Facetas


El doble dolor de los Blanco

Cuando Leydi Bahoque y Wilmer Blanco tuvieron a su primer hijo, Andrés David, eran apenas unos jovencitos y vivían en la casa de la madre de él, en la calurosa Villanueva, Bolívar. Tres años después, la cigüeña los visitó por segunda vez, y todavía no eran dueños de un lugar propio para su hogar, pero a sus vidas llegó Leonel David. Pese a las dificultades, los llenó de felicidad.

Entonces, se habían mudado a la casa de una pariente y, por cosas del destino, un amigo les propuso que cuidaran otra vivienda en el sector El Tetero, en el barrio El Caño. Aunque ajenas, pudieron encontrar en esas cuatro paredes un refugio para levantarse y luchar por sus bebés. Y viviendo ahí, otro amor llegó a sus corazones: Fuad David, el tercero de sus hijos, iluminó sus vidas hace apenas dos años. Mientras Leydi cuidaba a esos tres pequeños frutos de su amor con Wilmer, él se ganaba el sustento vendiendo carne de cerdo en el pueblo. Las cosas marchaban bien, hasta que el destino se ensañó contra la familia y los atacó un peligroso enemigo: el ‘mal de Chagas’.

***

Son las 12:30 p. m. La casa donde estamos ahora, que es la de su suegra, arde del calor. El sudor escurre en la frente de Leydi pero es su corazón el que está sediento de consuelo y acaba de recibir un poco de eso en una llamada por video. Su esposo Wilmer acaba de marcarle por celular desde la clínica Shaio, de Bogotá, y pudo ver en vivo y en directo al mayor de sus hijos, Andrés David, de 10 años, el único sobreviviente de los tres pequeños al ‘mal de Chagas’. “Gracias a Dios me dijo que está bien. Los médicos han dicho que mejoró”, me cuenta. Eso la reconforta un poco después de los tormentosos días que regaron sobre su vida una estela de agudo y doble dolor. Tiene el corazón roto en mil pedazos. Hace apenas unas semanas jugaba con Leonel y Fuad, de 7 y 2 años. Hoy, ya no están.

“YO MATÉ AL BICHO”

1. El sábado 24 de junio aparecen los primeros síntomas. Andrés, Leonel y Fuad tienen fiebre. “Todos tres siempre fueron sanos, nunca se hospitalizaron, yo siempre estaba pendiente de vacunas y citas de control”, se lamenta Leydi. Por eso, al sentirlos calientes “yo fui al centro de salud de Villanueva, les mandaron acetaminofén. Les daba fiebre y se les quitaba. Después se me fueron hinchado, le hicieron seguimiento, los exámenes no mostraban nada”, recuerda. “El lunes 10 de julio los llevamos a una cita de control. Al día siguiente, el martes, la doctora dijo que tenían que remitir al más pequeño para Cartagena. El miércoles, al ver que no los remitían, pedimos la de alta voluntaria para llevarlo nosotros directamente a la Casa del Niño”, cuenta Wilmer por celular. El pequeño es conectado a toda una indumentaria médica, le hacen exámenes, y un ecocardiograma muestra una anomalía: ‘Tenía el corazoncito grande’, dice su papá. A las 4 de la mañana sucede lo peor: fallece. Su corazón deja de latir.

2. El sufrimiento no cesa. “Cuando el niño muere, el doctor me pide que lleve a los dos hermanitos a la clínica. Eso es el jueves 13 de julio. Les dieron de alta el viernes en la tarde, hicieron una cantidad de exámenes, no salió nada. Antes de salir, una muchacha de la Secretaría de Salud me dijo que tenía que hacer unas pruebas a los niños. Ella me mostró la foto de un bicho en el celular de ella, le dije: ‘si este bicho existe, me mató al niño, porque yo lo maté en la casa’”, recuerda el padre de los niños. El sábado 15 de julio, Leonel, segundo de los hermanos, no mejora, se siente desganado y débil. Una ambulancia traslada por segunda vez a Leonel a la ‘Casa del Niño’, y el domingo, nuevamente, le dan de alta. Al día siguiente se complica. Y, por tercera vez, es llevado a la ‘Casa del Niño’. “Dio un grito y todos nos despertamos. Yo lo vi y vi todo lo que tenía mi otro hijo, Fuad, las manos, la respiración no era la misma, salí corriendo con él, cuando llegué, a Leonel le hicieron un ecocardiograma: tenía el corazoncito grande. Ya mi hijo estaba mal, a las 10 de la mañana ya estaba metido en la UCI, sedado y entubado. Ahí fue que llegaron los de la Secretaría de Salud diciendo que ‘positivo’, que era chagas. ¿Usted puede creer que eso es lícito hermano? Por qué me los dejaron salir de ahí, si tenían la sospecha. Ahí se quedó dormido, más nunca despertó, murió el miércoles. Enseguida se hicieron cargo de mi hijo mayor Andrés”.

3. “Gracias a Dios al niño lo han atendido bien aquí. Lo han visto infectólogos y cardiólogos. Están buscando la manera de trasladarlo para Cartagena el martes, ha evolucionado muy bien gracias a mi Dios. Todavía está en la UCI para tenerlo más vigilado, pero está bien. Aún no sabe que su otro hermanito murió, esto es muy duro, hermano. Ya quiero estar allá, porque yo solo no puedo con esto, eso fue muy terrible”, menciona Wilmer sobre su hijo mayor Andrés, quien sobrevivió a la enfermedad y recibe tratamiento en la capital.

***

En junio enfermaron los hermanos Blanco Bahoque. Ese mismo mes habían llegado a una casa nueva, propia, fruto del trabajo de Wilmer y de ayudas de la familia. Casi en obra gris, de paredes sin repello, prometía ser ese el lugar donde terminarían de criarse. Incluso, la familia ya tenía un local, en el mismo lugar, para un pequeño negocio. “El dueño de la casa que cuidábamos falleció y la esposa del señor demandó a Wilmer. Duramos 6 años cuidando esa casa, pero mi esposo arregló con unos señores y compramos esta de al lado. No queríamos mudarnos tan pronto, pero tuvimos que hacerlo. No teníamos ni un mes ahí cuando nos pasó esto. Ya no quiero vivir ahí”, explica Leydi. “Ese bicho que maté, lo maté en la casa donde vivíamos antes”, comenta Wilmer.

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