Facetas


El día que casi reclutan al hijo de Cristina

JULIE PARRA BENÍTEZ

08 de enero de 2017 12:00 AM

Angustia. Impotencia. Rabia. Eso sintió Cristina* el día que su único hijo estuvo a punto de ser reclutado por el Ejército para prestar el servicio militar obligatorio.

El lunes 5 de diciembre de 2016, Álvaro*, que a sus 18 años acababa de graduarse como bachiller en Sabanalarga (Atlántico), fue a cumplir con su deber como ciudadano del estado colombiano. El temor se apoderaba de su madre al saber que, días antes, el 25 de noviembre, en el Batallón Paraíso, en Barranquilla, mantuvieron a su hijo junto a otros compañeros de colegio hasta la madrugada del 26.

Cristina, que trabaja como niñera en una casa de familia en Bogotá y ese fin de semana obtuvo permiso para asistir a la graduación de Álvaro, su hijo, decidió acompañarlo al Batallón. Eran las 8 de la mañana, el día apenas empezaba y los minutos del reloj parecían no correr. La impaciencia se apoderaba de ella mientras esperaba a las afueras de la unidad militar.

A las 9 a.m, Álvaro, cargado de ansiedad y con una carpeta en la que guardaba varios documentos y la declaración extrajuicio que daba fe de ser hijo único de madre soltera, esperaba su turno. “Lo único que no llevó fue el papel de la matrícula de la universidad porque para hacerlo debía presentar el diploma de bachiller y su grado fue el jueves 2 de diciembre, tres días antes de la cita con el Ejército”, dice su madre con cierto desespero, como si viviera nuevamente aquel momento que describe como uno de los más angustiantes de su vida.

Transcurrió toda la mañana y alrededor de las 12 del día, Álvaro, preocupado, llamó a Cristina para comunicarle que ya había pasado la cita con la psicóloga, que buscara ayuda porque le dijeron que estaba apto y debía quedarse para prestar el servicio.

“Me llené de rabia. Ellos no se podían quedar con mi hijo, con mi único hijo. Ni siquiera le querían recibir los papeles que llevaba. Ese día fue horrible. Muchos se acercaban a donde sus mamás, ya rapados, a despedirse. Todas lloraban”, cuenta Cristina.

A su lado estaba una mujer mayor que esperaba por su nieto, también era hijo único, pero ellos no llevaron ningún documento que lo demostrara. Lloraba desconsolada mientras Cristina llamaba a un conocido para explicarle la situación. “Me explicaron que eso no lo podían hacer, que esa era una de las exenciones, y que si no me recibían los documentos fuera a la Defensoría del Pueblo o buscara un abogado... con esos argumentos los amenacé. Yo tenía mucha rabia y lloraba de la desesperación. No podía creer que me iban a quitar a mi único hijo. De repente, llegó un sargento y me preguntó qué me pasaba, le expliqué y me dijo que si estaba apto se quedaba. Que esa era una obligación que tenía cada ciudadano colombiano”.

“A las 3 de la tarde, después que me exalté y armé un escándalo, fue que preguntaron quiénes eran hijos únicos y, después de otro rato, les recibieron los papeles. Yo estoy indignada porque juegan con la gente. Y si la gente no sabe cómo funcionan las cosas simplemente ellos no cumplen las reglas, las pasan por alto. Se supone que ellos van a cumplir una cita, en ningún momento les avisan que se van a quedar, entonces, ¿por qué los retienen? Eso es un secuestro”.

Y no es la primera vez que se escuchan quejas sobre el proceso de reclutamiento en el Ejército Nacional. En septiembre de 2014, un grupo de padres de familia se opuso a que sus hijos fueran reclutados para prestar el servicio militar obligatorio e impidieron que un bus en el que iban a ser trasladados los jóvenes a Barranquilla iniciara su recorrido. Manifestaron que fueron citados a una junta de remisos para resolver el pago de una multa y obtener así la libreta militar, pero se encontraron con una jornada de reclutamiento.

En ese momento, Erli Garcés contó que su hijo se iba a graduar el 20 de octubre de Ingeniero Industrial en la Universidad Tecnológica de Bolívar y, como requisito indispensable, debía resolver su situación militar. “Él fue a que le liquidaran la cantidad que debíamos pagar para obtener este documento, pero a cambio lo que encontramos es que lo han reclutado”. Otro joven denunció que los tenían encerrados y no los dejaban comunicarse con sus familiares.

“¿Por qué hacen pasar a las madres por ese momento tan doloroso? ¿Dónde está la parte humana? Eso es un abuso”, dice una conocida de Cristina, que narra cómo esta mujer, con su trabajo y mucho esfuerzo, logró matricular a su hijo en una universidad privada. “Él es un joven juicioso y estudioso. Su meta es ser un ingeniero mecatrónico”.

“Me pusieron todas las trabas. Me decían que si mi hijo tenía hermanos por el lado del papá se tenía que quedar, pero él es mi único hijo, yo soy madre soltera, lo he levantado sola. Sé que ellos allá aprenden muchas cosas: a ser disciplinados, ordenados y demás. Que es una ley, sí, que hay que cumplir con eso, también, pero si hay unas exenciones deben respetarlas. No estoy de acuerdo con los engaños y la manera en la que hacen las cosas”, remata Cristina.

Al final de ese día, de ese angustioso 5 de diciembre, ella y su hijo regresaron a casa después de llorar, pelear y mover influencias, pero también, con el sinsabor de no conocer la suerte de aquel nieto que lloraba su abuela y de los otros jóvenes a los que, tal vez, también les vulneraron sus derechos.

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