¡Qué golazo, hijueputa! No hay nada más colombiano que esa expresión. Así se comprueba en medio de más de 46 mil espectadores que siguen a la Selección Colombia en el estadio Metropolitano de Barranquilla, donde los gritos retumban como el sonido amplificado de un moscardón y evidencian que, como decía Eduardo Galeano, el fútbol es la única ‘religión’ que no tiene ateos y que el gol es el orgasmo en la cancha.
En el partido contra Argentina, disputado el 17 de noviembre del año pasado en el ‘Metro’, Colombia no marcó goles y los aficionados no pudieron completar el ritual. Quien esperaba cantar a todo pulmón y ser testigo de un gol del equipo local en esa fecha de las Eliminatorias al Mundial de Rusia 2018 no pudo hacerlo. Un solo tanto se anotó ese día en la ‘Casa de la Selección’ y fue del combinado albiceleste. Las caras largas de los aficionados mientras descendían de las graderías eran lamentables. No se escuchaba una vuvuzela. Era como el recorrido de un velorio, pero con vestuarios coloridos.
La previa del partido ante Ecuador arranca como ante Argentina. Unos van y otros vienen. El color amarillo predomina por los alrededores del ilustre estadio Metropolitano Roberto Meléndez de Barranquilla.
Es casi medio día de un martes, en la Arenosa parece festivo y en otras ciudades del país muchos trabajadores se las ingenian o inventan cualquier pretexto para ver el partido Colombia-Ecuador por la fecha seis de las Eliminatorias.
La euforia que se despierta con cada partido de la Selección nacional se ensancha, como seguro ocurre siempre, con cada gol que hace enloquecer a los colombianos que siguen los juegos.
¿Cómo es esta locura dentro del ‘Metro’, en el que Colombia ha conseguido cuatro de sus cinco clasificaciones al Mundial?
Miles de personas bordean el estadio. Más de 46 mil sillas esperan a sus ocupantes de turno. Las filas son largas y lo que menos importa es el calor; las camisetas a la venta, colgadas de manera improvisada como ropa para secar al sol, se bambolean con el golpe de la brisa; el humo de los puestos de chuzos se mezcla con el resplandor del sol y ninguna bebida fría se resiste ante la temperatura implacable.
Poco a poco se llenan las tribunas, y los asientos azules, rojos y blancos, alusivos al Junior de Barranquilla, se cubren de amarillo. La gente está entusiasmada. Los pocos ecuatorianos que entran para apoyar a su selección se confunden con colombianos por el color de sus camisetas y parecen abrumados por la algarabía que apenas empieza.
Tres de la tarde. Salen los tres porteros de Ecuador a calentar. Los espectadores ansían el momento en el que empiece el partido. A los diez minutos entran a la cancha los cafeteros y son ovacionados por sus seguidores, pero la exaltación llegará al terminar de entonar el Himno de la República de Colombia. Empieza el juego, se viven 15 minutos entre aplausos, lamentos y nervios hasta que Carlos Bacca abre el marcador. El grito de gol en el Metropolitano se escucha al unísono entre los miles de aficionados.
Desconocidos se abrazan, se cargan, dicen vulgaridades -aparentemente por esa felicidad fugaz-. Un bogotano sentado en la tribuna oriental se da golpes en el pecho y se pueden escuchar a pesar de la bulla. El sonido de las vuvuzelas retumba en cada rincón del estadio. ¿Pero... cuál es la diferencia entre celebrar un gol justo donde ocurre la hazaña o desde afuera?
“Cuando tú te ves un partido por televisión tienes la oportunidad de ver la repetición de una jugada en caso de que te la hayas perdido, además de eso tienes control del tiempo que lleva el partido, también está el narrador del canal donde estés viendo el juego; pero definitivamente dentro del estadio, escuchar cómo enloquece la gente cuando salen los jugadores al campo es algo que ningún televisor te va a dar por más pantalla curva y sonido que pueda tener. Tú te contagias de la fiesta que se vive en Barranquilla. Dentro del estadio seguramente no alcanzas a escuchar tu grito de gol porque al mismo tiempo lo están gritando otros 50 mil espectadores al oído. Viendo el partido por televisión la fiesta la haces tú, mientras que en el Metropolitano la fiesta te toma, te envuelve y te hace parte de ella”. Así describe el periodista Jairo Cárdenas esta experiencia, luego de ver durante muchos años los partidos a través de las pantallas y empezar a cubrirlos desde el estadio durante esta eliminatoria.
Para Juan Puente es una experiencia única, es la primera vez que asiste a un partido de la Selección en el Metropolitano y no duda un segundo en afirmar que lo haría todas las veces que le sea posible.
“Es una emoción grande, uno tiene que estar pendiente porque no hay repetición de las jugadas. Definitivamente en el estadio es muy bacano, no es lo mismo, todo retumba, el sonido se siente espectacular. Es muy chévere”.
“Estar en el estadio, ver a la gente emocionada... uno se contagia de todo eso. Cuando uno va al Metropolitano quiere ver a la Selección ganar porque cuando pierde solo hay decepción, pero cuando gana es algo inolvidable. Un gol se celebra con personas que no conoces, abrazas al cachaco, al paisa, al pastuso, a todo el que esté cerca de ti. Lo interesante de esto también está en que uno debe estar atento porque no habrá repeticiones”, cuenta Andrés Cassiani.
Es una locura, como también ocurre fuera del estadio, en las casas, en las tiendas, en los bares, en los centros comerciales, pero lo especial es vivir en vivo y en directo el júbilo que puede generar el fútbol, sentir cómo un montón de voces llegan a tus oídos y estremecen tu cuerpo.
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