ampliar horizontes musicales. Su padre le dijo que no estaba de acuerdo con que dejara a Cartagena. Lo contrataban a veces más como luthier que como músico en Cartagena, y aquello parecía eclipsar su trabajo como compositor y arreglista.

“Papá, ya he aprendido lo que debía aprender en Cartagena, pero ahora quiero irme para aprender más, para que la gente crea en mí”. El papá se opuso rotundamente a esa decisión, alegándole que en la ciudad ganaba un millón y medio de pesos, y se iba a arriesgar a Bogotá, sin ganar nada aún. El joven le dijo a su padre que su primer sueño era Bogotá, pero también quería viajar a Argentina, Estados Unidos y buscar sus orígenes ingleses. Se matriculó en 2006 en el programa de música de la Universidad Nacional. Se hizo miembro de la Orquesta Sinfónica Juvenil de Colombia. Muy pronto, en 2012, fue invitado a Texas, a un viaje de intercambio musical. Era polifacético. Podía tocar a Beethoven y a Mozart, con la misma gracia con que tocaba a Sayayín. Pero no solo lo clásico, lo contemporáneo y moderno. Tocaba jazz, rock, reggae, champeta, tango, todo lo que sonara en Cartagena y en el mundo. Con la destreza de un joven maestro. “No te vayas para Bogotá”, insistió el padre.

Fatalidad al amanecer
La fatalidad llegó pocas horas antes del homenaje que le haría la Alcaldía de Bogotá, al mejor chelista cartagenero en la Plaza de Bolívar el 15 de diciembre de 2015. Luego de salir de una integración en una academia musical, se fue con el músico Camilo Torres Fonseca, caminando por toda la séptima con 53 hasta la 60 hacia el parque de Chapinero. La caminata con pausas buscó lugares para beber algo en la noche. Dos extraños se atravesaron en el camino y compartieron cervezas y cigarrillos. Los dos músicos siguieron su camino hasta llegar al parque. Algo que aún no se precisa ocurrió al entrar a una discoteca cercana. A la 1 y 46 minutos de la madrugada del 14 de diciembre, el joven músico Franklin fue atacado al parecer por dos maleantes y recibió tres puñaladas: una en la pierna izquierda, una segunda en el abdomen y una tercera en el lado derecho del cuello. Empezó a desangrarse sin ser auxiliado por nadie (su amigo testimonia que él no estuvo en el lugar del crimen, porque había sido drogado antes con escopolamina. Y solo hasta las 6 de la mañana, las autoridades levantaron el cadáver. Junto a este encontraron el morral del músico y el de su amigo. Dos años después, las autoridades solo tienen una grabación de cámaras de los dos supuestos atacantes que huyen a la 1 y 46 de la madrugada, pero aún no se precisa quiénes fueron los autores materiales del crimen.
“Franklin, a quien sus amigos más cercanos llamaban El ángel, era un espíritu pacifista y no gustaba de peleas”, dice su hermano Emmanuel.
¿Quién estaba interesado en truncar una carrera musical exitosa como la de mi hijo?- se preguntan al tiempo Catalina y Franklin, sus padres, quienes mapa en mano, hicieron el mismo recorrido de la noche al amanecer, de su hijo asesinado en Bogotá. Creen que la clave puede estar en el video en el que aparecen caminando presurosamente dos tipos delgados en el lugar de los hechos.

En ese instante
“Tuve pálpitos en la noche del 14 de diciembre, la noche de mi graduación como Normalista Superior, y una taquicardia me paralizó cuando iba a la cena en el Centro de Convenciones”, cuenta Yara Sofía Willie, de 19 años, hermana de Franklin. La noche anterior lo llamó para preguntarle si venía en Navidad, y él dijo que sí. Franklin, el padre, quien maneja un taxi, llamó a Yara para decirle que “estoy manejando muy mal y quiero irme a la casa. Llevaba en el bolsillo el plegable de mi hijo, donde aparecía la información del homenaje. Llegué temprano ese lunes y supimos la noticia en la noche”.

Epílogo
Catalina oyó sonar el violonchelo de su hijo antes de recibir la noticia fatal. La música sonó en la casa. La escucharon los hermanos y su padre. ¿Quién toca?- preguntó la madre. La música se silenció de repente. No deja de latir como un bálsamo infinito en sus corazones.

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